La vida de una madre no debería ser simplemente una sucesión de pañales y demandas de atención de parte de sus hijos. Las madres de niños pequeños tienen una función fundamental que cumplir, una que supera por mucho las responsabilidades rutinarias. Es una de las funciones más importantes que existen.
En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy dice: “Una madre es el educador más poderoso, ya sea a favor o en contra del crimen” (pág. 236). Esta función no pertenece principalmente a las escuelas, guarderías, gobierno, agentes de vigilancia o tribunales de libertad condicional, sino a las madres. Una idea notable, ¿no es así?
Sin embargo, el mundo de hoy ha denigrado a tal punto el papel de la madre que para muchos tiene connotaciones de limitación, restricciones y talentos insatisfechos y frustrados. Hoy en día muchos consideran a las mujeres que solo se dedican a cuidar a sus hijos, como ciudadanos de segunda clase, como madres de familia atadas a la casa por hijos exigentes, que no tienen tiempo ni oportunidad para desarrollar sus propios talentos.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!