Un día, iba de camino a almorzar con unos amigos, cuando sentí una puntada muy fuerte en el pecho. No le di mucha importancia ni comenté nada. Después de almorzar tenía que ir a trabajar y luego leer en la reunión de testimonios de los días miércoles, en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico.
Continué con las actividades que tenía previstas para ese día, y esa noche llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana. En ese momento tenía un gran malestar, me dolía el brazo, la espalda y me faltaba el aire para respirar. Aunque no tenía miedo, sabía que debía pedir ayuda para librarme de eso. El practicista me alentó a que confiara totalmente en Dios, porque Él es mi vida.
Mi madre comenzó a leerme pasajes de la Biblia y del libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Especialmente me gustaba escuchar la “declaración científica del ser” que dice en parte: “Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo” (pág. 468).
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