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Detectar y corregir “noticias falsas”

Del número de octubre de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en alemán


De acuerdo con la Wikipedia alemana, un informe falso, también conocido como ‘canard’ (patraña) es una historia errónea que difunden las noticias. Surge como consecuencia de la investigación deficiente o descuidada de un periodista, o es dada a conocer deliberadamente por periodistas, cuerpos oficiales, políticos, compañías, individuos particulares y otros informantes. El código de honor de los medios de comunicación incluye, entre otras cosas, el respeto por la verdad, así como diligencia y rectificación.

A veces, puede que estemos dispuestos a aceptar rápidamente la validez de una noticia, ya sea algo que leemos o escuchamos en los medios, o que un amigo nos cuenta. Tal vez pensemos que “siempre lo supimos”. Sin embargo, no es raro que una noticia sea incorrecta porque está basada en una fuente que no es confiable. No obstante, cuando algo confirma y satisface nuestras propias nociones preconcebidas y opiniones arraigadas, tendemos a creer en ello, de buena gana y sin analizarlo. A fin de evitar hacer suposiciones falsas y llegar a conclusiones equivocadas, uno haría bien en examinar siempre con cuidado y objetivamente la información que se presenta, y preguntarse: “¿Será cierto?”

Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, instruye al lector en su obra principal, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, a mirar más profundamente y con cuidado, por debajo de la apariencia material de las cosas, para comprender la realidad espiritual. Ella resume la realidad espiritual en una declaración fundamental llamada “la declaración científica del ser”: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo. El Espíritu es la Verdad inmortal; la materia es el error mortal. El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual” (pág. 468).

¡Una declaración revolucionaria! Desafía profundamente las creencias generales de que el universo y el hombre son materiales, que la materia es real y sustancial, y corrige el testimonio de los sentidos materiales.

La Ciencia Cristiana enseña que la creación es enteramente espiritual. Dios, el Espíritu infinito, es el único creador. Solo puede haber una causa de toda la existencia, no dos o varias causas, trabajando en contra la una de la otra, y esta una y única causa tiene que ser universal, indestructible, eterna e inteligente. Esta gran causa de toda la existencia no puede ser limitada ni material. Tiene que ser incorpórea, espiritual. Si toda causa es espiritual, entonces ¿cómo será el efecto? Así como de un manzano uno recoge manzanas, y no grosellas; así como las jirafas dan a luz jirafas bebés, y no langostas, lo igual produce su igual, por lo tanto, el efecto de una causa espiritual no puede ser material; tiene que ser espiritual. Mary Baker Eddy escribe: “Debemos examinar en profundidad el realismo en vez de aceptar sólo el sentido exterior de las cosas. ¿Podemos recoger melocotones de un pino, o aprender de la discordia la concordia del ser?” (Ciencia y Salud, pág. 129).

A medida que aprendemos a “examinar en profundidad el realismo”, a medida que nos familiarizamos con Dios y la realidad espiritual, tomamos cada vez más consciencia de que el testimonio de los sentidos físicos es un error, una “noticia falsa”, porque no emana de una fuente confiable (el sentido espiritual), y, por lo tanto, no se puede confiar en él.

No obstante, no podemos percibir estas verdades con los sentidos materiales, sino únicamente mediante el sentido espiritual. Mary Baker Eddy escribe: “Lo que se denomina sentido material sólo puede informar un sentido mortal y temporario de las cosas, mientras que el sentido espiritual puede dar testimonio sólo de la Verdad” (Ciencia y Salud, pág. 298).

Cristo Jesús usaba este sentido espiritual. Constante y conscientemente se volvía a Dios, el Espíritu, y esto le permitía discernir la verdad espiritual acerca de cualquier persona o situación que encontraba. Sus palabras y hechos fueron el resultado de que escuchaba a Dios y conocía la verdad. Por lo tanto, él podía reprender el pecado, sanar la enfermedad y resucitar de los muertos.

Prometió: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31, 32). A través de nuestro continuo estudio y demostración de la Ciencia Cristiana, cultivamos y nutrimos nuestro sentido espiritual y crecemos en nuestra comprensión de la verdad. De ese modo seremos cada vez más capaces de “conocer la verdad” y de detectar y corregir la “noticia falsa”, ya sea acerca de una situación, de alguna otra persona, o de nosotros mismos. Una manera de hacer esto es corrigiendo constantemente nuestra opinión acerca de otros. En lugar de ver a alguien enfermo, o deformado, o molesto, debemos corregir esas noticias falsas, y verlas como Cristo Jesús veía a las personas: sanas, puras, íntegras, libres, como los amados hijos e hijas de Dios. En lugar de fijar nuestra mirada en la apariencia externa, debemos mirar más profundamente y ver las cualidades que expresan, tales como generosidad, bondad, integridad, paciencia, comprensión. Esta práctica de ver correctamente nos bendice y nos insta a avanzar “de la materia al Alma” (véase Himnario de la Ciencia Cristiana, Nº 64).

Hace poco, salí a caminar con mis perros por un bosque cercano, y debido a un desnivel en el terreno, tropecé y me torcí el tobillo. Sentí un dolor punzante, y casi de inmediato me vino el pensamiento que eso no era verdad; era tan solo una “noticia falsa”. Puesto que mi ser real es espiritual, yo no tengo un tobillo material que pueda estar dolorido. El dolor desapareció y no volvió.

La Ciencia Cristiana demuestra que todos podemos seguir el ejemplo de Jesús: “Conoce la verdad”, apártate de las noticias falsas, contempla la realidad, y ¡sé una bendición!

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