Santiago había resuelto muchos problemas por medio de la Ciencia Cristiana. Sabía que confiar en Dios, su Padre-Madre, y comprender que él mismo es hijo de Dios, podía resolver cualquier cosa.
Un día, cuando nadaba en la piscina de un vecino, un amigo notó que Santiago tenía unas llagas dolorosas en la planta de un pie, y le dijo que un médico debía quitárselas porque eran verrugas que estaban creciendo hacia adentro. Este amigo también le dijo que él había tenido esa misma condición, y que solo se podían sacar con cirugía.
Santiago se lo contó a su papá, y los dos estuvieron de acuerdo en que tendría que recibir ayuda para superar la situación. Así que fue a ver a una practicista de la Ciencia Cristiana. Aunque muchas veces había recibido tratamiento en la Ciencia Cristiana, Santiago nunca había visitado la oficina de un practicista. Miró con mucho interés el alegre cuarto. Respondió con facilidad las preguntas de la practicista sobre su comprensión de la Ciencia Cristiana. Le contó sobre las diversas curaciones que había tenido, y le aseguró que él sabía que esas llagas dolorosas del pie se podían sanar con la oración.
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