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Artículo de portada

Confianza en Dios, una fuente de bendiciones

Del número de diciembre de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


Teníamos un hermoso terreno de 2600 metros cuadrados, muy bien ubicado, a la entrada del pueblo donde vivimos, junto a un gran estacionamiento. En Francia, cuando la gente compra un lote para construir, necesita terminar la construcción en cuatro años. Es la ley.

Queríamos construir un salón grande para múltiples funciones, el cual era muy necesario en el área. Encontramos un contratista con quien queríamos trabajar. Él nos dio un estimado, que aceptamos, y luego pedimos un préstamo, que nos fue otorgado. El edificio fue terminado a tiempo. Era un salón hermoso de 1200 metros cuadrados, con todas las comodidades. 

No obstante, la gente que necesita este tipo de salón, hace sus reservaciones seis meses o un año por adelantado. Como nunca habíamos estado en el mercado, nadie nos conocía, de modo que nadie solicitaba alquilar el salón. Mientras tanto, nosotros teníamos que pagar el préstamo, así como los gastos corrientes como son los servicios públicos, la limpieza, la seguridad, etc. Teníamos algunos clientes, y organizábamos fiestas y otras funciones por nuestra cuenta, pero las mismas no eran suficientes para cubrir los pagos mensuales del préstamo y las cuentas regulares.

Un familiar muy generosamente se ofreció a ayudarnos. Por un tiempo, tuve que recurrir a su ayuda con regularidad, pero tuvimos que dejar de hacerlo, porque sus ahorros estaban disminuyendo mes a mes.

“Encomienda al Señor tu camino, y confía en él; y él hará” (Salmos 37:5). Este versículo de la Biblia ha estado sobre mi escritorio durante veinte años, y en esta situación lo usé mucho para orar, sabiendo que Dios nunca nos había abandonado. Otro familiar también estaba orando por la situación.

Dios tiene el control de la oferta y la demanda.

Un día, el gerente del banco que nos había dado el préstamo vino a visitar el salón. Estaba gratamente sorprendido por el tamaño y la belleza del mismo, así como por los servicios que ofrecía. Poco después, recibí nuestro estado de cuenta del banco y vi que el banco se había hecho cargo del pago mensual del préstamo, aunque no había habido suficientes fondos en nuestra cuenta. El banco se reembolsaba a sí mismo a medida que se depositaban cheques en la cuenta. Esto no ocurrió tan solo una vez, sino varias veces, por más de un año, y nunca se nos pidió que pagáramos ningún interés.

Un día fui al banco y me encontré con el gerente, quien me dijo que estaba por dejar su puesto. Me explicó que la persona que lo iba a reemplazar, continuaría con el mismo procedimiento de pago para nosotros. Le agradecí mucho, pero fue interesante porque, después que este gerente se fue, ya no necesitamos la ayuda del banco, puesto que pudimos responder a nuestros compromisos financieros puntualmente.

Mantuvimos el salón por nueve años, y luego decidimos venderlo. Sin embargo, ningún agente de bienes raíces quería lidiar con él. Oramos constantemente, y basamos nuestra oración en este versículo de la Biblia: “¿Podrá [Dios] poner mesa en el desierto?” (Salmos 78:19). Declarábamos que Dios tiene el control de la oferta y la demanda. Día tras día, las Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana eran también una fuente de apoyo e inspiración.

Un año después de poner el salón en el mercado, fue adquirido por clientes que lo habían alquilado varias veces en el pasado. Ellos fueron propietarios del mismo durante seis años, y luego se lo vendieron a la ciudad, que era lo que yo siempre había querido hacer. Hoy, el salón está muy bien mantenido y es útil para la comunidad.

Cualquiera sea la necesidad, este versículo de Salmos, “Encomienda al Señor tu camino, y confía en él; y él hará”, es realmente una promesa. Estoy infinitamente agradecida por él.

Eliane Castel, Ozoir-la-Ferrière

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