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El poder sanador de Dios, siempre a tu alcance

Del número de marzo de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en inglés


Varios estudiantes de la Ciencia Cristiana que trabajaron como pasantes en La Iglesia Madre en Boston, el verano pasado, se reunieron con El Heraldo para compartir sus ideas acerca de la Ciencia Cristiana y la forma en que se han apoyado en ella. Los participantes fueron Sergio Zapata (Perú), Jessica Santos (Brasil), Lonie Fonseca (Brasil), Timon T. Keller (Alemania) y Anna-Zoë Herr (Alemania).

¿En qué momento te llegó al corazón la Ciencia Cristiana?

Zoë: Yo me crié en la Ciencia Cristiana. En mi familia, ha habido varias generaciones de Científicos Cristianos. Ahora mismo, mi mamá es practicista de la Ciencia Cristiana, y mi papá es maestro y practicista de la Ciencia Cristiana.

El momento en que me llegó al corazón fue cuando estaba en Italia viajando con una amiga. Un día, me miré la muñeca y me preocupé mucho al ver el cuadro que tenía delante. Como conozco los síntomas, pensé que podía ser envenenamiento de la sangre. No tenía mucho dinero, y yo tenía dieciséis años o menos, y eso era realmente aterrador. Recuerdo que estaba sentada en la escalinata de una iglesia en medio de una enorme plaza en Florencia, y llamé a mi papá con desesperación, y le dije: “¡Me van a amputar el brazo, me voy a morir, no hablo italiano, no sé qué hacer!” Él me dijo dulcemente: “Está bien, te voy a llamar cada 10 minutos. Tú vas a tomar la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana, y me vas a decir cada 10 minutos cuál fue tu cita favorita y por qué y cómo te ha bendecido”.

Saqué la lección, y estaba realmente tan asustada de que me iba a morir, que me concentré en la lección más que nunca. Creo que cuando tienes mucho miedo te sientes impulsada a aferrarte con total confianza a todo lo que tienes, pues, no hay otra opción, y en ese momento era la Ciencia Cristiana. Sería buenísimo si pudiéramos apoyarnos siempre en Dios afirmando todo lo que somos. Pienso que la curación se produciría con mucha más frecuencia.

Empecé a leer cada cita, y todo a mi alrededor quedó en silencio; aunque estaba en una plaza enorme, casi no escuchaba nada. Estaba completamente concentrada en la lección. Anoté algunas de las citas que realmente se destacaron para mí. Una de ellas fue: “En lugar de una ciega y calma sumisión a las etapas incipientes o avanzadas de la enfermedad, levántate en rebelión contra ellas” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 391). Y otra fue: “Esta comprensión echa fuera el error y sana a los enfermos, y con ella puedes hablar ‘como quien tiene autoridad’” (Ibíd, pág.14).

Me di cuenta de que lo que estaba experimentando no era una condición, sino una creencia en la enfermedad; una creencia de que mi cuerpo era mi identidad, y que mi cuerpo podía hacer lo que quisiera, y yo simplemente tenía que obedecer. De repente comprendí lo que estaba pasando, y dije: “No. Yo soy la idea de Dios y tengo dominio, por lo tanto, puedo actuar con autoridad. Soy el reflejo completo de Dios, y Dios, que es el Principio, brilla a través de mí con tanta claridad, que todo lo demás no forma parte de mí y debe irse, y desaparecer”. 

En ese momento sané instantáneamente de un cuadro muy perturbador. Aun más interesante fue que me olvidé por completo de cuál había sido el problema. Me tomó unos minutos recordar lo que había ocurrido. La comprensión espiritual había revisado la historia material y borrado el registro material (paráfrasis de Retrospección e Introspección, pág. 22).

En ese momento, realmente comprendí, en primer lugar, que la Ciencia Cristiana de verdad sana, y en segundo lugar, que es el camino a la perfección, a la felicidad, y a realmente sentirte conectado con Dios, la fuente divina de tu vida.

