Conoces la historia de la Navidad, ¿no es así? Fueron los pastores quienes anunciaron estas palabras después que el ángel de Dios se les apareció junto con una multitud de huestes celestiales, anunciándoles acerca del nacimiento del tan esperado Salvador. Los ángeles también le dijeron a los pastores que ellos encontrarían al bebé en un pesebre. A continuación, estos ángeles cantaron y alabaron a Dios, y proclamaron paz en la tierra y buena voluntad para la humanidad.
Imagina por un momento, la forma en que se describe en la Biblia: Es la mitad de la noche. Todo está en silencio. Y entonces aparecen estos ángeles, ¡celebrando en voz alta y cantando! ¿Les hubieras tenido miedo? ¿Te hubieras escondido entre las ovejas y quizá soltar los perros? En serio ¿lo hubieras hecho?
¡Pues no! Los pastores no tenían diplomas de escuela secundaria y tal vez ni siquiera sabían leer o escribir. Pero ellos sabían lo que los profetas en la Biblia habían dicho acerca de la llegada del Mesías y sin duda podían distinguir el bien del mal, y podían escuchar y pensar con claridad. Y tenían otra cualidad maravillosa: Eran de mente abierta, ¡espiritualmente receptivos!
Por lo tanto dijeron: “Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado” (Lucas 2:15).
¡Yo creo que es increíble! Los pastores estaban muy entusiasmados por ver finalmente al Salvador esperado. Y además de eso, estaban internamente preparados y abiertos para dar los pasos en una dirección inusual.
A veces me pregunto cómo reaccionaría si alguien tocara el timbre de mi puerta a medianoche para decirme que un coro de ángeles estaba en tal y tal lugar, cantando y anunciando un mensaje maravilloso de paz. ¿Me pondría mi abrigo e iría? ¿Lo haría? ¡No lo sé! Pensaría tal vez: “Vayan ustedes y canten sin mí. ¡Aparecerá en el periódico de mañana!”.
Pero, gracias a Dios, así no es como pensaron los pastores. No sólo eran de mente abierta. También tenían confianza. Ellos confiaron en los ángeles, siguiéndolos durante un par de horas caminando —o incluso corriendo— para ver al niño recién nacido, el hijo de la promesa.
Sí, este niño había sido anunciado siglos antes por el profeta Isaías quien dijo: “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos… Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro” (Isaías 9:2, 6).
Cuando uno lee eso, ya no le extraña que los pastores hayan estado llenos de gozosa anticipación o que, simplemente, se hayan dicho el uno al otro: “Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado” (Lucas 2:15).
¡Me encanta esta historia! En su claridad y simplicidad me enseña una y otra vez que debemos creer y confiar en los mensajes de Dios, los ángeles de Dios, y que debemos seguirlos. Entonces, seremos bendecidos con anuncios divinos y muy amorosos.
En uno de mis libros favoritos, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, la gran pensadora metafísica, Mary Baker Eddy, escribe algo acerca de esto y creo que vale la pena prestarle atención: “El pastor vigilante contempla los primeros tenues rayos del alba antes de que llegue el pleno resplandor de un nuevo día”. ¿No es esa una buena descripción de lo que le pasó a los pastores esa noche? La Sra. Eddy continúa, “Así brilló la pálida estrella para los pastores profetas; sin embargo, atravesó la noche, y llegó donde, envuelto en tierno amparo, se hallaba el niño de Belén, el heraldo humano del Cristo, la Verdad, quien había de aclarar al entendimiento oscurecido el camino de la salvación mediante Cristo Jesús, hasta que a través de una noche de error alborearan los rayos de la mañana y brillara la estrella guiadora del ser. Los Magos fueron guiados a contemplar y a seguir este lucero matutino de la Ciencia divina, que ilumina el camino hacia la armonía eterna” (pág. vii).
Este encuentro entre los pastores y los ángeles es tan notable y emocionante hoy en día, más de dos mil años más tarde, como lo fue en aquél momento. Después de todo, se trataba del cumplimiento de la centenaria profecía del nacimiento del Salvador. Y hoy podemos regocijarnos junto con los pastores.
¿O piensas que hoy en día ya no hay más “anuncios” de los ángeles? Oh, ciertamente que los hay, porque es el mismo Dios que, en Su gran amor, nos envía ángeles, sus mensajes y símbolos de verdad y amor. A pesar de que nuestro mundo de hoy puede ser más ruidoso de lo que era para los pastores, aún podemos escuchar la buena noticia de que Dios ama a Sus hijos, y que podemos confiar en Él, escucharlo, y estar en comunión con Él, —porque los mensajes de Dios, los ángeles de Dios, vienen a nosotros a través de la oración, dándonos una paz interior, independientemente de dónde estemos o lo que esté pasando a nuestro alrededor.
Y por eso el llamado del pastor es tan oportuno aún hoy en día: “Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado”. Así que pasemos —en nuestros corazones— y descubramos y experimentemos al Salvador, la evidencia del amor de Dios. El Mesías o Cristo, que Jesús encarnó, está todavía aquí y siempre lo estará. Cristo Jesús prometió eso a sus discípulos —y por lo tanto ¡también a nosotros! Él dijo, “yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).
Así que, ¿qué piensas? Estás confiado y seguro como un pastor, ¿cierto? Entonces, ¡pasemos!
Original en Alemán