Quiero compartir con ustedes la experiencia que mi hijo adulto y yo tuvimos que pasar hace más de un año. No sé qué palabra usar, puesto que la palabra gratitud no es lo suficientemente fuerte para la curación que tuvo mi hijo.
Un día, en agosto de 2013, recibí una llamada telefónica de una sala de emergencias, diciéndome que habían llevado a mi hijo con graves dolores estomacales, y que había perdido la consciencia. Inmediatamente sentí que debía mantenerme fiel a la Verdad divina. Lo puse mentalmente en los brazos de nuestro Padre-Madre Dios, sabiendo que Él estaba cuidando de mi hijo. Cuando lo vi en el hospital, no se veía nada bien. El personal médico empezó a hacerle varios exámenes. Mi hijo poco a poco fue recuperando la consciencia.
A las dos de la mañana, me dijeron que los resultados mostraban que tenía una considerable infección en la sangre y cáncer de colon. Yo empecé a orar de inmediato para saber que su ser no podía tener infección alguna, puesto que su verdadero ser era totalmente espiritual y puro, y que él no podía tener ninguna enfermedad, porque la dulzura del Amor divino caracterizaba su sustancia y ser verdaderos. Y me aferré a estos pensamientos. Entonces me dijeron que necesitaba ser hospitalizado y estar bajo una constante supervisión médica, pero que por esa noche permanecería en la sala de emergencias.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!