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La madre: “el educador más poderoso”

Del número de mayo de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 14 de julio de 1973.


La vida de una madre no debería ser simplemente una sucesión de pañales y demandas de atención de parte de sus hijos. Las madres de niños pequeños tienen una función fundamental que cumplir, una que supera por mucho las responsabilidades rutinarias. Es una de las funciones más importantes que existen. 

En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy dice: “Una madre es el educador más poderoso, ya sea a favor o en contra del crimen” (pág. 236). Esta función no pertenece principalmente a las escuelas, guarderías, gobierno, agentes de vigilancia o tribunales de libertad condicional, sino a las madres. Una idea notable, ¿no es así?

Sin embargo, el mundo de hoy ha denigrado a tal punto el papel de la madre que para muchos tiene connotaciones de limitación, restricciones y talentos insatisfechos y frustrados. Hoy en día muchos consideran a las mujeres que solo se dedican a cuidar a sus hijos, como ciudadanos de segunda clase, como madres de familia atadas a la casa por hijos exigentes, que no tienen tiempo ni oportunidad para desarrollar sus propios talentos.

Están surgiendo guarderías infantiles en todos los países del mundo, no solo para ayudar a las mujeres que tienen que ganarse el sustento, sino para aliviarlas de las “cargas” de la maternidad, para que se sientan más libres de hacer cosas más “importantes”. Sin duda muchas madres jóvenes han inconscientemente sentido esta presión.

La gente se siente perpleja y preocupada por el increíble aumento de la delincuencia alrededor del mundo. Se ofrecen muchas razones para ello: continuos conflictos locales, violencia y sensacionalismo en la televisión, drogas, religión en declive, y otras. Pero ¿acaso no se ha descuidado un hecho importante? La disminución en el aprecio, el reconocimiento y la práctica activa de entrenar al niño en la casa desde la más temprana edad, ha sido emparejada con un aumento en la criminalidad. Ciertamente, entonces, para ayudar a controlar el aumento de la delincuencia necesitamos comenzar por la raíz del problema en el hogar.

Un estudio reciente sobre los tempranos procesos de aprendizaje de los bebés indica que con tan solo unas horas de vida el bebé ya está pensando, resolviendo problemas y absorbiendo la atmósfera que lo rodea. A lo largo de las siguientes pocas semanas y meses su crecimiento es rápido, tanto que los investigadores dicen que para cuando el niño tiene cuatro años ya ha adoptado patrones de pensamiento y comportamiento que usará toda su vida. Esta es una vislumbre de la importancia del cuidado que las madres brindan a los pequeños desde esos primeros años, y la función que cumplen al ayudarlos a reconocer su verdadera identidad espiritual como linaje perfecto de Dios.

El concepto de la maternidad que tenía la Sra. Eddy como la expresión directa de la maternidad de Dios, es un ideal inspirador y expansivo. La Ciencia que ella fundó considera que la condición de madre es de suma importancia, e impone grandes desafíos a aquellos que realizan este trabajo. La Ciencia del Cristo, o la Verdad, demuestra que las madres (y, por supuesto, los padres también), al orar y estar en comunión con Dios, pueden mantener a sus hijos saludables y con un alto nivel de moralidad.

Una de las grandes fallas de la maternidad es el falso sentido de responsabilidad. Hace que la mujer sienta que ella ha creado personalmente a sus hijos y, por lo tanto, tiene la responsabilidad personal de educarlos y cuidar de ellos y espiritualizar su pensamiento. Esto es enfrentar la situación desde la perspectiva equivocada.

En realidad, Dios es el único creador y preservador, y mantiene a Su expresión por siempre perfecta. Al estudiar la Ciencia Cristiana aprendemos que necesitamos comprender los hechos espirituales del ser armonioso, y dicha percepción determina la manifestación de armonía visible en nuestra experiencia externa. Esto ocurre con la verdadera maternidad. Cuando aquellas de nosotras que somos madres resolvemos el concepto espiritual de maternidad como el reflejo de la maternidad infinita y del todo sabia del Amor divino, encontramos formas intuitivas e inspiradas de cuidar de nuestros hijos.

