Muchos de nosotros conocemos la historia de Noé en la Biblia; que Dios le ordenó que construyera un arca, un barco grande que albergó a Noé, a su familia y muchos animales, durante una inundación de aparentemente inigualable magnitud. Aun cuando las aguas subieron, mediante su sencillo entendimiento de Dios y obediencia a Su mandato, Noé y su familia estuvieron a salvo.
Para otros de nosotros, la crecida de las aguas a veces quizás se manifieste como sucesos difíciles en nuestra vida, o más ampliamente, en crecientes amenazas para el bienestar de la humanidad. Durante esas épocas, podemos encontrar refugio al volvernos a nuestro Padre-Madre Dios, el creador y preservador de todo. “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”, promete la Biblia (Salmos 46:1).
En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy da a entender el profundo significado espiritual del arca, que se probó en la experiencia de Noé y se aplica a nosotros hoy. Ella define el arca de esta manera: “Seguridad; la idea, o reflejo, de la Verdad, que se comprueba que es tan inmortal como su Principio; la comprensión del Espíritu, que destruye la creencia en la materia.
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