Llegar a ser Científica Cristiana es lo mejor que me ha ocurrido. Ya hace ocho años que estudio la Ciencia Cristiana, y me ha ayudado a comprender y conocer mejor a Dios. Esta Ciencia me ha cambiado la vida, y ¡veo mejoras todos los días!
No hace mucho, experimenté una vez más la eficacia de la Ciencia Cristiana. Durante muchos años, tuve un bulto anormal en la parte de atrás del cuello. Era, supuestamente, resultado de un sarpullido que tuve en la piel, y de una infección que me había dejado un quiste. Había ido aumentando de tamaño con el tiempo. Durante todos esos años, no había recurrido a la medicina, a pesar de que mi familia y amigos me instaban a hacerlo, pues, aunque no lo decían abiertamente, tenían temor de que ese quiste fuera una señal de algo más serio.
Quiero señalar que este quiste apareció mucho antes de que comenzara a estudiar la Ciencia Cristiana, y debo decir que yo no consideraba que fuera de ninguna manera un problema. Después de conocer la Ciencia Cristiana, empecé a orar por esto de vez en cuando, pero sin insistir mucho. Entonces, el año pasado, este quiste pareció ser la fuente de un dolor que se extendía a mis hombros. Esto hizo que tomara consciencia de esta dificultad y de la necesidad de orar más seriamente por este problema para resolverlo científicamente, es decir, desde la perspectiva de la Ciencia Cristiana.
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