Santiago había resuelto muchos problemas por medio de la Ciencia Cristiana. Sabía que confiar en Dios, su Padre-Madre, y comprender que él mismo es hijo de Dios, podía resolver cualquier cosa.
Un día, cuando nadaba en la piscina de un vecino, un amigo notó que Santiago tenía unas llagas dolorosas en la planta de un pie, y le dijo que un médico debía quitárselas porque eran verrugas que estaban creciendo hacia adentro. Este amigo también le dijo que él había tenido esa misma condición, y que solo se podían sacar con cirugía.
Santiago se lo contó a su papá, y los dos estuvieron de acuerdo en que tendría que recibir ayuda para superar la situación. Así que fue a ver a una practicista de la Ciencia Cristiana. Aunque muchas veces había recibido tratamiento en la Ciencia Cristiana, Santiago nunca había visitado la oficina de un practicista. Miró con mucho interés el alegre cuarto. Respondió con facilidad las preguntas de la practicista sobre su comprensión de la Ciencia Cristiana. Le contó sobre las diversas curaciones que había tenido, y le aseguró que él sabía que esas llagas dolorosas del pie se podían sanar con la oración.
La practicista le pidió que leyera este pasaje del libro de texto, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “Una idea espiritual no tiene un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que es nocivo” (pág. 463).
Luego hablaron sobre cómo eliminar totalmente cualquier cosa dolorosa o desagradable con verdades espirituales, las cuales corrigen las creencias falsas acerca de la salud. Santiago pudo ver claramente que lo que necesitamos es la verdad, no operaciones.
La practicista le preguntó: “¿Cuál es la verdad concreta que eliminará esta condición nociva por la cual me has venido a ver?”
Él pensó por unos momentos; luego dijo con regocijo: “¡Claro!, la verdad es que yo no tengo ‘ni un solo elemento de error’, ¡porque yo soy la idea espiritual de Dios!”
La practicista aprobó con una sonrisa esta respuesta. Dijo: “Estás en lo cierto. Esta es la verdad que produce la curación. Cristo Jesús sabía esto tan bien que podía sanar instantáneamente todo lo que era nocivo para la salud y felicidad de los hombres. Él siempre veía la idea espiritual de Dios, en lugar de un mortal enfermo o infeliz. Y prometió que otros también podrían hacer este trabajo de curación”.
Juntos buscaron estas palabras de Jesús en la Biblia, y Santiago las leyó en voz alta: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12).
Santiago dijo con aire pensativo: “Bueno, yo creo eso”. Después de hablar unos momentos más, la practicista le dio un tratamiento, como se llama la oración en la Ciencia Cristiana, y se despidieron.
Unas semanas después, cuando Santiago estaba saltando en su cama, su papá notó que el pie de Santiago no tenía rastro alguno de las verrugas. Había sanado por completo. Le preguntó a Santiago sobre ello, y este le respondió: “Oh, se cayeron al día siguiente que visité a la practicista. Lo que pasa es que los dos sabíamos que yo soy una idea espiritual por lo que no hay nada desagradable en mí. Eso era lo único que teníamos que saber sobre las verrugas. El poder de Dios me sanó”.
Entonces Santiago le escribió esta carta a la practicista:
“Querida amiga:
Estoy muy contento de que al día siguiente que fui a verte mi pie ya no tenía ninguna verruga. Estoy feliz de haber hablado contigo. Pienso que hablar contigo me ayudó muchísimo. Gracias por haberme dedicado tu tiempo.
Con cariño, Santiago”