En las noticias se escucha hablar con frecuencia de los accidentes que ocurren. Recientemente, dos trenes de pasajeros chocaron en el sur de Alemania porque estaban en la misma vía, y los ingenieros de los trenes no sabían que venía el otro tren. Era evidente que la gente a mi alrededor y los medios estaban muy conmovidos por esto. Se hacían las mismas preguntas una y otra vez: “¿Por qué tienen que ocurrir cosas terribles como esta?” y “¿Me tocará a mí la próxima vez?”
Estas preguntas implican la creencia en un destino que puede golpearnos en cualquier lugar y momento. Cuando noto que estos pensamientos sombríos se multiplican a mi alrededor, sé que tengo que oponerme a ellos orando a Dios. Si no me opusiera, los estaría consintiendo.
Yo encuentro mi fortaleza en la Biblia. En ella, situaciones aparentemente dramáticas fueron resueltas porque la gente solo se apoyó en el amor eficaz de Dios, es decir que ellos sabían que la apariencia externa no determinaba la realidad de la situación. Veían que esas apariencias se disolvían cuando recurrían al bien divino ilimitado, y reconocían que su existencia espiritual estaba comprendida dentro de él. Ellos confirmaban esta forma correcta de ver las cosas, al manifestarse la curación.
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