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La alegría de crecer espiritualmente

Del número de octubre de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Junio de 2016.


Si piensas que es raro sentir alegría cuando uno ora, estudia profundamente y crece espiritualmente en la Ciencia Cristiana, piensa en esto: “¿Acaso no llena de profunda alegría comenzar a comprender y a probar las infinitas posibilidades de vencer las limitaciones y las desarmonías de la materia? ¿No es inspirador comenzar a probar paso a paso que la materia, con todas sus jactanciosas pretensiones de ser verdadera sustancia, no es lo que aparenta ser?  

Mary Baker Eddy habla acerca de un período de estudio profundo después de su descubrimiento de la Ciencia Cristiana. Ella investigó la Biblia para descubrir más sobre lo que se encuentra detrás de la significativa curación que experimentó en aquel entonces. Ella escribió: “La búsqueda fue dulce, calma, y animada con la esperanza, no egoísta ni deprimente” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 109).

Cristo Jesús, quien habló de la alegría en muchas oportunidades, caminó sobre el agua, resucitó muertos, alimentó multitudes, y luego se resucitó a sí mismo de la tumba y más tarde ascendió. Debido a su gran amor y promesa a aquellos que estén dispuestos a seguirlo, dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará…” (Juan 14:12).

Aunque ciertamente tenemos que crecer mucho espiritualmente antes de estar listos para poder caminar sobre el mar, queremos crecer en gracia para alcanzar este tipo de altura espiritual. ¿No es ese el punto que sustenta las enseñanzas de Jesús, demostrar que Dios es Todo, y que la materia no es la realidad del existir?

Entonces, ¿dónde comenzamos? O mejor dicho, ¿cómo crecemos para realizar las mismas obras de las que habló Jesús? Como Científicos Cristianos, quizás ya estemos probando muchas de las verdades de la realidad espiritual al sanar, pero para poder comprender plenamente el reino de los cielos que está dentro de nosotros, todos tenemos que aprender más acerca del Amor divino. 

Al dedicarnos diariamente a estar en comunión con Dios, confiamos cada vez más en la curación porque estamos cultivando un mayor entendimiento de nuestra unidad con Él.

Una forma de percibir más constantemente qué significa amar a Dios y sentir el amor de Dios, es conocer mejor la Biblia. A medida que estudiamos y oramos con ella más profundamente, los personajes de la Biblia y sus enseñanzas espirituales se convierten en nuestros amigos. Esto tiene un efecto que eleva nuestro pensamiento, inspirándonos y despertando nuestra percepción espiritual para sentir las más grandes alegrías del Amor divino. Hay momentos en que realmente siento como si estuviera ahí mismo con él, y Cristo Jesús me estuviera enseñando; eso es porque sus enseñanzas son eternas, no son confinadas ni limitadas por restricciones materiales. Sus enseñanzas, como el Sermón del Monte (Mateo 5-7), nos ponen en el camino de la vida eterna. Él guía a sus seguidores a desechar los rasgos de la mentalidad carnal como son la envidia, los celos y la dureza de corazón, y a reemplazarlos con la expresión genuina del amor espiritual, el perdón, la honestidad y la humildad. En otras palabras, él nos lleva a buscar ese entendimiento más elevado de Dios que resulta en una regeneración espiritual del pensamiento. Esta “nueva” consciencia más semejante al Cristo resplandece, al hacernos mejores sanadores cristianos, amigos y compañeros de trabajo.

Este tipo de estudio devoto de la Biblia naturalmente incluye los escritos de Mary Baker Eddy. A medida que conocemos estos libros de manera más profunda, el materialismo comienza a desbaratarse en el pensamiento, y nos permite sentir la luz de la presencia del Amor con más fuerza.

Sin embargo, cabe preguntarse, ¿es realmente posible en esta época materialista hacer las obras que Jesús dijo que debíamos hacer? La Sra. Eddy aborda esta cuestión en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, donde escribe, “Que esas maravillas no se repitan con mayor frecuencia hoy, proviene no tanto de la falta de deseo como de la falta de crecimiento espiritual” (pág. 243).

