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Mis piernas sanaron por completo

Del número de marzo de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español


Nos preparábamos para salir con el auto, rumbo a nuestra casa de campo. Yo estaba acomodando los bolsos en el baúl, la puerta del baúl estaba totalmente abierta y mis rodillas apoyadas sobre el paragolpes. De pronto, sentí un golpe muy potente en mis piernas y fui impulsado hacia atrás, contra la pared del estacionamiento, mientras el paragolpes seguía empujando mis dos piernas. Un conductor involuntariamente había embestido con violencia nuestro auto con el suyo.

Cuando el golpe cesó yo grité con todas mis fuerzas: “¡Nunca más podré caminar!” A menos de un metro del auto, estaba mi mujer que inmediatamente vino a socorrerme. Mientras me sujetaba para no caerme, ya que mis piernas no me sostenían, gritó en mi oído: “¡No! ¡Estás bien! ¡Dios no conoce los accidentes! ¡Vas a caminar como siempre, no te pasó nada! Dios es Todo-en-Todo”. 

A pocos metros un familiar que estaba con nosotros y que conoce el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, vino y me sujetó de mi otro hombro, asegurándome a su vez en mi otro oído, lo que escuchaba que mi mujer me decía. Yo estaba colgando de ellos mientras me llevaban hacia un lugar más abierto del estacionamiento. 

Durante unos dos o tres minutos estuvimos orando y repitiendo la “declaración científica del ser”, la cual dice en parte: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo” (Ciencia y Salud, pág. 468). Seguimos orando durante otros minutos más afirmando las verdades que aprendemos en la Ciencia Cristiana. Y yo repetía lo que me decían: “La vida del hombre es la Mente” (Ciencia y Salud, pág. 402). “Los accidentes son desconocidos para Dios…” (Ibíd., pág. 424). “La Vida es Dios” (ibíd., 496). “En él ‘vivimos, y nos movemos, y somos’” (Hechos 17:28). Finalmente, apoyé muy lentamente las piernas, mientras mi mujer me alentaba con mucha autoridad. Apoyé los pies en el suelo, y pude caminar por mi cuenta.

Estaba caminando sin apoyo, solo y muy eufórico agradeciendo a Dios. Pude subir las dos rampas hasta la salida del estacionamiento y caminar 120 metros hasta la entrada a nuestro edificio, donde tuve que subir siete escalones para llegar al ascensor. 

Apenas entramos a nuestro departamento llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana, quien inmediatamente comenzó a orar por mí, y me indicó varias citas de Ciencia y Salud, para que leyera, lo cual hice por varias horas. Recuerdo que una de las primeras citas que leí fue la siguiente: “Declara que no estás herido y comprende el porqué, y encontrarás que los buenos efectos resultantes están en proporción exacta a tu descreimiento en la física y a tu fidelidad a la metafísica divina, la confianza en que Dios es Todo, como declaran las Escrituras que Él es” (pág. 397). Oré con este pasaje y lo leí muchas veces ese día y los siguientes. Lo escribí en una hoja, la cual guardo hasta el día de hoy, como si fuese un tesoro, como mi testimonio.

Las piernas me dolían, pero podía caminar. Oré sabiendo que, como dice la Sra. Eddy, “Los nervios no son la fuente del dolor o del placer”. Sufrimos o gozamos en nuestros sueños, y al despertar todo lo que estaba presente en ese sueño desaparece y no hay más dolor o placer.

Durante unos días tuve dolores de tipo muscular que fueron menguando rápidamente, pero en ningún momento tuve impedimento alguno para realizar mis actividades físicas. Actualmente, no tengo ninguna cicatriz y mis piernas están más fuertes y robustas que antes del incidente. Mi recuperación fue completa.

Quince días después del incidente, fui a ver a un traumatólogo a quien le solicité que me dijera si mis piernas estaban bien, ya que había tenido un accidente. El médico, sin preguntarme qué había sucedido, revisó detenidamente mis piernas, y me dijo que había tenido 4 desgarros, los cuales estaban perfectamente sanados. Entonces me preguntó si no quería hacerme una placa para ver si se habían soldado correctamente las eventuales quebraduras de hueso. Le contesté que eso no era importante para mí. Me preguntó en qué fecha había sido y cuando escuchó que solo habían transcurrido quince días, no lo podía creer. Recuerdo que insistió en que le contara el suceso con todo detalle.

Hoy, después de más de 8 años, sé y entiendo que esta curación instantánea ocurrió en el mismo momento en que escuché el grito “¡No!” de mi mujer. Su firme declaración de que no hay accidentes cambió en forma inmediata mi pensamiento, mi consciencia (disipando la creencia errónea sobre el accidente). Recuerdo que sentí una gran seguridad y una fe absoluta en Dios y en la verdad; yo tenía la expectativa de que todo iba a estar bien. Perdí totalmente el temor, que fue reemplazado por una confianza en las enseñanzas de Ciencia y Salud. Yo había recibido la Ciencia Cristiana a través de mi mujer, al conocernos tan solo 6 meses antes. Por lo tanto, yo sabía que Dios no me iba a abandonar. Imaginen mi alegría al poder apoyar mis pies, y confirmar que Dios estaba ciertamente conmigo.

Como tuvimos que declarar el daño de nuestro auto a la compañía de seguros, vino un inspector y tomó fotos del siniestro. En las fotos, frente al paragolpes de material plástico que estaba quebrado, se veía claramente en la carrocería metálica las hendiduras en forma de dos “U” correspondientes a mis piernas, que apoyadas contra la pared del estacionamiento aguantaron el golpe del auto.

Estoy profundamente agradecido a Dios por esta curación, y por todas las curaciones que hemos tenido en mi familia y amigos, apoyándonos siempre en los conocimientos adquiridos en la Ciencia Cristiana. No solo hemos tenido curaciones físicas, sino también otras relacionadas con el diario vivir, entre ellas, problemas familiares, de matrimonio, negocios y dificultades financieras. 

En el año 2013 tomé instrucción en clase Primaria de la Ciencia Cristiana, lo cual significó para mí uno de los regalos más importantes que he recibido en mi vida. Pude obtener contestación científica espiritual a muchas preguntas. Este crecimiento espiritual me impulsó a trabajar activamente en mi iglesia filial de Cristo, Científico, y a seguir practicando las enseñanzas de Mary Baker Eddy.

Heriberto Scheurle, Buenos Aires

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