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Artículo de portada

Aprendamos a perdonar

Del número de octubre de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


En la Biblia leemos que cuando Jesús fue arrestado, Simón Pedro estaba presente y tenía una espada, así que la sacó y le cortó la oreja a Malco, el siervo del sumo sacerdote. Entonces Jesús le dijo a Pedro: “Mete tu espada en la vaina” (véase Juan 18:1–11). En el Evangelio de Lucas, dice que Jesús tocó la oreja del hombre y la sanó (véase Lucas 22:51). Esto para mí representa una profunda lección de amor y perdón, que todos podemos experimentar individualmente y a diario. Me di cuenta de esto, hace tres años, cuando sucedió algo en la universidad.

En agosto de 2012, estaba dando un examen, cuando entró al aula uno de los decanos adjuntos de la facultad. Vino directo hacia mí y me regañó por tener mi mochila conmigo, dado que el examen ya había empezado. Le dije que no me había dado cuenta de que la tenía. Al ponerme de pie para sacarla, me dijo que el hecho de que la mochila estuviera allí era prueba de que estaba haciendo trampa, aunque estaba totalmente cerrada. Entonces tomó mi prueba y escribió en ella “Tramposo” con letras rojas. Yo protesté enfáticamente frente a todos los estudiantes. Ese día yo estaba muy enojado con él.

Minutos después, como lo exige el reglamento de la universidad, tuve que hacer una declaración ante el oficial de policía en funciones de la facultad, y grabaron mi interrogatorio. Le conté exactamente lo que había ocurrido. Sin embargo, el oficial decidió ayudarme aconsejándome que admitiera que yo había hecho trampa; luego él podría interceder por mi caso ante el decano adjunto. Me negué enfáticamente, pues consideraba que esa solicitud era inapropiada.

Yo sabía que podía orar como había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Sin embargo, un sentimiento de superioridad me impidió orar al principio diciéndome que no era necesario.

Finalmente, luego de irme a casa, “la voz callada y suave” (véase Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 323) me impulsó a volverme a Dios y orar. Entre las ideas que me resultaron útiles, estaba el Noveno Mandamiento que dice: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Éxodo 20:16). Estas palabras eran el fundamento de mi oración, y me llevaron a comprender porqué nadie podía decir falso testimonio contra mi identidad espiritual por ser el hijo de Dios. Oré para comprender que este profesor, mi prójimo, no podía conocer nada excepto el bien acerca de mí porque Dios es la única Mente. Él sólo podía ver perfección en mí, puesto que hay una sola Mente y cada uno de nosotros la refleja.

También oré para comprender que todos somos “la imagen, del Amor” como dice en Ciencia y Salud: “El hombre es idea, la imagen, del Amor; no es el físico” (pág. 475).

Sin embargo, lo más importante para mí era perdonar a este profesor y manifestarle amor. La Ciencia Cristiana me ha enseñado que el verdadero perdón es divino, y que destruye el pecado (véase Ciencia y Salud, pág. 339). Aniquila la tristeza y el resentimiento, elimina la ira y el remordimiento. Cuando perdonamos, recuperamos el control propio y ponemos “la espada en la vaina”. Mary Baker Eddy pide a los Científicos Cristianos que usen la “espada del Espíritu”. Esto es lo que ella dice: “Mis alumnos se encuentran en los comienzos de su demostración; tienen una larga lucha contra el error en ellos mismos y en los demás, que deben sostener hasta el fin, y en la etapa actual tienen que emplear la espada del Espíritu” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 215). Orando intensamente, logré perdonar a este profesor con todo mi corazón. Al reconocer su identidad espiritual, empecé a ver poco a poco que cada uno de nosotros, por ser hijo de Dios, es una expresión individual y divina, capaz de expresar amor, bondad, paz y hacer el bien.

Dos días después, el mismo profesor vino al aula mientras estábamos haciendo una prueba. Se disculpó en frente de todos por la forma en que había actuado conmigo. Todos se sorprendieron mucho. Yo pude dar nuevamente la prueba que había perdido, en octubre de ese mismo año, durante la segunda sesión.

Esta demostración me alegró mucho. No es necesario sacar la espada de la ira, el odio, la venganza o el resentimiento. Solo el Amor trae paz a los corazones y ajusta todo armoniosamente.

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