Nuestra excursión por el norte de España comenzó estupendamente, con largas caminatas a través de unos paisajes hermosos, y mucha gente bondadosa a lo largo del camino. Sin embargo, después de unas dos semanas, me empezó a doler el centro del pie derecho. Al principio no le presté mucha atención, pero al día siguiente, el dolor era más intenso y me costaba caminar.
Como soy estudiante de la Ciencia Cristiana y he tenido otras curaciones al comprender más a Dios y mi relación con Él, ese día me concentré en Dios, el bien, y permití que el poder de esa bondad divina llenara mi pensamiento. No obstante, otros senderistas notaron que me costaba caminar normalmente, y se la pasaban diciendo que el dolor en mi pie era señal de que había hecho demasiado esfuerzo y tenía que descansar.
A principios de ese año, había tenido un problema similar con ese pie. En aquel momento, el dolor me había forzado a dejar de entrenar para una importante carrera de larga distancia. Mi temor se agudizó. ¿Qué pasaría si tenía que interrumpir mi viaje antes de tiempo por la misma razón? ¿Qué pasaría si le arruinaba el viaje a mi amiga que estaba haciendo la caminata conmigo, porque yo ya no podía caminar?
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