Cuando nos encontramos con una historia de la Biblia que conocemos bien, puede ser tentador interpretarla muy a la ligera, pensando que ya hemos aprendido todo lo que tiene para enseñarnos. Para mí, una de esas historias era la curación que hace Cristo Jesús del hombre paralítico que está esperando el “movimiento del agua” en el estanque de Betesda (véase Juan 5:1-9). No obstante, hace poco, reflexioné sobre estos versículos desde una perspectiva diferente, y me sorprendí al ver que contiene varias lecciones sanadoras específicas. Al sanar a este hombre, Jesús vio más allá de una serie de mentiras materiales y creencias falsas. Él percibió la integridad y espiritualidad innata del hombre.
Jesús debe de haber visto la receptividad que tenía este señor para ser sanado. Como relata la historia, había una multitud a la espera de que se movieran las aguas; sin embargo, Jesús se dirigió a este hombre en particular, sabiendo que hacía mucho tiempo que estaba esperando ser sanado. Para mí, el inválido demostró cualidades de persistencia, perseverancia y paciencia.
No obstante, parece que también se sentía impotente. Creía que la curación solo vendría si alguien lo ayudaba a entrar en el agua en el momento justo, pero no tenía “ningún hombre” que pudiera hacerlo. En realidad, como demostró Jesús, esto no tenía nada que ver con la curación. Él cambió el punto de vista, apartando la mirada de la materia y contemplando el hecho espiritual de que el hombre jamás puede estar separado de su verdadera identidad espiritual por ser la imagen y semejanza de Dios.
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