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Ningún reino de terror

Del número de julio de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 1º de febrero de 2016.


No hace mucho, asistí a un concierto de Navidad en una iglesia de mi comunidad. Las selecciones del Gloria de Vivaldi y El Mesías de Handel, fueron muy inspiradoras y vivificantes. Al mirar a mi alrededor y ver los rostros de gente desconocida, amigos y vecinos, me di cuenta de que la música parecía producir un ambiente de seguridad, aliento, consuelo y tranquilidad. Tal vez, la paz, alegría y elevación espiritual de esta música clásica propia de la época, toca nuestros corazones todos los años. Sin embargo, hace poco percibí particularmente el anhelo de sentir ese fortalecimiento y restauración que alimentan el alma, dondequiera que los encontremos, ya sea en la música, el arte o incluso en los momentos tranquilos de soledad y reflexión. 

Ante los recientes actos de terrorismo ocurridos alrededor del mundo, probablemente todos hemos escuchado (o hecho) la pregunta: “¿A dónde ha llegado el mundo?” Es fácil tener temor o sentirse fascinado por los perturbadores informes en las noticias, que nos hablan de las últimas amenazas y desastres. Nuestro pensamiento puede preocuparse rápidamente al sentir la ansiedad, la inseguridad y las admoniciones de estar constantemente en guardia.

Puede que vivamos en tiempos difíciles. Pero ¿son acaso estos tiempos un desafío mucho más grande que el que experimentaron los primeros cristianos? Para los discípulos y seguidores de Cristo Jesús, que vivieron en los primeros días del cristianismo, a menudo el simple hecho de mencionar el nombre de Cristo, de identificarse y ser contado como cristiano, era arriesgar la vida. No obstante, aquellos que percibieron la visión y vieron el infinito valor de las enseñanzas de Cristo, siguieron firmes adelante, a pesar de los obstáculos y seria oposición que enfrentaban. No se quedaron trabados con la pregunta: “¿A dónde ha llegado el mundo?” Como señaló un evangelista del siglo pasado, estaban viendo en cambio el poder del Cristo y proclamando: “¡Miren lo que ha llegado al mundo!” (E. Stanley Jones).

Cristo Jesús vino para mostrar nuestra conexión y unión con Dios, el Amor divino. La idea-Cristo ha sido definida como “Dios con nosotros” (Mateo 1:23). El gran amor de Dios por Su creación y todos los que estamos en ella, es constante, imparcial y universal.

He hallado que cuando las noticias muestran violencia y actividades terroristas, es esclarecedor aceptar el desafío de no sentirme fascinada o descorazonada por las imágenes de las víctimas y los victimarios, sino más bien tomar consciencia del ilimitado dominio del bien, y tener la expectativa de que mis oraciones tendrán resultados de mucho más alcance. Cuando nuestro pensamiento logra comprender la conexión que tenemos con Dios, realmente nos relacionamos con la emocionante proclamación: “¡Miren lo que ha llegado al mundo!”

Además de mostrarnos nuestra verdadera relación con Dios, Cristo Jesús también nos mostró la forma de “vencer al mundo” (véase Juan 16:33) o, podríamos decir, vencer las opresivas creencias mundanas como son, la desesperanza, el peligro, la intolerancia y el temor, que parecerían dominar el pensamiento de la gente. Les dijo a sus discípulos que oirían hablar de “guerras y rumores de guerras”, pero les hizo esta advertencia: “mirad que no os turbéis” (Mateo 24:6). Y ¿cómo debían hacer esto? La instrucción de Jesús era “cuando veáis la abominación desoladora… permaneced en el lugar santo” (Mateo 24:15, según la versión King James). En otras palabras, permanezcan con Dios, mantengan su pensamiento en comunión con el Todopoderoso, puesto que es la comprensión de la totalidad omnipotente de Dios, lo que los librará eficazmente de la esclavitud mental que el temor y la creencia en el poder del mal, tratan de imponerles.

Las palabras de Jesús se aplican a nosotros, sus seguidores de hoy, como cuando se lo dijo a sus discípulos en su época. Podemos reconocer que el “lugar santo” al que se refiere está en nuestra consciencia; es ver y discernir para toda la humanidad que estamos abrazados por la divinidad.

He descubierto que es instructivo desafiarme a mí misma para no quedarme fascinada o desalentada.

