Nos preparábamos para salir con el auto, rumbo a nuestra casa de campo. Yo estaba acomodando los bolsos en el baúl, la puerta del baúl estaba totalmente abierta y mis rodillas apoyadas sobre el paragolpes. De pronto, sentí un golpe muy potente en mis piernas y fui impulsado hacia atrás, contra la pared del estacionamiento, mientras el paragolpes seguía empujando mis dos piernas. Un conductor involuntariamente había embestido con violencia nuestro auto con el suyo.
Cuando el golpe cesó yo grité con todas mis fuerzas: “¡Nunca más podré caminar!” A menos de un metro del auto, estaba mi mujer que inmediatamente vino a socorrerme. Mientras me sujetaba para no caerme, ya que mis piernas no me sostenían, gritó en mi oído: “¡No! ¡Estás bien! ¡Dios no conoce los accidentes! ¡Vas a caminar como siempre, no te pasó nada! Dios es Todo-en-Todo”.
A pocos metros un familiar que estaba con nosotros y que conoce el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, vino y me sujetó de mi otro hombro, asegurándome a su vez en mi otro oído, lo que escuchaba que mi mujer me decía. Yo estaba colgando de ellos mientras me llevaban hacia un lugar más abierto del estacionamiento.
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