Nuestro Maestro, Cristo Jesús, dijo: “El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17:20, 21).
Una vez, mientras pensaba acerca de las palabras de nuestro Maestro, esta pregunta vino a mi mente: Si el reino de Dios está dentro de mí ¿cómo es posible que yo pueda vivir en el reino de Dios? En mis oraciones y estudio de la Ciencia Cristiana, encontré que esta declaración que Mary Baker Eddy hace en Escritos Misceláneos 1883–1896, es muy útil: “¿Qué es el reino de los cielos? La morada del Espíritu, el reino de lo real. Allí no existe materia, no hay noche —nada que haga o diga mentira. ¿Está muy distante este reino? No: está aquí, siempre presente”. Y ella continua: “La primera en declararse en contra de este reino es la materia. ¿Puede llamarse herejía a aquello que aboga por el Espíritu —el Todo de Dios, y Su omnipresencia?
“Este reino de los cielos es el reino de la Ciencia divina: es un estado mental” (pág. 174).
¡Sí! El reino de los cielos es un estado mental, y nuestro sendero hacia el mismo es una mejor comprensión de nuestro ser como la imagen y semejanza espiritual de Dios. En la Biblia leemos: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. También “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:26, 31). Puesto que somos la creación de Dios, la Mente divina, nuestros pensamientos y deseos tienen su origen en Dios, el Espíritu. Si la Mente conoce solo el bien, nuestros pensamientos deben reflejar solamente el bien inherente a la Mente divina. Y a medida que nuestra consciencia se llena con el bien, experimentamos el reino de los cielos —“la morada del Espíritu”.
Por lo tanto, es muy importante estar constantemente conscientes de qué es lo que está pasando en nuestro pensamiento y qué conceptos estamos contemplando. Quizá nos demos cuenta de que lo que está en nuestro pensamiento algunas veces aparenta ser discordante. Pero cualesquiera sean los pensamientos argumentando por el mal, son el resultado de un supuesto error, o mente carnal. El así llamado error puede presentarse con diferentes máscaras, y Juan se refiere al mismo como el diablo, pero cualquiera sea la forma en que se presente, es siempre “mentiroso”, y “padre de mentira” (Juan 8:44). Como la Sra. Eddy dice en el pasaje de arriba, “nada que haga o diga mentira” está presente. Es solo la creencia en el mal o en una mente maligna, o en una existencia aparte del Amor divino lo que intenta hacernos creer que estamos fuera del reino de Dios, fuera de la consciencia de la armonía.
Podemos eliminar cualquier creencia discordante de nuestra consciencia al rechazar los argumentos que reclaman su realidad; al regresar a la verdad de que Dios nos creó a Su propia imagen y semejanza y que somos parte de Su creación espiritual, perfecta y enteramente buena. Además al comprender esto, y dado que la Mente divina es la única fuente de nuestros pensamientos, es evidente que todos los pensamientos discordantes no tienen origen real, no son realmente nuestros, y no nos pertenecen a ninguno de nosotros.
Podemos reclamar nuestros pensamientos puros que nos vienen de Dios. Mantener nuestra consciencia reconociendo la presencia y el poder de Dios fortalece nuestra comprensión y confianza en Dios, el bien, y de esta manera los argumentos de que alguna discordancia es real se disuelven.
Hacer esto puede requerir disciplina y devoción a Dios y una confianza en Él sin reservas. Considera, por ejemplo, la historia de Daniel en la Biblia (véase Daniel 1:1-20). Mientras aún era niño, él fue tomado de su casa, muy posiblemente en Jerusalén, y llevado a Babilonia, y a él y sus amigos les fue asignada una dieta especial de la carne y el vino del rey. Pero Daniel deseaba mantenerse fiel a su Dios y pidió que se le dieran sólo legumbres para comer y agua para beber, y “al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey”. Daniel era un hombre joven, sin embargo no tuvo temor de desafiar las órdenes del rey, sino que en vez de eso, pidió que se le permitiese ser fiel a su Dios. Su actitud no solo fortaleció su confianza en Dios, sino que también lo preparó para los acontecimientos que enfrentaría más tarde en su vida, incluso el ser arrojado en el foso de los leones (véase Daniel, cap. 6).
Esto último ocurrió porque, de nuevo, Daniel se mantuvo fiel a Dios. Continuó orando y dando gracias a Dios tres veces al día, a pesar de que el rey Darío había firmado un decreto estableciendo que, por treinta días, quienquiera que demandare una petición a “cualquier dios u hombre” fuera del rey, debía ser echado al foso de los leones. Sin embargo, cuando el rey fue al foso para ver qué había pasado, Daniel le habló y le dijo que ante Dios había sido hallado inocente, y también ante el rey. Daniel fue llevado afuera de forma segura y “ninguna lesión se halló en él, porque había confiado en su Dios”.
El reino de los cielos es un estado mental, y nuestro sendero hacia el mismo es una mejor comprensión de nuestro ser como la imagen y semejanza espiritual de Dios.