Si Dios es todo y el único poder, ¿cómo podría entonces el mal ser una presencia o un poder? A medida que ampliamos nuestra comprensión de la totalidad de Dios, este entendimiento incluye el tema de nuestra protección. Cada uno de nosotros debe superar la limitante sensación de que Dios es distante, que no se compromete o que no está interesado en cuidar de nosotros. Dios es nuestro Padre amoroso, el Padre de todos nosotros. Cuanto más grande es nuestra percepción de Su amor infinito, tanto más pequeño se vuelve cualquier problema; este comienza a disolverse cuando comprendemos el amor sanador de Dios. Dios es conocible, y solo Él gobierna. Podemos encontrar consuelo y seguridad en esta promesa bíblica: “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite” (Isaías 9:7). Esta promesa puede probarse hoy, aquí y ahora mismo, por más grande y amenazador que parezca ser el mal.

Aunque pueda parecer innegable que el mal y el terrorismo son rampantes y temibles, nuestra lucha es realmente contra la aceptación de que la maldad, el odio, la intolerancia y la tiranía son fuerzas de pensamiento reales y poderosas.

He descubierto que es instructivo desafiarme a mí misma para no quedarme fascinada o desalentada.

En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, se encuentra esta radical e imperiosa declaración: “La humanidad tiene que aprender que el mal no es poder” (pág. 102). La Sra. Eddy había probado esto al enfrentar y superar muchas pruebas difíciles, por lo que en otro lugar pudo escribir: “El mal no es ni cualidad ni cantidad: no es inteligencia, no es persona o principio, hombre o mujer, lugar o cosa, y Dios jamás lo creó” (Mensaje a La Iglesia Madre para el año 1901, págs. 12-13). 

Las amenazas o situaciones amenazadoras que podamos enfrentar no tienen que ver fundamentalmente con una persona o grupo de personas. La gente puede haber sido manipulada por el mal, y suponer una amenaza, pero deberíamos entender con claridad cuál es la verdadera amenaza. El verdadero culpable es el embuste engañoso de la “mente carnal” (Romanos 8:7, según la versión King James), que forzadamente pondría a un hermano contra otro, fingiendo que se trata de una causa justa, o de terrorismo justificado.

Cuando pensamos que lo hemos escuchado y visto todo, parece como que el pensamiento mortal presenta nuevas formas y medios de amenazar e intimidar. Y cuando logramos neutralizar un método de estragos y devastación, surge otro para ocupar su lugar. Pero ¿qué poder tiene el pensamiento mortal? La verdad es que la creencia mortal no tiene ningún poder para engañar. Podríamos preguntarnos cómo es posible que el Amor omnipresente deje lugar para el mal y el odio. Eso es totalmente imposible. La totalidad eterna de nuestro Padre, no nos muestra ninguna historia verdadera del error, ningún lugar fuera o más allá de la voluntad divina y todopoderosa.

Cristo Jesús les dijo a sus seguidores: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14). Vivimos nuestro cristianismo mediante nuestro iluminado reconocimiento del extraordinario poder del Amor divino, que lo abraza todo y que el hombre refleja. Y nosotros podemos usar este poder mediante la oración. Siento que un pasaje en particular indica claramente e incluye poderosas verdades espirituales con las cuales orar: “Un único Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; aniquila la idolatría pagana y la cristiana, todo lo que está errado en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; equipara los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido” (Ciencia y Salud, pág. 340). 

Tú y yo tenemos el santo y sagrado privilegio de probar de forma tangible la soberanía de Dios. Mantener activamente la supremacía del bien en nuestro pensamiento nos libera de los grilletes del mal, y nos da la libertad de expresar y vivir el amor. Ejercer nuestros sentidos espirituales al abogar por la virtud propia del Cristo que está en todos nosotros, nos ayudará a entender mejor a nuestro hermano y de esa forma nos ayudará a liberar a la humanidad de las sugestiones desestabilizadoras que afirman que la guerra y el terrorismo son deseables, inevitables o necesarios. Tengo la certeza de que la seguridad y la protección se harán más evidentes al estar cada vez más conscientes de la presencia de Dios. Veremos una mayor paz y protección en nuestras vidas, y en la vida de los que nos rodean.

Ciertamente no necesitamos ver los recientes ataques de terrorismo como si ahora fueran algo normal. No somos mortales vulnerables, sino más bien, los amados “del Señor” que habitan confiados “cerca de él” (véase Deuteronomio 33:12). El reino de los cielos, el reino de la armonía, está aquí. Jesús nos dijo que está dentro de nosotros. ¿Permitirías que te lo quitaran a ti o a otros? Tu decisión de ponerte del lado de Dios, el Amor divino, y defender Su omnipotencia como la fuerza gobernante, hará muchísimo bien para sanar un mundo que necesita con desesperación sentir la realidad y el poder protector del bien.

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 1º de febrero de 2016.

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