Cuando era estudiante en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, mis maestros me dieron a conocer muchas de las grandes historias de la Biblia. Las lecciones que adquiría de ellas se podían aplicar a mi propia vida. Aprendí que es muy importante leer la Biblia desde una perspectiva espiritual, y me resultaba muy útil leer Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy junto con la Biblia. A veces también leía de los otros escritos de la Sra. Eddy.
Sin embargo, el Manual de la Iglesia, que es el más pequeño de sus libros y el más conciso, casi nunca lo tocaba. Si lo abría de casualidad, veía que tenía todo tipo de Estatutos y reglas, que parecían ser sucintos, e incluso muy estrictos. ¡No me atraían mucho! Yo ya tenía más que suficientes tareas y reglas que seguir, tanto en la escuela como en casa. Es más, algunos Estatutos parecían “anticuados”, que no se relacionaban con esta época. Así que volvía a poner el librito de nuevo en el estante.
Pasaron varios años hasta que finalmente permití que el Manual “me llevara de la mano”, por así decirlo. Después de graduarme de la Escuela Dominical, me hice miembro de una iglesia filial de Cristo, Científico, porque quería apoyar las actividades de la iglesia, por ejemplo, organizando conferencias de la Ciencia Cristiana, enseñando en la Escuela Dominical y sirviendo como Lectora en los servicios religiosos. El Manual de la Iglesia proporciona muchas guías útiles para todas estas actividades.
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