Jesús sabía cuán importante era estar un tiempo a solas con Dios. La Biblia nos dice que en ocasiones pasaba toda la noche en oración, y después bajaba de la cima de la montaña y sanaba a las multitudes (véase Lucas 6: 12-19). Nosotros también podemos aprender a pasar más tiempo en oración “en la cima de la montaña”. Al confiar en Dios para proveernos de oportunidades diarias de momentos de quietud en oración, vamos a ver que el camino se abre para encontrar y utilizar esos momentos. Por ejemplo, comenzar nuestros primeros momentos del día en comunión con Dios, trae una mayor sensación de paz, estabilidad y fortaleza para enfrentar los acontecimientos del día.

Al ocuparnos diariamente de estar en comunión con Dios, nos volvemos más confiados en la curación porque estamos cultivando un mayor entendimiento de nuestra unidad con Dios. Este entendimiento de nuestra unidad con Dios es muy importante para nuestra obra sanadora. ¿Acaso no dijo Jesús: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30), y “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:30)? Podemos afirmar constantemente que reflejamos a la Mente divina única todo el día. Este tipo de oración incesante da mayores perspectivas sobre la realidad espiritual, y como dice la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “Estar familiarizado con la Ciencia del ser nos capacita para comunicarnos más ampliamente con la Mente divina, para prever y predecir los acontecimientos que conciernen al bienestar universal, para estar divinamente inspirados, sí, para alcanzar el ámbito de la Mente ilimitada” (pág. 84).

Confiamos en lo que conocemos. El tiempo que pasamos en devota comunión con Dios nos permite tener y reconocer una sensación más tangible de que Dios nos ama y que nosotros lo amamos a Él. Vamos más allá del “conocimiento” intelectual de que Dios nos ama y de que amamos a Dios. Tener la letra de la Ciencia Cristiana sin el espíritu puede hacernos sentir indiferentes, incurables o tristes. Pero llegar a conocer a Dios con un corazón receptivo en consagrada comunión, nos ayuda a vivir el espíritu y no sólo conocer la letra. La Sra. Eddy dice: “Estudia a fondo la letra y embebe el espíritu” (Ciencia y Salud, pág. 495). Cuando nos sentimos imbuidos del amor espiritual, es natural que lo irradiemos a otros. Este es un aspecto de la alegría de crecer espiritualmente.

Sin embargo, los sentidos materiales y su sentido limitado de la existencia pueden tratar de convencernos de que no tenemos horas para estar en oración: “Tengo trabajo que hacer”; “Necesito recoger a los chicos de la escuela”; “¡Y luego están esas fotos para publicar en las redes sociales!” Dios obra en la eternidad, no en el tiempo. Al poner en práctica el Primer Mandamiento, “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3), encontramos que las cosas del mundo comienzan a acomodarse en relación a nuestra primera prioridad de conocer mejor a Dios. Moisés es un ejemplo de lo que significa llegar a conocer profundamente a Dios, porque la Biblia nos dice que Dios hablaba con Moisés como cualquier hombre habla con un amigo (véase Éxodo 33:11, según la Biblia King James).

Incluso si la alegría parece estar diluyéndose durante un período de prueba, puede reavivarse recurriendo genuinamente al Amor divino.

A medida que obtenemos nuevas vislumbres de Dios y el hombre, aprendemos el lenguaje del Espíritu. A medida que conocemos más de Dios, tenemos más fluidez en este idioma espiritual. Descubrimos que pensamos y reconocemos las ideas espirituales que vienen de Dios con mayor facilidad; nos vemos a nosotros mismos como el reflejo perfecto de Dios; rechazamos más naturalmente las opiniones equivocadas del hombre como enfermo, pecador y moribundo. Cuando vivimos en esta altitud más elevada del Amor divino, nuestra experiencia diaria pierde parte de la aparente dualidad de la existencia material; el Espíritu se hace cada vez más real en nuestro pensamiento. Un efecto de este cambio de pensamiento o regeneración es que experimentamos cosas maravillosas. El parloteo feo, sin sentido que a veces nos rodea nos afecta menos. Expresamos más paciencia, caridad, y criticamos menos a los demás. Empezamos a vivir el amor de Cristo. Hay una libertad increíble en este tipo de crecimiento espiritual. Debido a que nuestros pensamientos están más constantemente en paz, tenemos más pensamientos semejantes a Dios, pensamientos celestiales. Estos pensamientos celestiales son reflejos del Alma y su armonía, y nos traen curación a nosotros mismos, a los demás y al mundo.

