A lo largo de mi vida he experimentado diversas separaciones con miembros muy cercanos de mi familia (esposo, hijos, madre), todas por diversos motivos. Algunas fueron separaciones organizadas, otras impuestas por situaciones inesperadas, algunas temporarias y otras definitivas. He notado que todas estas experiencias me han impulsado a crecer espiritualmente, a buscar respuestas más allá de la materia. Me han demostrado que ciertamente “los desafíos son pruebas del cuidado de Dios” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 66).
En todos esos casos, se hizo necesario reorganizar mi vida humana nuevamente. Hubo períodos de gran exigencia, estudio y progreso. Hubo momentos que me llevaron a profundizar y adquirir una comprensión más espiritual acerca de la familia. ¿Cuáles son sus bases? ¿Cuánto permitimos que Dios nos gobierne en nuestras relaciones familiares? Mary Baker Eddy escribió: “Hay libertad moral en el Alma. Nunca restrinjas a alguien el horizonte de sus miras nobles mediante la exigencia egoísta de todo su tiempo y sus pensamientos… El hogar es el lugar más querido en la tierra, y debiera ser el centro, aunque no el límite, de los afectos” (Ibíd., pág. 58).
Entender el consuelo que Dios nos da es aceptar Su guía, Su misericordia, Sus enseñanzas.
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