Además, el hecho de que mi padre me había llamado cada diez minutos, fue una parte importante de la curación, porque él me tomó en serio. Me tranquilizó saber que él estaba apoyándome. Era mi practicista y un padre solícito al mismo tiempo.

Sergio: Yo tenía ocho años cuando mi madre descubrió la Ciencia Cristiana. Comencé a asistir a la Escuela Dominical, y a aprender que somos espirituales, perfectos, que estamos constantemente protegidos por el Amor, que Dios nos ama, y Él nos da todo Su amor sin condiciones. Pero la Ciencia Cristiana me llegó al corazón cuando tenía 16 años.

Una noche, estaba caminando de regreso a casa después de mi clase de inglés. De repente, dos muchachos grandotes se acercaron a mí y me arrinconaron contra una pared. Uno tenía un cuchillo y el otro un arma. Uno de ellos agarró mi bolso y me dijo: “Si te mueves, te mato, y me llevo tus cosas”. 

La calle estaba vacía. Entonces simplemente oré: “Yo no estoy solo, Dios está conmigo. Él siempre me está protegiendo, y siempre me dice que todo el mundo expresa amor y todo el mundo es perfecto y refleja a Dios, incluso estos dos muchachos”. 

Mientras estaba orando, no podía oír nada a mi alrededor. Pero al parecer, dije algo en voz alta, y uno de los muchachos dijo: “¿Tú sabes qué?” Y yo le dije: “Yo sé que no estoy solo aquí con ustedes, porque Dios está conmigo”. Lo dije con tal autoridad y convicción que esos muchachos se miraron entre sí, y luego me miraron a mí y dijeron: “¡Vete de aquí! ... Por favor no nos odies”. 

En ese momento llegó el autobús que estaba esperando, tomé el autobús, y me fui a casa. Mi mamá me dijo: “Tienes que amarlos, ellos son tus hermanos”. Eso me hizo comprender que tengo que ver a todos perfectos, afectuosos y de igual manera. Esa es una de mis mejores experiencias, cuando la Ciencia Cristiana me llegó al corazón.

Ahora cada vez que enfrento un desafío físico, la situación no es tan mala. Tengo la fortaleza para decir: “No, yo soy perfecto”, no importa qué esté enfrentando. Una vez estaba jugando al fútbol, y me quebré el brazo. Dos médicos confirmaron el diagnóstico, y dijeron que era necesaria una cirugía. Pero yo de inmediato rechacé esa sugestión: “No, eso no es verdad, Dios está conmigo. Él me sana, y yo ya soy perfecto”. Y con la oración constante y el apoyo de Dios, de mi practicista de la Ciencia Cristiana y de mi familia, pude vencer ese error. Muy pronto el médico confirmó que había empezado a sanar y que la cirugía ya no era necesaria. Me colocaron un yeso para mantener el brazo firme en el lugar. La curación fue más rápida de lo esperado y el doctor se sorprendió mucho. Así que tienes que verte perfecto, conocer tu verdadera identidad; entonces, esa forma de pensar se refleja en el cuerpo. Es maravilloso descubrir cuán eficaz es la Ciencia Cristiana, y vivir con esta bendición.

¿Por qué es importante para ti asistir a la Escuela Dominical o a la Iglesia? ¿Cuestionaste alguna vez la Escuela Dominical?

Timón: La Escuela Dominical siempre fue importante porque era un buen alivio para mí de un montón de cosas que sucedían durante la semana. Era bueno obtener una perspectiva más espiritual de alguien que estaba luchando con las mismas cosas que yo. El maestro de la Escuela Dominical estaba muy abierto a responder a estas preguntas, a dejarnos hablar y guiarnos a consultar las Escrituras.