Esta historia bíblica muestra que confiar humildemente en Dios y ser fiel solamente a nuestro Padre-Madre, no solo nos salva del peligro, sino que también nos ayuda a darnos cuenta de que realmente estamos y vivimos en el reino de Dios. Todas las oraciones de Daniel probablemente lo ayudaron a mantenerse firme en la verdad espiritual de que Dios estaba siempre presente y lo gobernaba. Sus oraciones también lo ayudaron a preservar su pensamiento inocente. Probablemente no había elemento carnal alguno en la consciencia de Daniel, ningún sentido de culpa, temor, celos o resentimiento por ejemplo, que lo pudiera hacerse identificar o quebrantarse por el elemento carnal representado por los leones. Dedicar tiempo a la oración y confiar en Dios sin reservas debe haberlo hecho consciente de su inseparabilidad de Dios, permitiéndole experimentar la protección de Dios, incluso en lo que los sentidos materiales verían como la situación más terrible.
Nuestros pensamientos diarios son la base de nuestra experiencia. Lo que abrigamos en nuestra consciencia acerca de Dios y de nosotros mismos como ideas o niños amados de Dios, determina nuestra experiencia como más o menos armoniosa o discordante. Esto no quiere decir que Dios, el Amor divino, sea la causa de alguna discordia, porque en realidad Dios, el Amor divino, solo es consciente de Sus propios pensamientos, que son únicamente la expresión del bien, la ley de la armonía. Cualquier llamada discordia que parece surgir en nuestra vida cotidiana es solo una manifestación supuesta del error; pero, como dice la Sra. Eddy: “El error es una creencia falsa y mortal; es una ilusión, sin identidad o fundamento espirituales, y no tiene existencia real” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 287).
En el último par de años he estado cada vez más consciente de la armonía que se desenvuelve constantemente en mi experiencia diaria; un resultado directo de comprender que el “error”, o el mal, no es parte de la realidad de Dios. La armonía del reino de Dios es la única realidad que existe.
Por ejemplo, cuando fui aceptada para comenzar mi maestría en los Estados Unidos, en un principio yo creía que no sería capaz de asistir debido a que la matrícula era mucho más de lo que podía pagar. Oré para comprender que el plan de Dios para nosotros es siempre bueno y completo. Sin embargo, después de hacer una búsqueda de beca y trabajo, no encontraba una solución. Así que seguí orando para negar la mentira de la creencia en la escasez. Me esforcé por mantener el corazón y la consciencia llenos de gratitud, mediante el reconocimiento de que ¡todo lo que Dios hace es siempre bueno!
Un día en particular estaba orando y confiando en el mensaje de este pasaje de la Biblia: “Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5, 6). Estaba tan absorta en mis oraciones que no estaba muy consciente de las personas a mi alrededor. Pero entonces, una mujer de repente me saludó. Cuando la saludé de vuelta, ella me preguntó de dónde era, y yo le respondí. También le mencioné lo entusiasmada que estaba acerca de comenzar mis clases en la escuela donde había sido aceptada, pero añadí que también estaba un poco preocupada, porque hasta ese momento no había encontrado un trabajo o una beca que me permitieran pagar la cuota y los gastos de manutención.
Resultó que ella era la Directora de Graduados y Estudiantes Internacionales en la Oficina de Admisiones. Había una Asistencia para Graduados (AG) aprobada por su oficina, y ella me la ofreció. Esta AG no sólo pagó totalmente la colegiatura, sino que también proporcionó una asignación mensual, lo que me ayudó a pagar los costos de la matrícula y gastos de manutención. ¡Las bendiciones fueron mayores de lo que había anticipado previamente!
Esto fue sólo una prueba de que podemos superar los “leones” que tratan de imponerse en nuestra experiencia diaria, llenando nuestra consciencia con las verdades acerca de Dios como el Amor, la Mente, el Espíritu, y siendo sólo consciente del bien.
He experimentado tantas bendiciones y curaciones diarias, por ejemplo, la liberación del temor y la ansiedad en relación con la tarea de la escuela, y de sentimientos de inadecuación; la recuperación de un bolso que había olvidado en el campus, con su contenido intacto; la rápida curación después de un accidente; ¡y mucho más!
Estoy muy agradecida de entender que vivimos en Dios, en Su reino, eternamente, y que sólo puedo expresar lo que Dios concibe de Sí mismo. ¿No es maravilloso que esto está sucediendo ahora, y que cada uno de nosotros puede experimentar algo de esta realidad —el reino de Dios— todos los días? Y al orar para alinear nuestros pensamientos con la Mente divina, podemos no sólo destruir la creencia de que tenemos una mente separada y vivimos en un mundo discordante y material, sino también regocijarnos diariamente de que tenemos nuestro existir ¡en el reino de los cielos, ahora!
Original en Portugués
“La lucha habitual por ser siempre buenos es oración incesante. Sus motivos se manifiestan en las bendiciones que traen, bendiciones que, aun sin ser reconocidas con palabras audibles, atestiguan que somos dignos de ser partícipes del Amor.”
—Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 4
