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La oración reemplazó el pánico

Del número de octubre de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 22 de febrero de 2016.


No podía recordar casi nada. Eran las 11:30 de la noche, y tenía un examen de periodismo al día siguiente. ¿Qué había aprendido en clase todo el semestre?

Había estudiado, hecho todas mis lecturas, seguido el plan de estudio a la perfección. Pero ahora como que había un vacío en mi memoria. Tenía un nudo en el estómago, y ni siquiera podía pensar correctamente. ¿Tal vez tendría que ir a la biblioteca? ¿O tratar desesperadamente de aprender todo de golpe?

Fue entonces cuando, más allá de toda esa preocupación, escuché…

Puedes orar.

Me resistí a hacerlo porque pensaba que no tenía tiempo.

Pero el pensamiento volvió: Puedes orar.

Así que abrí mi Himnario de la Ciencia Cristiana en el Himno Nº 134, que comienza:

Te busco en mi necesidad
   y siempre Te hallaré;
al roce Tuyo, eterno Amor,
   renace el bienestar:
(Samuel Longfellow, traducción español © CSBD)  

Leí una y otra vez cada línea, absorbiendo las verdades como nunca antes.

En el primer versículo, lo que más se destacó para mí fue la idea de que podemos contar con Dios. Podemos recurrir a Él cada vez que nos sentimos perdidos o temerosos, y Su ayuda está a nuestro alcance allí mismo. El amor de Dios es tangible, podemos sentirlo, es reconfortante y sanador.

El comienzo del segundo versículo me recordó que no tenía que tener pánico:

La calma encuentra mi inquietud
   en Tu serenidad;
Tu vivificante vida fluye a mi redor
   cual fuente de salud. (Según versión en inglés)

Pero ¿qué quería decir con “vivificante”? Yo sabía que no tenía nada que ver con un pulso o pensamiento acelerado.

La Biblia habla de ser “vivificado por el Espíritu” (1º Pedro 3:18, según versión King James). Ser animado, inspirado.

Así que me di cuenta de que ser vivificado espiritualmente era muy diferente a andar a las corridas para hacer las cosas, aunque sea con la mejor intención. Ser vivificado espiritualmente significa que Dios me animaba a estar alerta a las formas en que podía manifestar amor, incluso en una situación difícil, y expresar y glorificar a Dios a cada paso que daba.

El tercer versículo me hablaba de esta promesa: “Me abriga Tu bendito amor,  /  Tu ley es mi sostén;  / Tu mano en todo puedo hallar”. ¿Sería que este examen era una oportunidad para ver la “mano” de Dios; para que viera el poder de la inteligencia divina, o Mente, en operación? El pánico fue cediendo un poco a medida que comprendí que aprobar esta prueba no dependía para nada de mí.

Con estos tranquilizadores pensamientos, me fui a la cama, y cuando desperté, me vino el pensamiento de caminar hasta el otro lado del campus e ir a una cafetería en la calle principal. Solo estábamos las ardillas y yo, caminando lentamente por el campus en aquellas tempranas horas de la mañana. Pero yo me sentía diferente; no me sentía abrumada ni preocupada, sino con mucha más confianza de que yo era realmente el reflejo de Dios, y que Dios era la fuente de toda inteligencia verdadera. El tiempo que pasé estudiando en la cafetería fue muy productivo. Poco a poco, empecé a recordar la información de mi clase de periodismo. Pero ya no estaba obsesionada con recordar todas las respuestas. Estaba sintiendo más mi unidad con la Mente divina, y eso estaba echando fuera el temor a fracasar.

Más tarde, con el libro de exámenes en mano, respire profundamente y leí la primera pregunta. ¡Yo sabía esa pregunta! Y luego la otra. Y la otra. A medida que escribía, las ideas simplemente fluyeron. Cuando el profesor anunció: “Es hora”. Pude recoger mi mochila y salir del aula con toda confianza y tranquilidad.

Pocas semanas después, apareció en la lista mi buena nota. No obstante, la victoria que permaneció conmigo fue la comprensión más profunda que adquirí de que Dios realmente está con nosotros en esos momentos de pánico o lucha, para apaciguar nuestra inquietud, para acallar nuestros temores, y para amarnos, guiarnos y traer curación.

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 22 de febrero de 2016.

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