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Para superar al adversario

Del número de mayo de 2015 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


¿Tienes a veces la impresión de que tus oraciones no sanan o no son respondidas? ¿Sientes que no logras avanzar en tu crecimiento espiritual?

A veces es posible que nos sintamos así. Pero lo más importante es que el progreso continúa constantemente en nuestro propio pensamiento. Esto es algo de lo que me di cuenta no hace mucho. Estudiar a diario la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana y otra literatura de la Ciencia Cristiana —poniendo en práctica la verdad— nos ayuda a progresar en nuestra comprensión de Dios y de nuestra verdadera identidad como Su imagen y semejanza. El progreso se mide por lo que comprendemos de Dios, la Mente divina infinita, el creador del todo afectuoso del universo, el Padre-Madre de todos nosotros. El progreso se ve en nuestra comprensión de la constante y activa presencia del Amor divino, y se prueba en la curación.

Quizá comencemos a estudiar la Ciencia Cristiana en busca de curación física o de una solución para nuestros problemas económicos o emocionales. Sin embargo, lo maravilloso de ella es que la curación genuina es espiritual porque Dios es el Espíritu infinito; Él es Todo-en-todo y solo causa el bien. Por lo tanto, la curación es un resultado de nuestra comprensión de la perfección siempre presente de Dios, de nuestra unidad con Él, por ser Sus hijos amados. Tener esta comprensión muy clara en nuestra consciencia cambia el cuadro humano porque cambia nuestro pensamiento, y el cuadro se vuelve armonioso.

¿De dónde, pues, proviene el llamado adversario para oponerse a la curación?

El Merriam Webster’s Dictionary of English Usage, define adversario como: “aquel que contiende, se opone o resiste”. Y en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras,  Mary Baker Eddy escribe: “Un adversario es uno que se opone, niega, disputa, no uno que construye y sostiene la realidad y la Verdad” (pág. 580).

Podemos decir, entonces, que el adversario estaría caracterizado por la crítica, la impaciencia, el temor, la culpa, por pensamientos de indignación acerca de todo lo malo que ocurre alrededor del mundo, que muchas veces nos hace juzgar, condenar, enojarnos o frustrarnos. Estos pensamientos y sentimientos pueden parecer muy reales y poderosos, pero en realidad, son simplemente una supuesta resistencia contra Dios.

En la Ciencia Cristiana aprendemos que toda la creación de Dios es pura, espiritual, completa y perfecta, como leemos en el verdadero registro de la creación: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Lo que Dios creó es completamente bueno y perfecto, y Él lo creó todo. De modo que, en la creación divina no hay lugar para un adversario, para nada que se oponga a Dios, el bien.

En la creación divina no hay lugar para un adversario, para nada que se oponga a Dios, el bien.

Al vigilar diariamente nuestros pensamientos, manteniéndolos de acuerdo con la verdad, comprendemos que todos somos ideas perfectas de Dios, que la Mente divina es la única fuente de pensamientos e ideas, y, por lo tanto, que nuestra consciencia está llena solo de pensamientos puros derivados de la Mente divina, con aspiraciones abnegadas y móviles afectuosos.

Nuestro dedicado estudio de la Ciencia Cristiana y nuestro compromiso con el crecimiento espiritual nos lleva a comprender el Primer Mandamiento, el cual dice: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3). Vivir el Primer Mandamiento al máximo de nuestra comprensión es muy importante. No tener otros dioses es no aceptar ningún argumento que trate de convencernos de que el mal es real y que puede haber cualquier cosa opuesta a Dios. Pero para ello debemos vigilar nuestros pensamientos, de manera de poder identificar aquellos que afirman que el mal es real, y eliminarlos de nuestra consciencia.

Podemos discernir qué pensamientos tenemos que mantener en la consciencia por ser verdaderos. Al aceptar solo el bien en nuestra consciencia, sin tener en cuenta lo que los sentidos tratan de mostrarnos, estamos viviendo el Primer Mandamiento. Al declarar con persistencia nuestra verdadera individualidad como hijos amados de Dios, crecemos en fortaleza y podemos vivir con humildad este mandamiento a diario. Tener esta consciencia espiritualizada nos permite superar la creencia en un adversario opuesto a Dios.

En una ocasión, cuando estaba todavía viviendo en Brasil, bajé de un autobús y me di cuenta de que había dejado la mochila en la cual estaba mi billetera, mis tarjetas del banco, las llaves de mi casa, mi teléfono y documentos importantes. Las personas a mi alrededor notaron mi desesperación y me preguntaron qué había pasado. Todos estaban seguros de que nunca más vería mis pertenencias, y que quien quiera que encontrara mi mochila la tiraría después de haber tomado el dinero y las cosas de valor que había en ella.

Esa era una oportunidad para eliminar al adversario, la pretensión de que algo podía estar fuera del gobierno de Dios, o que un hijo de Dios podía expresar deshonestidad.

Oré reconociendo que Dios es la Mente divina, el Amor divino, que solo causa el bien. Luego me identifiqué a mí misma y a todos como la manifestación de la Mente divina. Me di cuenta de que tenía que perdonarme a mí misma, dado que me sentía culpable por haberme olvidado la mochila en el autobús.

De camino a casa rechacé todos los argumentos sobre deshonestidad y con firmeza declaré la totalidad de Dios y Su control sobre todo. Dije en voz alta: “Yo sé que Dios es todo y solo el bien está sucediendo realmente. No tiene importancia lo que ocurre en el escenario humano, yo no voy a aceptar, ni por un momento, que el mal es real. El mal jamás fue real, no es real ahora, y nunca lo será, porque el Amor, Dios, está siempre presente y tiene todo el poder”.

Llegué a casa sin saber todavía qué hacer, pero confiaba en Dios. Muy pronto mi hijo comenzó a recibir mensajes en su celular, enviados desde mi teléfono celular por la persona que había encontrado mi mochila. La recuperamos intacta, nada se había perdido ni había sido robado.

Esta experiencia me demostró que el adversario no es una persona, una cosa o un poder, sino simplemente el resultado de una creencia en muchos dioses, en el sentido material que jamás nos muestra lo que es real o lo que está realmente ocurriendo en el universo de Dios. ¡Qué alegría es saber que superamos esta creencia a medida que vemos la irrealidad de un escenario material inarmónico, y reconocemos el gobierno armonioso de Dios sobre todo el universo!

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