En Ciencia y Salud tenemos la “Traducción científica de la mente mortal”. Hay tres grados: físico, moral y espiritual. Las cualidades señaladas en el segundo grado, el moral, son “humanidad, honradez, afecto, compasión, esperanza, fe, mansedumbre, templanza”. Ciertamente estas son cualidades que nos esforzamos por expresar como madres. Muchas de nosotras estamos rechazando las cualidades del primer grado para nosotras mismas y para nuestros hijos, negando realidad y poder a las “creencias malas, pasiones y apetitos, temor, voluntad depravada, justificación propia, orgullo, envidia, engaño, odio, venganza, pecado, enfermedad, malestar, muerte” (págs. 115-116).

Sin embargo, muchas de nosotras en nuestro pensamiento solo estamos tratando de alcanzar el tercer grado de cualidades espirituales de “sabiduría, pureza, comprensión espiritual, poder espiritual, amor, salud, santidad”. Insisto, ¿no es esto acaso abordar la situación desde la perspectiva equivocada? ¿No deberíamos estar trabajando desde estas cualidades espirituales, no hacia ellas?  Expresemos la maternidad de Dios ahora, no más tarde. Identificar nuestro ser real con las cualidades espirituales del tercer grado nos brinda una base segura para sacar plenamente a luz las cualidades morales del segundo grado. En esto consiste aplicar la Verdad práctica y poderosa; esto es incluir al Cristo, la manifestación de Dios, en todo aspecto de nuestro trabajo como madres.

Al trabajar desde este punto de vista espiritual, podemos manifestar sin esfuer-zo alguno todas las cosas maravillosas que la verdadera madre es y hace. Podemos sentir y comprender las necesidades de nuestros hijos; podemos sobrellevar con paciencia, y trabajar con amor, para promover su bienestar y felicidad. Al identificarnos a nosotras mismas como la manifestación pura de la maternidad de Dios, somos capaces de advertir con afecto, instar con dulzura y regañar con firmeza, cuando sea necesario. Somos capaces de expresar incansable amor a nuestros hijos y alimentarlos con la Verdad.

Al adherirnos estrictamente al espíritu y la letra de la Ciencia, poseemos la sabiduría de saber cuándo y cómo enseñarles las verdades de la santidad y salud que Dios nos ha otorgado. Damos los pasos prácticos para mantener su pensamiento puro al no permitir que se hable acerca de las enfermedades; estamos alerta para asegurarnos de que su educación, desde la cuna hasta que llegan a adultos, esté dirigida hacia un crecimiento constante moral y espiritual.

Con toda sabiduría se ha dicho que una madre no es una persona en la cual apoyarse, sino una persona que hace que sea innecesario apoyarse. Al guiar a los pequeños bajo nuestro cuidado con dulzura, paciencia y persistencia, para que se apoyen en Dios para todas sus necesidades, podemos imbuir su pensamiento con la guía y gobierno siempre presentes de su Padre-Madre Dios.

Ver nuestro trabajo como madres bajo esta luz, trae frescura, creatividad, realización y pone al descubierto talentos ocultos. Despertemos cada mañana con la expectativa de obtener nuevas ideas, nuevas formas de hacer cosas, a medida que expresamos una creciente comprensión de Dios.

La Sra. Eddy dice: “La verdadera madre nunca descuida voluntariamente de sus hijos durante sus tempranas y sagradas horas, confiándolos al cuidado de una niñera o de una persona extraña” (Retrospección e Introspección, pág. 90). Algunas madres de niños pequeños puede que tengan que trabajar tiempo completo por razones económicas. Y puede que haya, por supuesto, otros casos en que el cuidado de niños pequeños por alguien que no sea su madre, sea legítimo y justificado. Pero necesitamos ser honestas con nosotras mismas, y vigilar que no los estemos privando innecesariamente a ellos y a nosotras mismas de una oportunidad única de alcanzar crecimiento espiritual. 

La verdadera maternidad, al reflejar las cualidades del Amor divino, es uno de los más importantes, progresivos y gratificantes trabajos para ayudar a nuestro mundo a ser un lugar mejor. A medida que nos encargamos de esta labor con alegría, estamos ayudando a eliminar la criminalidad y a mejorar la salud y la moral de la próxima generación.

No seamos engañadas a creer que la maternidad es una actividad estancada y limitada, o que debemos esperar a cierto momento en el futuro para brindar un servicio importante a la humanidad. Ahora mismo, aquellos que perciben el infinito potencial de la fuerte e inspirada maternidad, tienen una función vital que cumplir en bendecir al mundo.

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