He sido estudiante de la Ciencia Cristiana toda mi vida. Cuando estaba en la universidad, fue de gran ayuda para mí en los exámenes. En ocasiones, tenía materias muy difíciles, que requerían de una gran comprensión y de estar razonando conceptos muy abstractos. Esto hace que sea casi un reto para el alumno, poder convencer por medio de un examen a un maestro, que uno sabe la materia.
Yo trabajaba y estudiaba al mismo tiempo, y tenía una vida muy ocupada. Así que en muchas ocasiones llegaba 15 o 20 minutos tarde a una de mis clases, y también a sus exámenes.
En una oportunidad llegué tarde a un examen. El maestro me dijo: “No creo que acabes, Antero, con el examen, pues, todos estos jóvenes están desde que inició la clase y no han podido acabar”. Yo simplemente le dije que haría el examen y contestaría hasta donde alcanzara el tiempo. Me senté e hice el examen, y fui uno de los primeros en terminar.
Me había preparado muy específicamente para ese examen. Aparte de estudiar, oré sabiendo que la Mente, Dios, es la fuente de la verdadera inteligencia, y como esto es verdad yo tendría la inteligencia de saber lo que necesitaba saber. Así que me puse a contestar las preguntas y terminé. Días después, el maestro dio las calificaciones y me había sacado un nueve, que es casi excelente.
Tiempo después, tuvimos el examen final. También para este examen llegué tarde por cuestiones de trabajo. Allí fue cuando me enteré de que el maestro creía que en el primer examen yo me había copiado. Entonces me mandó a sentar en una esquina al fondo, donde no había nadie.
Esta vez también me había preparado. Leí la pregunta “¿Qué es la Mente?”, en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, y la primera parte de la respuesta dice: “La Mente es Dios” (pág. 469). Entendí claramente que Dios es la Mente que lo sabe todo y ocupa todo el espacio, y que no hay ninguna otra inteligencia.
En esa misma página está la pregunta “¿Qué es la inteligencia?”, y la respuesta es: “La inteligencia es omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia. Es la cualidad primaria y eterna de la Mente infinita, del Principio trino y uno —la Vida, la Verdad y el Amor— llamado Dios”. Tomé más consciencia de las cualidades espirituales de la Mente divina, y de que yo, por ser su reflejo, expreso esas mismas cualidades. Con este conocimiento más específico acerca de Dios, pude contestar todas las preguntas. En ese examen final me saqué una calificación de diez.
Cuando fui a recoger mi calificación, el maestro me dijo: “Dígame, ¿cómo lo hizo? Más en su situación, que trabaja y que casi nunca llegaba temprano a clase por su trabajo”. Entonces le dije que todos reflejamos la misma inteligencia, Dios; todos reflejamos el mismo entendimiento, que proviene de Dios. Esto es verdad del maestro que da la clase, y es verdad de aquellos que aprenden de esa clase. Esto le agradó mucho, tanto que, en los años siguientes, cuando me inscribí en otros cursos con él, nunca más tuvimos dificultad con respecto a las calificaciones en los exámenes.
Yo leo Ciencia y Salud a diario, y de ese modo me vienen las ideas que necesito para el día. Ahora aplico este conocimiento acerca de la Mente a mi trabajo en los negocios. Por ejemplo, cuando tengo que hacer negociaciones, mantengo firme en el pensamiento que no hay personalidades con diferentes mentes, porque todos expresamos la misma Mente; por lo tanto, la persona a quien presento nuestros proyectos es receptiva a las ideas correctas, tanto como yo.
Entendí claramente que Dios es la Mente que lo sabe todo y ocupa todo el espacio, y que no hay ninguna otra inteligencia.
Siempre me ha gustado como comienza el Prefacio de Ciencia y Salud que dice: “Para aquellos que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones” (pág. vii). Me he dado cuenta de que esas bendiciones se manifiestan de diferentes maneras; pueden ser una buena negociación en el trabajo, una buena calificación en un examen, o alguna cosa que se necesite en el día.
Por ejemplo, cuando uno está buscando trabajo y no logra encontrarlo, puede recurrir a esa declaración y realmente confiar en que Dios es el que nos sostiene; Él nos da todo lo que necesitamos, nos da el entendimiento de que ya somos completos, que somos perfectos en Dios porque somos Sus hijos.
Este concepto correcto acerca del hombre, me ha guiado en ocasiones a ayudar a la gente. En una oportunidad, iba por la calle y un mendigo me pidió una moneda; le di algo de cambio, y me sentí impulsado a decirle: “Tú ya tienes todas las cualidades para tener un trabajo. Estás completo”. Esto me hizo ver claramente que todos tenemos cualidades espirituales, y podemos demostrar esta verdad de tener las habilidades perfectas para tener un trabajo, dondequiera que sea, aunque tengamos que comenzar trabajando en algo muy humilde.
De modo que he llegado a comprender que Dios ya nos ha dado todas las cualidades y el entendimiento que necesitamos, y que nuestra tarea es movernos, avanzar y usar los talentos que Dios nos da, no quedarnos quietos y no hacer nada. Puesto que Dios nos da las cualidades espirituales y las ideas, nosotros tenemos que utilizarlas.
En la Biblia hay una historia que ilustra esto. Muy pronto después que Moisés saca al pueblo israelita de Egipto, empiezan los reclamos porque no tenían qué comer (véase Éxodo 16: 1–18). Entonces Dios les manda maná, el pan que cae del cielo. Pero ellos tenían que tomar una canasta y moverse para recogerlo. Lo mismo ocurrió con el agua; ellos tuvieron que tomar una vasija e ir a tomar el agua. Es decir, que Dios siempre nos da nuestra provisión de ideas espirituales, pero nosotros tenemos que recoger nuestro maná, estas ideas, mediante la oración, y poniendo en práctica las cualidades de Dios. Entonces nos sentimos satisfechos.
Me he dado cuenta de que si Dios me bendice, Él también bendice a otros y la gente se beneficia con mi trabajo. Dios realmente me da la capacidad de bendecir a otros. Cuando la Sra. Eddy dice: “…el día de hoy está lleno de bendiciones”, ella incluye las bendiciones que nos vienen, no solo a nosotros, sino a los demás.
Nuestra habilidad para bendecir es sumamente importante. Podemos bendecir a la gente que nos rodea, como hizo Cristo Jesús a través de su obra sanadora. Él enseñó a sus discípulos a hacer esto también. Y necesitamos comprender esto y entrar en acción, haciendo nuestro trabajo con gratitud, con alegría y con expectativa de bien.
Original en español
