Un día después del nacimiento de nuestro hijo Daniel (mi esposa todavía estaba en el hospital), recibí una llamada de la jefa de enfermeras. Me dijo que debía ir cuanto antes. Algo había ocurrido, y tenían que transferir al bebé de inmediato a la unidad de terapia intensiva del centro médico universitario. Como la enfermera parecía estar muy atemorizada, no dudé en llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana listada en El Heraldo, para pedirle tratamiento con la oración. Yo la conocía porque se desempeñaba como Primera Lectora en una de las Iglesias filiales de Cristo, Científico, en Berlín, y debido a la inmensa espiritualidad que expresaba, yo confiaba totalmente en ella. La practicista simplemente dijo: “Me alegro de que me haya llamado. Voy a ponerme a orar de inmediato”. Mientras manejaba hacia el hospital, me llegó el siguiente mensaje enviado por Dios: “La verdad vence el temor” (Mary Baker Eddy, Christian Science Hymnal Nº 160, Spanish translation © CSBD). La verdad acerca de Dios y el hombre, cuando es comprendida, siempre vence el temor. El temor es la raíz de todos los problemas. Es una forma de pensar basada en la materia que sugiere que estamos separados de Dios.
Cuando llegué al hospital, me encontré con una increíble ola de temor, de parte de mi esposa, así como del personal médico. Sin embargo, gracias a mi serena confianza de que nuestro hijo estaba a salvo por estar bajo el cuidado de Dios, el temor de mi esposa desapareció. A pesar de la evidencia de que nuestro bebé tenía una seria dificultad, aprecié profundamente haber recibido la idea que Dios me había enviado, y me aferré de todo corazón a ella. En metafísica el pensamiento más elevado siempre gobierna al inferior, y esto es muy importante porque yo sabía que la verdad que me estaba inspirando anularía los temores y expectativas negativas de los otros. También estaba profundamente agradecido por haber llamado a la practicista para que me apoyara.
El temor es la raíz de todos los problemas, una forma de pensar basada en la materia que sugiere que estamos separados de Dios.
Entonces, manejé hasta el centro médico universitario, siguiendo de cerca a la ambulancia, pues, no conocía el lugar. Pusieron a nuestro hijo en la unidad de terapia intensiva. Yo me comuniqué con mi empleador y le pregunté si me podía dar tiempo libre del trabajo, a lo cual accedió. Mi esposa y yo nos turnamos para quedarnos con el bebé las 24 horas, y la practicista estuvo orando por él todo el tiempo. Le habíamos explicado al personal médico que queríamos apoyarnos en el tratamiento en la Ciencia Cristiana para la curación de nuestro hijo, y si bien estuvo bajo observación médica, no recibió ninguna medicación. Pasé las noches a su lado, y oré sin cesar. Me sentía inspirado por la verdad de que todos moramos en la totalidad de Dios, y que ninguna enfermedad, temor o desaliento, puede entrar en Su totalidad, la cual está llena únicamente de bondad, armonía, amor y paz. Mientras oraba, percibí que Dios nos estaba gobernando a cada uno de nosotros, incluso a mi hijo. Si nuestra consciencia está llena de la verdad, ¿cómo es posible que haya lugar para el temor o la duda? Estos no existen en la omnipotencia de Dios, que está siempre acompañada de felicidad y salud. La verdadera adoración nos capacita para poner nuestra confianza con toda fe en el bien, para mirar más allá del cuadro falso que nos presentan los sentidos materiales, y para contemplar la perfección de lo que realmente es, de todo lo que Dios ha creado. Si realmente comprendemos esto, el cuadro cambia y se produce la curación. Mary Baker Eddy escribe: “La Mente inmortal, que gobierna todo, debe ser reconocida como suprema tanto en el así llamado reino físico como en el espiritual” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 427).
Todavía recuerdo cuando en las tempranas horas de la mañana, yo miraba hacia el parque con sus altas y poderosas hayas. Estos árboles se transformaron para mí en un símbolo de constancia y fortaleza. Aunque no podemos “ver” a Dios con nuestros ojos, podemos percibir Sus efectos, por ejemplo, en la bondad y cuidado de los enfermeros que con tanto amor nos permitieron apoyarnos en Dios para la curación, y estaban siempre de guardia, turnándose, día y noche. También me di cuenta de que el trabajo espiritual de oración que yo estaba haciendo cumplió una función clave. Esto me inspiró a continuar mi trabajo de oración e incluir a todos, porque sabía que todo lo que bendecía a nuestro hijo bendeciría a todos los niños, incluso a sus padres.
Después de dos semanas y media, nos dijeron que nuestro hijo estaba bien, y que lo podíamos llevar a casa. De acuerdo con el informe del médico, nuestro hijo había sufrido de una hemorragia interna debido a la ruptura de un vaso sanguíneo. Su condición había sido crítica porque había perdido la mitad de su sangre durante el traslado del hospital al centro médico universitario. Con profunda gratitud y alegría, comprendí que Dios lo había sanado cuando muchos pensaron que el caso estaba perdido. Nuestra firme e inamovible confianza en la omnipotencia y omnipresencia del bien, había sido su protección. La practicista que había orado por él, después me contó acerca de todas las referencias bíblicas con las que había estado orando, agregando que ella sentía que, en cierto sentido, él había vuelto a nacer. Y realmente, nuestro hijo ha sido tremendamente bendecido por todas las oraciones. Durante su niñez, la gente se alegraba cuando él estaba presente debido al amor increíble que irradiaba. Lo llamábamos “Dani, nuestro sol”.
Esta curación continúa bendiciendo a mi hijo hasta hoy. Ahora está felizmente casado, y después de tan solo cuatro años de estar en su trabajo, ocupa un puesto ejecutivo importante. Sus amigos lo quieren mucho y lo consideran un héroe por la carrera que ha hecho como resultado de sus buenas cualidades y fortaleza espiritual. Es un ejemplo de la bendición que trae la oración cristianamente científica.
Para mí esta ha sido una experiencia sagrada, y continúa siendo una fuente constante de gratitud en mi vida. Ha sido siempre un faro a lo largo del camino hacia la comprensión espiritual del amor y la bondad de Dios.
Reiner Siebke, Berlín