Hace poco, estuve pensando de qué manera podía ayudar a los inmigrantes, no solo de mi amado país, Colombia, sino de tantos países que por muchos años, han sufrido o están comenzando a pasar por situaciones similares o peores ahora mismo. Empecé a sentir compasión por todos los involucrados en situaciones similares. De pronto, sencillamente pensé: “Dios amado, ayúdame; dime ¿cómo puedo pensar correctamente, cómo puedo ayudar, cómo puedo ver qué es lo que todos realmente necesitamos?”
Me vino al pensamiento el Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mi” (Éxodo 20:3). Luego, pensé en el Sermón del Monte (Mateo, cap. 5 al 7), especialmente las bienaventuranzas, y después de eso pensé en la forma como Cristo Jesús parece resumir los diez Mandamientos en tan solo dos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27).
Después empecé a analizar uno a uno, los problemas, y la lista era muy larga: Ideologías políticas diversas, guerra, miseria humana, engaño, ambiciones egoístas, intereses personales, narcotráfico, guerrilla, y así sucesivamente. Y de nuevo mi pensamiento se centró en el Primer Mandamiento.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!