“Hoy en día, el poder sanador de la Verdad se demuestra extensamente como una Ciencia inmanente y eterna, en vez de la exhibición de un fenómeno” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 150).
Hace unos tres años, mis hijos adultos comentaron que yo había perdido mucho peso y me recomendaron que fuera al hospital. Me hicieron ver mi apariencia física, cosa que yo no había notado. Pero, no seguí su consejo. Tiempo después, noté que tenía en el seno unos bultos muy dolorosos. No necesitaba consultar con un médico para sospechar que estos podrían ser síntomas de cáncer, puesto que los medios de comunicación estaban hablando sobre eso todos los días y dando descripciones de los mismos. También sentía dolores en el útero.
Como había sido sanada de una enfermedad incurable por medio de la Ciencia Cristiana hacía 33 años, yo había adoptado este sistema de curación por la oración. De modo que cuando se presentó este problema, me volví a Dios de todo corazón para tranquilizar mi temor y sanar del problema.
Al orar de esta manera, mi fe se fortaleció y me sentí cada vez más confiada.
La primera verdad espiritual que me vino al pensamiento fue la definición de hombre en Ciencia y Salud, que comienza diciendo: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales” (pág. 475). Luego usé el primer versículo del Salmo 46: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Y un pasaje de la Segunda Epístola a los Corintios me fortaleció: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (10:3-5).
También oré con el Padre Nuestro. A continuación está la parte final con su interpretación espiritual que da Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud: “Porque Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos.
“Porque Dios es infinito, todo poder, todo Vida, Verdad, Amor, está sobre todo, y es Todo” (pág. 17).
Al orar de esta manera, mi fe se fortaleció y me sentí cada vez más confiada. Percibí la perfección de mi ser a semejanza de Dios. Ya no sentí miedo. No tuve que esperar mucho, hasta que se produjo la curación. Unos dos días después de orar constantemente con estas ideas, estuve libre, me sentí bien. Los síntomas desaparecieron y ya no tuve más dolores.
Continué orando por mi familia que estaba preocupada. En noviembre de 2014, unos dos años después de haberme sanado, una mañana, después de orar y estudiar la Lección-Sermón de la semana, sentí que sería inteligente que me hicieran análisis en el hospital a fin de asegurar a mi familia que había sanado. El mismo día fui a ver a un médico quien me hizo una revisión exhaustiva.
Tres semanas después, vinieron los resultados de los análisis y fui a mostrárselos al médico. Después de leerlos, me informó que yo había sufrido de cáncer de útero y confirmó que había tenido cáncer de pecho. Entonces me dijo: “Usted ya no tiene cáncer de pecho ni cáncer de útero. Todo está bien. Usted ha sanado”.
Esto simplemente confirmó lo que yo ya sabía: que Dios me había sanado. Sin embargo, mi familia necesitaba ver esta prueba para sentirse reconfortados, y los resultados de esos análisis fueron una fuente de gran alivio para ellos.
Estoy profundamente agradecida a Dios, nuestro Padre, que siempre nos sana, que nos ama y jamás nos abandona en las tribulaciones.
Mireille Marie Ebobo, Yaoundén
