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Siempre preparado para obrar bien

Del número de julio de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


En agosto de 2011 empecé a asistir a una universidad aquí, en los Estados Unidos, y comencé a jugar en su equipo de fútbol. Hacía seis años que no jugaba o hacía ejercicio, así que después de cuatro días de entrenamiento empecé a sentir un dolor agudo en la parte de arriba de mis pies.

Teníamos dos sesiones de entrenamiento al día, una en la mañana y otra en la tarde. Un día, después de entrenar en la mañana, el dolor era tan agudo que casi no podía caminar. Me sentí un poco desanimado, y pensé seriamente en no jugar más al fútbol para la escuela, y concentrarme en cambio solo en los estudios. 

Decidí no utilizar hielo o ningún otro material para aliviar el dolor. En vez de eso, llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana que era muy amoroso. Ese mismo día me visitó en mi apartamento y hablamos durante casi una hora. Intercambiamos muchas ideas inspiradoras y leímos algunos pasajes de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy.

Este pasaje en particular me ayudó mucho: “Debiéramos aliviar nuestra mente del deprimente pensamiento de que hemos infringido una ley material y que necesariamente debemos sufrir el castigo. Tranquilicémonos con la ley del Amor. Dios nunca castiga al hombre por obrar bien, por labor honrada o por actos de bondad, aunque lo expongan a la fatiga, al frío, al calor, al contagio. Si el hombre parece incurrir en un castigo a causa de la materia, esto es sólo una creencia de la mente mortal, no una promulgación de la sabiduría, y el hombre únicamente tiene que iniciar su protesta contra esta creencia con el fin de anularla. Mediante esta acción del pensamiento y sus resultados sobre el cuerpo, el estudiante comprobará para sí mismo, comenzando de a poco, las grandes verdades de la Ciencia Cristiana” (pág. 384).

A veces, mis amigos me decían que no estaban muy seguros si la escuela a la que asistíamos era a la que ellos debían o querían asistir. Entonces cuando leí que “Dios nunca castiga al hombre por obrar bien”, esto tuvo sentido para mí. Yo había orado sinceramente antes de decidir ingresar a esa escuela, y sentía que estaba allí siguiendo la guía de Dios, porque esa era Su voluntad. No había duda en mi corazón de que estudiar allí significaba estar haciendo lo correcto. Por lo tanto, no podía ser castigado por estar allí, querer estudiar seriamente y ser parte del equipo de fútbol de la escuela. 

Reflexioné sobre cada palabra del párrafo mencionado anteriormente, por ejemplo la palabra “fatiga”. El entrenamiento era muy intenso y yo no soportaba todo ese trabajo físico. Pero me sentía fortalecido al saber que, a pesar de estar expuesto a una actividad tan agotadora, no tenía por qué pagar ningún castigo de la materia por esa labor honrada de jugar para mi escuela.

Ese día, un viernes, no pude entrenar en la tarde. No había entrenamiento el sábado, sino el domingo, y algunos amigos habían planeado un partido amistoso por la noche. 

Ese domingo, reflexioné más que nada sobre esta parte del pasaje: “el hombre únicamente tiene que iniciar su protesta contra esta creencia con el fin de anularla”. Eso es lo que hice. Protesté contra esa creencia material falsa que se estaba expresando a través del dolor, reconociendo firmemente que, puesto que Dios no creó nada desemejante a Él, mi verdadero ser, espiritual y perfecto como reflejo de Dios, no podía incluir ninguna cosa que pudiera causarme dolor o quitarme la paz. 

Más tarde ese mismo día, el dolor había disminuido y pude caminar bien, así que decidí jugar con mis amigos por la noche. Estaba tan concentrado en el juego que no pensé en el dolor para nada. Cuando volví a pensar en eso, el dolor había desaparecido por completo y nunca regresó. Jugué en el equipo de la escuela hasta el año pasado, cuando me gradué.

Muy a menudo, durante un partido, me encontraba orando —literalmente hablando con Dios—, especialmente cuando me sentía muy cansando y sentía que no aguantaría hasta el final. Por lo general, mi oración estaba basada en ideas de la Lección Bíblica semanal de la Ciencia Cristiana. 

En una de esas Lecciones Bíblicas, leí este pasaje: “Y Dios es quien nos ha impulsado a esto, pues nos ha dado el Espíritu Santo como garantía de lo que hemos de recibir” (2º Corintios 5:5, versión “Dios Habla Hoy”). Empecé a prepararme para los partidos de fútbol y para mis clases con las ideas de este pasaje. Y así me preparo hoy para el trabajo y para todas las actividades en las que estoy envuelto. Siempre oro para saber que es Dios el que me prepara para estar en un lugar determinado, cumpliendo con una determinada función, y sé que esta es una verdad en la que siempre voy a apoyarme.

Original en portugués


El camino de Dios es perfecto;
la palabra del Señor es intachable.
Escudo es Dios a los que en él se refugian.

¿Quién es Dios, si no el Señor?
¿Quién es la roca, si no nuestro Dios?

Es él quien me arma de valor
y endereza mi camino;

da a mis pies la ligereza del venado,
y me mantiene firme en las Alturas.

— Salmos 18:30-33 (Nueva Versión Internacional)

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