La Sra. Eddy deseaba que todos sus estudiantes tuvieran este tipo de libertad. Ella dice en Escritos Misceláneos 1883-1896: “Una cosa he deseado fervientemente, y de nuevo lo suplico sinceramente, a saber, que los Científicos Cristianos aquí y por doquier, oren diariamente en su propio beneficio; no verbalmente, ni de rodillas, sino mental, humilde e importunadamente” (pág. 127).

Cuando pasamos más tiempo en oración, nos damos cuenta de que siempre estamos listos para “desempeñar nuestra función en la curación”, sin importar lo que estemos haciendo, estamos listos para sanar, para ser “constantes en la oración” (Romanos 12:12). Nos volvemos más perspicaces y tenemos más de los pensamientos espirituales que nos dan respuestas a los problemas que pueden parecer insolubles o insuperables.

Basta con pensar en lo útil que es este tipo de crecimiento para un mundo tan necesitado de iluminación espiritual. Sí, ¡para hacer del estudio de la Ciencia Cristiana una prioridad, hay que tener disciplina! Sin embargo, puedo decirte por experiencia que cuanto más saboreas de esta fuente de la realidad espiritual por medio de la oración y el estudio, más querrás conocerla y buscarla. La realidad espiritual es el amanecer de las ideas infinitas de Dios en la consciencia. “A medida que los mortales obtengan perspectivas más correctas de Dios y el hombre, innumerables objetos de la creación, que antes eran invisibles, se volverán visibles” (Ciencia y Salud, pág. 264). Para mí la idea de encontrar la verdadera sustancia de la vida es algo que vale la pena el esfuerzo. Lo mejor que los sentidos materiales limitados tienen para ofrecer, nunca podría llegar siquiera a competir con el hecho de aprender acerca de la verdadera realidad.

Estudiar de nuestro precioso Pastor, la Santa Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, nos ayuda en nuestro viaje y nos conduce a tener una mayor alegría en la oración. La sensación verdaderamente inspirada de la presencia y el poder del Amor pueden llegar a ser naturales para nosotros, porque la presencia y el poder del Amor no pueden detenerse. Si te viene la idea de que “no puedo sentir el Amor de Dios”, no te rindas ¡persiste! Es inevitable que la falsa sensación de que hay una obstrucción material, dará paso a la presencia palpable del Amor divino. Incluso si la alegría parece disminuir durante un período de prueba, puede reavivarse volviéndonos genuinamente al Amor divino.

Un ejemplo del efecto del crecimiento espiritual tuvo lugar durante un período cuando estaba orando y aprendiendo más acerca de lo que significa ceder a la Mente única, Dios, tener “una Mente”. Estaba haciendo una tarea doméstica cuando de pronto me vino una inspiración sobre la irrealidad de un preocupante crecimiento que tenía debajo del brazo. Al instante, pude sentir el poder espiritual, y de inmediato el crecimiento comenzó a disolverse. En un par de días había desaparecido por completo.

Por medio de muchas otras curaciones he aprendido que cuando acallo el temor de los sentidos materiales, escucho a Dios. Jesús nos dijo claramente “no tengan miedo” (Marcos 5:36). Y en el capítulo de Ciencia y Salud titulado “La práctica de la Ciencia Cristiana”, la Sra. Eddy deja claro que disipar el temor es un requisito en la curación. A veces simplemente tenemos que estar quietos y volvernos de todo corazón a Dios y silenciar el temor. El miedo no nos pertenece. Es una imposición de los sentidos materiales, que se disipa cuando aceptamos al Amor divino.

¡Me sentí tan feliz cuando conocí la Ciencia Cristiana! Inmediatamente, la oración profunda y el estudio se convirtieron en una prioridad, y este deseo me llevó a dar los pasos para estar en la práctica sanadora tiempo completo. ¡Todos los días me siento muy agradecida por que esta es la forma en que puedo pasar mis días! Después de todo, mira lo que tenemos por delante. ¿Acaso no es una alegría pensar y comenzar a demostrar las ilimitadas posibilidades de practicar la curación en la Ciencia Cristiana?

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Junio de 2016.

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