Hace poco, estuve pensando de qué manera podía ayudar a los inmigrantes, no solo de mi amado país, Colombia, sino de tantos países que por muchos años, han sufrido o están comenzando a pasar por situaciones similares o peores ahora mismo. Empecé a sentir compasión por todos los involucrados en situaciones similares. De pronto, sencillamente pensé: “Dios amado, ayúdame; dime ¿cómo puedo pensar correctamente, cómo puedo ayudar, cómo puedo ver qué es lo que todos realmente necesitamos?”
Me vino al pensamiento el Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mi” (Éxodo 20:3). Luego, pensé en el Sermón del Monte (Mateo, cap. 5 al 7), especialmente las bienaventuranzas, y después de eso pensé en la forma como Cristo Jesús parece resumir los diez Mandamientos en tan solo dos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27).
Después empecé a analizar uno a uno, los problemas, y la lista era muy larga: Ideologías políticas diversas, guerra, miseria humana, engaño, ambiciones egoístas, intereses personales, narcotráfico, guerrilla, y así sucesivamente. Y de nuevo mi pensamiento se centró en el Primer Mandamiento.
Con frecuencia escuchamos a la gente decir: “Hay un solo Dios”, pero ¿qué pensamientos hay detrás de estas palabras? Muchas veces simplemente se repiten por costumbre, o mientras se están diciendo el pensamiento está centrado en cosas, personas u otros intereses, lejos de la realidad y la comprensión espirituales.
Me he dado cuenta de que si todos reconociéramos que Dios es el bien absoluto, el creador único del universo, incluso el hombre, y que Él lo creó todo bueno en gran manera, como dice la Biblia, comprenderíamos que en Él no hay injusticias, no hay nada malo, que Él es la fuente del bien infinito, y satisface toda necesidad. Como dice el Salmista: “Tu justicia es justicia eterna, y tu Ley la Verdad” (Salmos 119:142).
Cristo Jesús definió el mal como una “mentira” (véase Juan 8:44); entonces siendo una mentira, ¿por qué creer que es cierta, por qué creer que es real? ¿Por qué vamos a creer que algo que no existe en la realidad de Dios y Su universo, puede tener algún efecto en Sus hijos, en cualquiera de nosotros?
Me negué a dar crédito a lo que los sentidos materiales estaban mostrando, y en su lugar, reemplacé esos cuadros materiales de personas desplazadas y de sufrimiento, con ideas espirituales. Empecé a reemplazar una a una las “mentiras del mentiroso”, con la comprensión de Dios y el hombre creado por la Mente divina a Su imagen y semejanza.
Al ver en las noticias a tantas personas despojadas de sus viviendas y todas sus pertenencias, reconocí que el Amor infinito provee a todos sus hijos de todo cuanto necesitan; nadie puede despojar a otros ni ser despojado del amor infinito de Dios.
Ya estamos todos despiertos, de manera que no podemos quedarnos dormidos en sueños ilusorios.
Mientras las noticias mostraban abuso de autoridad y malos tratos, yo reconocía, la ternura, la bondad y afectuosa benevolencia de Dios, Su justicia y verdad eternas, cualidades que el hombre tiene la capacidad de expresar naturalmente.
He orado para comprender que así como Dios es omnipresente y todopoderoso, solo el Amor, Dios, existe, llenando todo espacio, proveyendo a todos de todo el bien, con Su infinito amor. No hay otra presencia que la Suya, no falta nada que podríamos necesitar, no hay espacios vacíos por llenar; solo existe el Dios perfecto y Su perfecta creación divina. Por lo tanto, no hay nada malo, y no hay víctimas ni tampoco victimarios. Hay Vida, y no hay muerte.
Una película termina cuando dejamos de verla, un sueño acaba cuando despertamos. Ni la una ni el otro son reales.
Me negué a dar crédito a esa lista larga de creencias erróneas que trataban de fijarse en mi pensamiento, y reconocí, en cambio, la verdadera inocencia, como la expresión de Dios, el bien, de todos los que parecían estar involucrados en situaciones malvadas como esas. Y con humildad y sinceridad reconocí que ya estamos todos despiertos espiritualmente, de manera que no podemos quedarnos dormidos en los sueños materiales ilusorios, puesto que, como dice Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “La Vida, igual que el Cristo, es la misma ‘ayer, y hoy, y por los siglos’ ” (pág. 249). No podemos dudar que la ley de Dios es verdad, y libera de toda esclavitud moral y física.
Reconocer que esa Verdad corrige con amor lo que está mal y gobierna al hombre, es también reconocer que Dios es la luz que nos hace comprender espiritualmente y pensar con claridad. Dios provee de ideas espirituales a Sus hijos, y nuestra receptividad a estas ideas espirituales trae solución a cada problema.
El estudio consagrado para conocer a Dios y a Sus Hijos, ofrece un concepto correcto de hogar, de empleo, de provisión, lo que a la vez trae la prueba externa de lo que es espiritualmente cierto: techo, empleo, vestido necesario, alimento, para cada individuo, satisfaciendo con abundancia las necesidades de todos.
En Ciencia y Salud leemos: “Un único Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; aniquila la idolatría pagana y la cristiana, todo lo que está errado en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; equipara los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido” (pág. 340).
Todos tenemos la capacidad de pensar correctamente y de aprender a expresar el amor del Amor divino; todos podemos tener pensamientos más llenos de la luz espiritual del Cristo, la Verdad, la cual trae curación y consuelo a nosotros mismos y a otros. Todos tenemos la capacidad de amar imparcial y desinteresadamente, porque Dios nos creó con la capacidad de expresar el bien, de expresar a Dios. Por lo tanto, podemos estar libres de prejuicios, y orar para que se establezca la justicia divina, el reino de los cielos ya en nosotros y en todos, como una posibilidad presente, verdadera y eterna.
