Al mirar nuestro jardín de atrás a través de la ventana de mi cocina, vi a mi hijo, de casi dos años, sentado bajo un hermoso árbol en flor, con unos cachorros en su regazo y dos grandes globos rojos por encima de su cabeza. Se veía tan tranquilo y feliz; me pareció que era la imagen misma de la felicidad pura.
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