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Artículo de portada

Vencer la corrupción con la comprensión de Dios

Del número de febrero de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Monitor del 29 de julio de 2015.

Una perspectiva de la Ciencia Cristiana: Para orar por las instituciones y gobiernos corruptos.


El abuso de poder en el gobierno o en el sector privado para beneficio personal, actúa como un freno en la economía, llegando a más del 5 por ciento del producto interno bruto del mundo. Pero más allá del costo económico, debido a las distorsiones del mercado causadas por la corrupción, se encuentra el tema de la seguridad; pensemos por ejemplo en el oficial de policía que acepta un soborno en lugar de insistir en las normas que debe cumplir en la ruta un camión que transporta petróleo, o el inspector de seguridad que, por un “honorario”, da el visto bueno a una fábrica que no cumple con los requisitos establecidos. En verdad, la corrupción puede afectar grandemente la calidad de vida de una nación. Y donde el sistema de justicia es susceptible de ser comprado, puede ser difícil sentirse feliz con tus vecinos y tu país.

Si bien las leyes que insisten en que haya transparencia ciertamente cumplen una función clave, eliminar la corrupción a la larga requiere de un cambio de actitudes y percepciones. Es aquí donde nuestro concepto de Dios entra en escena. ¿Acaso la humanidad trabaja bajo una idea equivocada acerca de Dios, y ese sentido “corrupto” de Dios influye nuestra percepción de quienes nos rodean, rebajando nuestras expectativas de nosotros mismos y de los demás, disminuyendo nuestra expectativa de calidad de vida?

Cuando San Pablo predicó en las colinas del Areópago en Atenas, él instruyó a sus oyentes acerca del “Dios no conocido” (Hechos 17:23). Él dejó a un lado los estereotipos acerca de Dios, que lo presentan como un ser espiritual y lejano que creó el mundo, y que generalmente deja que nosotros decidamos si queremos ser morales o no, castigándonos luego aquí o en el más allá, por nuestro comportamiento. Pablo definió a Dios como un Dios al que podemos conocer.

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