¿Te imaginas cómo sería si cada miembro de tu iglesia filial hubiera visto a Jesús después de la resurrección? ¿Serían los servicios religiosos de tu filial diferentes? ¿Sería acaso el ambiente de la Escuela Dominical más animado?
La resurrección de Jesús transformó a quienes la presenciaron. El hecho de ver su vida revigorizada, que no había sido tocada por las condiciones materiales, debe de haber transportado a sus discípulos más cercanos, a un universo mental diferente, por encima del sentido de vida en la materia, a la comprensión de la realidad de la existencia espiritual, y de la solidez de la presencia y el poder de Dios. Jesús les había hablado a sus discípulos de esta consciencia espiritualizada, o del reino de los cielos dentro de nosotros, que ellos percibieron en diferentes grados antes de su resurrección. Pero cuando él regresó a ellos ileso después de la crucifixión, ese reino de los cielos irrumpió en su experiencia de una manera que lo cambió todo.
Por un lado, la nueva comprensión que adquirieron los discípulos aumentó grandemente su valor. Pasaron de estar encogidos de miedo y reuniéndose en secreto por temor de sus vidas (véase Juan 20:19), a sanar y hablar abiertamente acerca de su fe ante multitudes. El libro Hechos de los Apóstoles en el Nuevo Testamento, muestra que la demostración final de Jesús del poder divino, llevó a que los discípulos estuvieran juntos en un sentido de unidad, camaradería y afecto mutuo basados en la profunda visión que compartían de la naturaleza eterna del hombre como el hijo de Dios.
Pero, ¿no tenemos todos acaso el beneficio de dicha experiencia inspiradora? En cierto sentido, ¿no somos cada uno de nosotros hoy también un testigo de la resurrección? Un discernimiento muy preciado en la Ciencia Cristiana es que la resurrección no fue un suceso de una sola vez, que tan solo le ocurrió a Jesús; así como tampoco es un suceso futuro y lejano que todos vamos a experimentar. Aún ahora, cada vez que sentimos el efecto del Amor divino elevando el pensamiento por encima de las limitaciones y el efecto mortífero de la manera material de pensar, estamos experimentando en cierta medida la espiritualización del pensamiento que es la resurrección, una resurrección que con frecuencia se manifiesta en curación física y regeneración.
Saulo de Tarso experimentó esta regeneración. A diferencia de los discípulos más cercanos de Jesús, él no había conocido al Jesús humano, ni tampoco lo había visto en la cruz o después de la resurrección. No obstante, como ilustra su conversión de ser un perseguidor de los cristianos, a ser un exponente público del naciente cristianismo, él experimentó una iluminación espiritual y una resurrección del pensamiento, que lo obligó a dejar todo por Cristo, la Verdad.
En un sentido muy real, el trabajo de tu iglesia filial consiste en experimentar la resurrección; en vivirla, regocijarse en ella y compartirla con otros. ¿Qué curaciones has tenido? ¿Qué testimonios has dado en las reuniones de testimonios de los miércoles? Cada una de estas curaciones es una prueba de la realidad espiritual de la totalidad de Dios y de Su gobierno de Su universo, creado para reflejar la infinitud del Espíritu. Cada una de ellas representa lo que la humanidad necesita más que ninguna otra cosa: que su pensamiento resucite de las limitaciones, frustraciones y desesperación de la materia, a la libertad, la compasión y la felicidad del Espíritu.
Por supuesto, la mente carnal intentó impedir la resurrección de Jesús. Y no es de sorprender que podría tratar de atenuar nuestra propia percepción de iglesia —una comunidad de personas que celebran su resurrección— a través de formas más sutiles, como son el desaliento, la discordia o la escasez. Pero la mente humana no puede detener la resurrección, porque, como probó Jesús, el bien es supremo y es el vencedor del mal, y la Vida es la que triunfa sobre la muerte. La Mente divina, Dios, reina triunfante sobre la mente humana, con todas sus dudas y objeciones, y la eleva para encontrar salvación fuera de sí misma, en el Espíritu.
Mary Baker Eddy escribió: “Aprendemos algo de las cualidades de la Mente divina por medio del Jesús humano. El poder de su trascendente bondad se manifiesta en el dominio que ésta le confirió sobre las cualidades opuestas al Espíritu, que los mortales llaman materia” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 199). Los miembros de tu iglesia filial son capaces de comprender y expresar cada vez más esas cualidades de la Mente divina (tales como dominio, libertad y unidad), las cuales nos dan control sobre las supuestas cualidades que la materia representaría, ya sea ingratitud, apatía o desaliento.
La relación que tiene la resurrección con tu iglesia filial, no tiene nada que ver con el número de miembros; más bien, tiene que ver con su crecimiento espiritual. Tu filial progresa a medida que cada miembro percibe más y más la realidad de Dios y Su creación, y experimenta la curación que fluye de la innegable presencia eterna de esa realidad.
¿Cuáles son algunas de las formas que podría asumir la resurrección en tu filial? Que más miembros ayuden a otros en la comunidad mediante la oración. Que aquellos que asisten a los servicios religiosos tengan un mayor compromiso mental (en la página 42 el Manual de la Iglesia habla de que “las oraciones en las iglesias de la Ciencia Cristiana” deben ser “ofrecidas colectiva y exclusivamente en pro de las congregaciones”). Que los miembros sientan un sentido más grande de unidad y hermandad.
Cuando Marta se sintió decepcionada porque Jesús no había estado allí antes de que muriera su hermano Lázaro, Jesús dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero”. Jesús declaró: “Yo soy la resurrección y la vida”. ¡Qué reprimenda al falso sentido que diría que la resurrección solo tendrá lugar en un tiempo futuro! Y qué declaración más poderosa de que la resurrección está disponible para cada uno de nosotros hoy, en la medida en que el pensamiento esté abierto a las buenas nuevas.
Más adelante en ese mismo evangelio, Jesús, después de pedir que quitaran la piedra del frente de la tumba de Lázaro, clamó a gran voz: “¡Lázaro, ven fuera!” ¡Y eso fue lo que hizo! Jesús les dijo a quienes presenciaron la resurrección de Lázaro: “Desatadle, y dejadle ir” (Juan 11:1–44).
En cierto sentido el Cristo está siempre haciéndonos señas para que salgamos “fuera” de la vida en la materia, hacia la verdad de que la Vida es inalterablemente espiritual por ser el Espíritu divino mismo. Hasta cierto punto, el Cristo está siempre llamando a cada miembro de la iglesia filial a “salir fuera” para elevar el pensamiento por encima del cuadro mortal de un edificio material, una Escuela Dominical inactiva, o una Sala de Lectura mal ubicada, y comprender y demostrar la resurrección ahora, en todas sus dimensiones.
Cada día tenemos la oportunidad de dejar ir y poner a un lado toda perspectiva limitada de Iglesia y demostrar con libertad y alegría que nuestra iglesia filial es lo que Dios tiene la intención de que sea: una ciudad asentada sobre un monte que no se puede esconder (véase Mateo 5:14).
