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Apreciados lectores:

Del número de octubre de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la vida cotidiana todos estamos sujetos a muchas formas de gobierno. Las leyes se establecen para proteger los intereses nacionales y sociales, pero también para proteger las libertades individuales, de manera que las personas puedan vivir y trabajar juntas en paz. También hay otras leyes que son tan globales que casi no pensamos en ellas, como por ejemplo las leyes de la mecánica, que rigen todo movimiento físico. Pero en realidad hay un solo gobierno, el gobierno de Dios, la Mente divina.

La Biblia dirige estas palabras de alabanza a Dios: “Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado” (Apocalipsis 11:17). Y esto nos lleva al meollo del asunto: Dios es todopoderoso. En griego, la descripción es aún más específica; Dios es llamado παντοκράτωρ (Pantokrator), que es todo-gobierno. Su gobierno espiritual incluye todo, y se refleja en el gobierno apropiado de todos los aspectos de la vida humana, desde las decisiones minuto a minuto de los individuos, hasta el gobierno de las superpotencias.

Cuando comprendemos el gobierno de esta manera, vemos que es confiable. Puesto que Dios, el inmutable Principio divino, gobierna, el verdadero gobierno es eternamente inmutable. No depende de la casualidad o de personalidades.

Quienes colaboran en esta edición de El Heraldo describen las experiencias en las que han demostrado el gobierno de Dios, la Mente divina, por sí mismos. Han encontrado gran alegría al reconocer el gobierno de la Mente, al confiar en él, y al esforzarse para ver que se manifiesta con mayor claridad en sus propias vidas todos los días. Han visto que el gobierno de Dios responde a todas las necesidades, tales como el cuidado de niños, la salud, la paz, el conocimiento, y la unidad. Y han encontrado que pueden bendecir a otros, exactamente sobre la misma base.

Y todos nosotros podemos hacer esto. El gobierno de Dios nos abraza, nos protege y nos da innumerables oportunidades para amar y bendecir a nuestros semejantes.

Christian A. Harder 

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