La Pascua tiene dos aspectos que se pueden aplicar a la vida de cada uno de nosotros: la resurrección y la renovación espiritual.
La resurrección se produce dentro de nosotros mismos. Es ese renacer, ese cambio espiritual que se produce en nuestro propio corazón. Es el toque del Cristo que nos ayuda a cambiar nuestro entendimiento, nuestra manera de pensar, porque nos ayuda a identificarnos con Dios, a percibir que realmente somos Sus hijos amados, y a comprender que nuestra única identidad es espiritual, y vivimos constantemente en Dios.
Cristo Jesús nos demostró con su resurrección y ascensión que la muerte no tiene poder sobre el Hijo amado de Dios, porque la Vida es Dios. El Maestro anunció con sus obras la inmortalidad del hombre creado a imagen y semejanza de Dios.
Cristo Jesús expresaba el Amor divino de tal manera, que estuvo dispuesto a enfrentar la burla y el sufrimiento para ayudarnos a despertar de la creencia de vida en la materia, y llegáramos a comprender que nuestra verdadera identidad es espiritual y perfecta.
Su resurrección ayudó a sus discípulos a comprender la Vida eterna; a tomar consciencia de una vida totalmente en el Espíritu, en Dios. Era el reconocimiento del Principio divino que gobierna armoniosamente todo el universo, ahora mismo, y eso nos incluye a todos nosotros. No hay hombre, mujer ni niño que no esté incluido en este universo gobernado por Dios.
En su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy define metafísicamente la resurrección como “Espiritualización del pensamiento; una idea nueva y más elevada de inmortalidad, o existencia espiritual; la creencia material cediendo ante la comprensión espiritual” (pág. 593).
La resurrección es una renovación en el pensamiento. Es dejar atrás las creencias de la materialidad, y mirar hacia delante con esperanza y con el deseo sincero y activo de comprender a Dios y de conocernos mejor a nosotros mismos como Su expresión. Cuando al orar reconocemos que el único poder que existe es el Amor divino, y que Dios, el bien, está siempre presente con nosotros, nuestro pensamiento se espiritualiza cada vez más, y como consecuencia nuestra vida cambia y es restaurada.
Podemos tener una resurrección y renovación espirituales todos los días. Y las consecuencias que esto puede tener en nuestra vida, son maravillosas.
Patricia del Castillo