Definitivamente hubo momentos en que cuestioné la Ciencia Cristiana o no estaba seguro de si era el camino a seguir. Tenía un problema físico que no quería tratar necesariamente desde la perspectiva de la Ciencia Cristiana. Así que pensé que podía dejarlo y se resolvería solo. Pero luego me di cuenta de lo terrible que era eso, el sentir que no tienes control sobre el problema, y que eres una víctima del mismo, y no hay nada que puedas hacer al respecto. Así que volví a la Ciencia Cristiana bastante rápido, porque quería tener dominio sobre el problema que estaba enfrentando. Quería sanarlo conociendo mi verdadera condición como la imagen de Dios, y saber que nunca había sido lastimado, nunca había estado en un mal lugar. 

La Escuela Dominical siempre me dio lo que necesitaba; me dio discernimiento espiritual, me dio amistad, me dio alguien a quien admirar y respetar, porque tuve muy buenos maestros. Hace poco me gradué de la Escuela Dominical, y la experiencia fue muy buena.

Jessica: Definitivamente fue muy importante para mí asistir a la Escuela Dominical. Mi madre y yo comenzamos a estudiar la Ciencia Cristiana al mismo tiempo, cuando yo tenía ocho años. Así que la Escuela Dominical era como un segundo hogar para mí. Durante mucho tiempo, yo fui la única estudiante en mi clase, y eso fue bueno para mí. Pero en un momento en mi vida yo quería tener a alguien de mi edad con quien hablar de temas espirituales. 

Como mi mamá me había traído a la Ciencia Cristiana con ella, atravesé esta fase donde pensaba que no podía decir si era Científica Cristiana o no; pensaba que no tenía ni voz ni voto acerca de mi espiritualidad. Entonces decidí averiguar por mi cuenta en qué creía, y no ser guiada por alguien más. Pero en cada situación difícil, pensaba en las ideas que había aprendido en la Escuela Dominical y en nada más. Así que me di cuenta de que había algo en la Ciencia Cristiana, que siempre me brindaría ese cuidado amoroso, y me ayudaría a comprender la presencia de Dios.

Cuanto más tiempo pasaba alejada de la Ciencia Cristiana, más me daba cuenta de que yo estaba allí porque sabía que esas ideas eran la verdad, eran las ideas correctas que yo necesitaba, y esas enseñanzas de la Escuela Dominical cumplieron una función muy importante en mi vida. En cada situación difícil que enfrentaba, lo primero que recordaba era a un maestro diciendo algo, o los Diez Mandamientos. Esas fueron las cosas que realmente me dieron mi carácter espiritual de niña. Pasé cerca de un año sin  asistir a la iglesia, y luego volví y no he dejado de hacerlo desde entonces. Tenía unos 15 años cuando regresé.

Lonie: Nací en la Ciencia Cristiana, y realmente me encantó mi experiencia en la Escuela Dominical. Siempre me sentí muy segura y querida allí. Yo no tenía Científicos Cristianos alrededor, y siempre tienes desafíos sobre los que quieres hablar con alguien que te puede ayudar a resolverlos en la Ciencia Cristiana. 

Una de las cualidades espirituales que siempre me llamó la atención fue que yo veía a mis maestros, trabajando en la iglesia, muy armoniosamente, y me preguntaba: ¿Por qué hacen todo esto por mí, por qué están tan interesados en explicarme esto, y expresando amor? Y realmente me sentía muy querida.

Existe la creencia de que la gente hace cosas con la intención, muy a menudo, de obtener algo a cambio. Pero los maestros de la Escuela Dominical simplemente daban. Expresaban tanto amor incondicional. De ellos recibí las herramientas para resolver todos los problemas, así que no necesitaba estar muy preocupada por la situación que estaba enfrentando. Realmente estaba agradecida por tener toda esta enseñanza y luego sentirme lista para avanzar espiritualmente, hasta que me gradué de la Escuela Dominical, y ahora asisto a la iglesia y es una bendición muy grande.

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