Mary Baker Eddy escribe: “El pastor vigilante contempla los primeros tenues rayos del alba antes de que llegue el pleno resplandor de un nuevo día. Así brilló la pálida estrella para los pastores profetas; sin embargo, atravesó la noche, y llegó donde, envuelto en tierno amparo, se hallaba el niño de Belén, el heraldo humano del Cristo, la Verdad, quien había de aclarar al entendimiento oscurecido el camino de la salvación mediante Cristo Jesús, hasta que a través de una noche de error alborearan los rayos de la mañana y brillara la estrella guiadora del ser. Los Magos fueron guiados a contemplar y a seguir este lucero matutino de la Ciencia divina, que ilumina el camino hacia la armonía eterna” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. vii).
Al pensar en el nacimiento de Cristo Jesús, me maravilla ver con qué rapidez respondieron los pastores al anuncio del ángel, de que había nacido un niño, “un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:11). Los pastores, aunque seguramente al principio se sorprendieron mucho, aceptaron las buenas nuevas con alegría.
Los pastores no cuestionaron el anuncio; parece como que sus corazones maravillados, sabían que era cierto. Ellos aceptaron este hecho como niños pequeños, quienes con toda naturalidad y alegría esperan el bien y son atraídos por él.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!