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Un conocimiento que vale la pena tener

Del número de mayo de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en inglés


En ocasiones parece como que una tormenta se está gestando en nuestro pensamiento. Cualquiera sea la razón —dificultades familiares, desempleo, enfermedad, temor— hay una solución espiritual que acallará la tormenta y traerá la paz y la curación que deseamos. Podemos encontrar esa solución mediante la voz del Cristo, la Verdad, que nos habla dentro de nuestro propio corazón y pensamiento. Es la “‘voz callada y suave’ del pensamiento científico” que, como señala Mary Baker Eddy: “se extiende sobre continentes y océanos hasta los confines más remotos del globo. La voz inaudible de la Verdad es, para la mente humana, como cuando ‘ruge un león’. Se oye en el desierto y en los lugares tenebrosos del temor” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 559).

El mensaje que Cristo nos ha dado nos libera de las temerosas creencias acerca de nuestra identidad, nuestro propósito, nuestro futuro, creencias basadas en lo que nos dicen los sentidos materiales. Nos permite mantenernos firmes y comenzar a aprender a conocer mejor a Dios y nuestra verdadera identidad espiritual. A medida que aprendemos a conocer a Dios, empezamos a conocernos a nosotros mismos como Su reflejo perfecto.

Este conocimiento no consiste simplemente en aprender la letra de nuestro Pastor, la Biblia y Ciencia y Salud, sino en comprender el espíritu de la misma. Saber frases de memoria no es suficiente, de modo que oramos también para obtener la comprensión espiritual de esas frases, y las bendiciones se manifestarán como resultado de ello. Ninguno de nosotros puede comprender toda la verdad de la noche a la mañana, pero dar pequeños pasos con persistencia y alegría, nos permite a cada uno adquirir una comprensión más profunda de la Ciencia divina.

Esta creciente comprensión espiritual requiere amor, humildad y un sincero deseo de crecer en gracia. Mediante la oración uno puede obtener una convicción cada vez mayor de que Dios y Su creación llenan todo el espacio; que todo el bien ya está presente, de modo que no hay lugar para nada que sea desemejante a Dios. Cada uno de nosotros puede alcanzar, progresivamente, la comprensión de que el mal es una creencia material falsa, una sugestión mental agresiva, que no tiene realidad. Por más que pretenda ser un poder separado de Dios que gobierna y controla nuestras vidas, no tiene poder alguno. Dado que Dios está en todas partes, no hay lugar donde pueda estar el mal.

Así mismo, puesto que Dios es omnipotente, no puede existir un poder aparte de Dios. Esto quiere decir que las creencias malas no tienen poder sobre ti o sobre nadie. Por supuesto que, decir esto es una cosa; comprenderlo, realmente comprenderlo, es otra.

Para alcanzar ese punto de claridad espiritual es necesario cultivar diariamente la comprensión de que Dios es Todo-en-todo, que Él es la sustancia de todo. Se trata de mucho más que un conocimiento intelectual; es la comprensión de que la única realidad es la realidad espiritual, y luego permitir que este conocimiento transforme nuestro corazón y pensamiento. La oración y la regeneración espiritual fortalecen nuestra percepción de que el único hombre es el hombre de la creación de Dios, que la identidad espiritual de todos los hombres, mujeres y niños es el reflejo puro y perfecto de Dios.

A medida que comenzamos a vislumbrar estos hechos espirituales, somos impulsados a orar y a pedir, con sabiduría; pedimos conocer más a Dios y nuestra propia identidad espiritual. El pedido se hace con la certeza de que Dios es el ser omnipotente, omnipresente, omnisciente, que es omni-acción. Pedimos con la certeza de que Dios es la Mente que todo lo sabe, que conoce hasta los deseos y desafíos más profundos y secretos de nuestro corazón. Y Dios siempre tiene las respuestas co-rrectas. Como la Biblia con tanta elocuencia señala: “Así dijo el Señor:… alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice el Señor” (véase Jeremías 9:23, 24).

Cuando oramos, no pedimos cosas materiales, sino una mejor comprensión de la realidad espiritual. Puede que pidamos sabiduría, receptividad, la habilidad de estar quietos y escuchar lo que la Mente infinita nos está diciendo. Y como resultado de esta oración y de escuchar, recibimos perspicacia, inspiración, las ideas correctas, o lo que sea que realmente necesitemos.

Conocer y pedir van juntos. Le pedimos a Dios que nos ayude a comprender más, porque sabemos que solo hay un Dios, la fuente de todo conocimiento verdadero. También sabemos que el hombre y Dios son uno, de modo que Él nos imparte Su comprensión divina a todos nosotros. Como Cristo Jesús señaló: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Comprender nuestra inseparabilidad de Dios hace que nos mantengamos conscientes de que la Mente infinita está revelando constantemente el bien, incluso cuando las cosas no parecen ser muy promisorias.

He aquí un ejemplo donde una profunda comprensión espiritual de Dios acompañó un pedido de ayuda a Dios. La Biblia habla acerca de una época cuando el profeta Eliseo estaba en Dotán. Una mañana, su criado vino a verlo muy atemorizado para decirle que el ejército de Siria había rodeado la ciudad. El profeta le respondió: “No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos”. Eliseo de inmediato se volvió a Dios en oración, y dijo: “Te ruego, oh Señor, que abras sus ojos para que vea. Entonces el Señor abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo”.

Entonces Eliseo oró y le pidió a Dios que hiriera con ceguera al ejército. Esto le permitió a Eliseo guiarlos fuera de Dotán sin ser capturado o asesinado. Cuando el profeta le pidió a Dios que abriera los ojos de los soldados, ellos se dieron cuenta para su desaliento que estaban en Samaria, ¡y nada menos que en el campamento de su enemigo, el rey de Israel! El rey le preguntó a Eliseo: “¿Los mataré, padre mío?” El profeta le dijo que no los matara, sino que los alimentara y los enviara de regreso a sus señores. Como resultado hubo paz, o, como indica la Biblia: “Nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel” (véase 2º Reyes 6:8–23).

La comprensión de Dios que tenía Eliseo le permitió expresar sabiduría, amor y perdón cuando tuvo piedad por la vida de los soldados sirios, y esto lo bendijo y protegió a él, a su criado, a la ciudad y, con el tiempo, tanto a Israel como a Siria.

Cada uno de nosotros puede experimentar este tipo de protección y guía. Cristo Jesús dijo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7:7, 8). Él sabía que la Mente infinita siempre respondería a nuestras oraciones de la forma más precisa y amorosa.

El privilegio de conocer a Dios está al alcance de todos ahora mismo. Cuando este conocimiento se transforma en una prioridad en nuestra vida, profundiza nuestra comprensión espiritual cada vez más, y nosotros con gratitud expresamos el Amor divino amando y trayendo más bendiciones a los demás cada día. Al hacer esto, nosotros mismos somos bendecidos.

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