Es con mucha alegría que expreso mi gratitud por la Ciencia Cristiana, por todas las bendiciones recibidas, por cada curación que tuve y por haber sido protegido muchas veces.
En 1967 empecé a sufrir de dolores de cabeza y de estómago. Yo “residía” en enfermerías y hospitales cada año, de febrero a mayo, para recibir atención médica que nunca me trajo ningún alivio. De acuerdo con el diagnóstico médico, a menudo tenía parásitos.
En 1976, en octubre para ser preciso, un amigo me dio un ejemplar de la edición en francés de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, la cual incluía testimonios de gente sanada por medio del estudio y la práctica de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Comencé a estudiar la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana.
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