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Artículo de portada

Encontré salud y paz

Del número de octubre de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


La espiritualidad y la religión me habían interesado desde que era niña. Pero no lograba entender por qué mi familia estaba siempre afligida por el sufrimiento, las enfermedades y otros problemas.

Conocí la Ciencia Cristiana en 2011, al asistir a una conferencia de la Ciencia Cristiana. Desde entonces, mi vida ha cambiado. Empecé a concurrir a la filial de la Iglesia de Cristo, Científico, en Blumenau, a la que me afilié al año siguiente. Y en 2013 tomé instrucción de Clase de la Ciencia Cristiana y me hice miembro de La Iglesia Madre.

He tenido muchas bendiciones desde que comencé a asistir a los servicios religiosos de la iglesia de la Ciencia Cristiana y a practicar sus enseñanzas. Una de las primeras curaciones que tuve después de comenzar a estudiar esta Ciencia, fue de un fuerte dolor abdominal, del cual había estado sufriendo durante varios meses. Esto era en realidad una condición recurrente debido a unos quistes que tenía en un ovario, y que había tratado anteriormente sometiéndome a cirugía. En aquella ocasión, ya hace diez años, el médico me dijo que aunque habían quitado el quiste más grande, quedaban algunos pequeños que podían crecer con el tiempo, razón por la cual yo podía volver a sufrir de ese problema otra vez.

 De hecho, hace cuatro años, me volvió el dolor, el cual era muy agudo durante mi ciclo menstrual. En una ocasión, fue tan fuerte que me desmayé. Entonces decidí pedirle a uno de los miembros de mi iglesia que orara por mí, y ella estuvo de acuerdo. Me impresionó el hecho de que no me preguntó la causa de mi problema. Me dijo simplemente que confiara en la eficacia de la oración.

No tengo ninguna duda de que Dios es el único poder en acción.

Yo no sabía mucho acerca de la Ciencia Cristiana, pero me acordé que la lectura de El Heraldo de la Ciencia Cristiana me había ayudado muchísimo. Los relatos publicados en esta revista me mostraron que si otras personas habían sido sanadas mediante la oración, yo también podía serlo, porque, como ellos, yo también era hija de Dios, y Él me amaba de la misma forma. Noté que en El Heraldo nombraban varias veces el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, así que lo compré y empecé a leerlo. Yo también prestaba mucha atención a lo que leían los Lectores en la iglesia, y empecé a leer con regularidad la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana, la cual está compuesta de pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud.

Empecé a comprender que, por ser hija de Dios, yo no había sido creada materialmente; yo emanaba directamente del Amor divino. Por ser linaje de Dios, el Espíritu, mi condición primitiva y permanente es espiritual, e incluye únicamente atributos divinos, tal como pureza y perfección. Jamás incluye temor o dolor, así que no necesitaba sentirme en peligro.

El dolor desapareció muy rápido. Esa misma semana, me hicieron un ultrasonido, que había estado programado por algún tiempo, y el mismo mostró que mi ovario estaba en perfectas condiciones, y no tenía ningún quiste. Mi siguiente ciclo menstrual no fue doloroso y el dolor nunca volvió a manifestarse.

A medida que fui comprendiendo que en la totalidad de Dios no hay lugar para el mal, gradualmente me fui liberando del temor. Por lo tanto, fue muy natural para mí sanar de unos ataques de pánico, que se habían desarrollado durante el difícil divorcio que tuve que enfrentar, lo que hacía que me despertara muy atemorizada durante la noche, sin aliento y a los gritos. Al ir profundizando mi conocimiento de la Ciencia Cristiana, con el tiempo pude perdonar a mi ex marido, y hoy tenemos una relación amistosa.

Mis hijos comenzaron a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Con las ideas que habíamos estado aprendiendo mediante nuestro estudio de la Ciencia Cristiana, y con el afectuoso apoyo y oraciones de su maestro de la Escuela Dominical, mis dos hijos también tuvieron curaciones.

Y necesito mencionar otra bendición. Mi amistad con ese afectuoso maestro de la Escuela Dominical, floreció y hoy tenemos un matrimonio feliz. Disfrutamos de mucha paz, felicidad, apoyo mutuo, lealtad y amor genuino, porque sabemos que la fuente de nuestro amor es el Amor divino mismo. La paz reina en nuestro hogar.

Todo este cambio en mi corazón ocurrió gracias a lo que aprendí en la Ciencia Cristiana acerca de Dios. Ahora puedo decir con confianza: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmos 139:23, 24). No tengo ninguna duda de que Dios es el único poder en acción, que nos guía eternamente por un camino que está siempre lleno del bien.

Andrea Metzner Klann, Blumenau

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