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Ahora me respetan en mi trabajo

Del número de junio de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


Por más de veinte años he sido profesora de francés y portugués en un programa de educación profesional respaldado con fondos de la Comunidad Europea. Durante años, las leyes del Ministerio de Educación de Portugal determinaron que los estudiantes de cursos de enseñanza profesional tendrían pagos todos los gastos incondicionalmente, lo cual contribuía a que hubiera serios problemas de indisciplina en las escuelas. Además, la directora de mi escuela era muy injusta en la forma como trataba a los profesores y, en general, siempre defendía a los estudiantes, aun cuando no hubieran actuado correctamente. Como al resto de los profesores, a mí me resultaba muy difícil enseñar en esas condiciones.

Yo oraba con frecuencia, confiando con firmeza en que Dios, el Principio divino, es la única causa y lo gobierna todo con justicia y correctamente. Como escribe Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “… Aquel que es inmutablemente justo hará lo justo sin que se Le recuerde lo que es de Su incumbencia. La sabiduría del hombre no es suficiente para justificar que él aconseje a Dios” (pág. 2-3). El gobierno divino tenía que expresarse en una modificación justa de todo el sistema escolar.

De hecho, hubo dos ajustes en la situación por los cuales estoy muy agradecida, ya que los veo como efectos de la oración. El primero fue que hace dos años reemplazaron la anterior comisión directiva de la escuela por un grupo de personas que dirige la institución en un ambiente donde todos se sienten respetados. El segundo fue que se aprobaron nuevas leyes, y ahora los estudiantes reciben ayuda financiera con la condición de que aprueben las clases. Esta nueva ley ha ayudado a mejorar el comportamiento de los estudiantes, y los ha hecho interesarse más en lo que se enseña en el aula. ¡Y esto constituye un enorme progreso!

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