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A salvo en el arca

Del número de junio de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 21 de marzo de 2016.


Muchos de nosotros conocemos la historia de Noé en la Biblia; que Dios le ordenó que construyera un arca, un barco grande que albergó a Noé, a su familia y muchos animales, durante una inundación de aparentemente inigualable magnitud. Aun cuando las aguas subieron, mediante su sencillo entendimiento de Dios y obediencia a Su mandato, Noé y su familia estuvieron a salvo.

Para otros de nosotros, la crecida de las aguas a veces quizás se manifieste como sucesos difíciles en nuestra vida, o más ampliamente, en crecientes amenazas para el bienestar de la humanidad. Durante esas épocas, podemos encontrar refugio al volvernos a nuestro Padre-Madre Dios, el creador y preservador de todo. “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”, promete la Biblia (Salmos 46:1).

En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy da a entender el profundo significado espiritual del arca, que se probó en la experiencia de Noé y se aplica a nosotros hoy. Ella define el arca de esta manera: “Seguridad; la idea, o reflejo, de la Verdad, que se comprueba que es tan inmortal como su Principio; la comprensión del Espíritu, que destruye la creencia en la materia.

“Dios y el hombre, coexistentes y eternos; la Ciencia que muestra que las realidades espirituales de todas las cosas son creadas por Él y existen para siempre. El arca indica la tentación vencida y seguida de exaltación” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 581).

¿Quién de nosotros no lucha con el temor, en ocasiones, cuando la armonía de nuestra propia vida o de grandes segmentos de la sociedad parece estar amenazada? Ha habido momentos cuando he sentido la necesidad de buscar refugio del temor en el “arca” de la comprensión espiritual. Hacer esto no es un retiro egoísta simplemente para salvarnos a nosotros mismos. De hecho, ¡es justamente lo contrario! Es una oración amorosa y sincera, es volvernos con generosidad a Dios, el Espíritu, para vislumbrar más de Su supremacía y totalidad. Consiste en comprender que el hombre —“la idea, o reflejo, de la Verdad”, que incluye la identidad real de todos— es realmente “tan inmortal como su Principio” que es Dios, el bien.

El temor surge de la convicción corriente de que todos somos mortales, que vivimos en la materia, y somos vulnerables a la enfermedad, la violencia, la privación. Nuestros corazones se conmueven por aquellos que parecen estar envueltos en esas dificultades, pero nosotros podemos, como hizo Cristo Jesús, responder con algo más que simple lástima y preocupación. Podemos responder con una compasión que trae curación. Podemos recurrir a Dios en oración para discernir y sentir el cuidado que Él brinda a la humanidad y que lo abraza todo, un cuidado que se deriva de la unidad eterna del hombre con su Padre-Madre.

Las instrucciones que Dios le dio a Noé comenzaron así: “Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca” (Génesis 6:14). En nuestras oraciones tenemos la oportunidad de hacer “aposentos” en nuestro pensamiento para todos aquellos que necesitan ayuda, para hacer que todos entren, por así decirlo, en la seguridad de nuestra arca. Esto nos incluye a nosotros mismos, a nuestros seres queridos, vecinos, residentes de una ciudad, o incluso segmentos más amplios de la humanidad. Podemos orar para ver que todos ellos ya están de hecho en la seguridad del gobierno benéfico de Dios.

Por ejemplo, cuando hay temor al contagio, encuentro que es útil percibir más profundamente la bondad pura del Espíritu infinito, que el Espíritu manifiesta por siempre en todos y cada uno de nosotros, porque somos en verdad el reflejo perfecto del Espíritu. Por medio de la oración vamos dejando atrás cada vez más nuestra creencia en lo que los sentidos materiales aceptan como real: que la materia constituye al hombre; que las creencias y pensamientos temerosos y pecaminosos de los mortales se exteriorizan en la materia, produciendo enfermedad y deformidad. En cambio, empezamos a percibir que únicamente la Mente divina, Dios, gobierna; que esta Mente infinita única manifiesta en su imagen, el hombre, la armonía del Espíritu, la belleza y perfección del Alma, la inmortalidad de la Vida.

Esto requiere que nos apartemos del sentido material de vida, y aprendamos a abrazar una percepción más espiritual de la individualidad real. Ciencia y Salud describe lo que es ahora verdad de cada uno de nosotros, porque todos somos hijos de Dios: “Correctamente comprendido, en lugar de poseer una forma material y sensible, el hombre tiene un cuerpo insensible; y Dios, el Alma del hombre y de toda la existencia, siendo perpetuo en Su propia individualidad, armonía e inmortalidad, imparte y perpetúa estas cualidades en el hombre, por medio de la Mente, no de la materia” (pág. 280).

En esta verdad de nuestra existencia no hay oportunidad para que la enfermedad se transfiera a cualquier individuo, o que siquiera exista, porque cada uno de nosotros es linaje de nuestro Padre-Madre Amor. Procedemos del Amor, porque expresamos el Amor, y el Amor nos imparte solo el bien. Nuestra verdadera Madre, el Alma infinita, forma a cada uno de Sus hijos con amor y belleza. A medida que oramos pacientemente para alcanzar dicha convicción espiritual en nombre de todos los seres humanos, tanto más sentimos la convicción de que el Amor está respondiendo, y responderá, a la necesidad de curación.

El arca no es un refugio limitado, disponible solo para unos pocos. Es la consciencia de que todos estamos sostenidos en el reino infinito de la bondad de Dios, hecho que, como aprendemos cada vez más, ya es la verdad. Mediante nuestro amor, generosidad y entendimiento espiritual, percibimos que la luz de la armonía de Dios abraza más plenamente a otros en su poder sanador y regenerador. Y aprendemos que nosotros, también, estamos a salvo y bien bajo el gobierno del Espíritu divino.

En este entendimiento espiritual podemos hallar una alegría y convicción cálida y reconfortante de hermandad universal, a medida que comprendemos mejor a qué se refiere Ciencia y Salud cuando habla del “sentido incorpóreo acerca de Dios y el hombre como Principio infinito e idea infinita, como un solo Padre con Su familia universal, sostenidos en el evangelio del Amor” (pág. 577).

David C. Kennedy

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 21 de marzo de 2016.

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