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Aprender y crecer

Del número de agosto de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Se dice que la vida es una escuela, y que el aprendizaje es fundamental para crecer. Muchos piensan que esto se refiere tan solo a la vida humana, pero si bien el crecimiento y el desarrollo son algo natural y muy necesario, es el crecimiento espiritual lo que nos transforma, mejora y nos hace avanzar.

Hay personas que parecen saber instintivamente que hemos sido creados con un propósito, con una misión mucho más grande que esta vida humana. Es así como tienen el anhelo sincero de conocer a Dios, no sólo intelectualmente, sino de percibir y comprender que Él es nuestra vida; por lo tanto, conocer a Dios es vital. 

También deseamos conocernos a nosotros mismos, como los hijos de Dios que somos; como seres espirituales, que no están limitados por la materia, ni por las creencias, estadísticas u opiniones humanas. Y comprender que estamos gobernados por las leyes sabias, inteligentes y justas del Principio divino, el Amor. 

Este aprendizaje espiritual —como en todos los órdenes de la vida— requiere de persistencia, tenacidad, del deseo de ser mejores, más receptivos. Como que sabemos intuitivamente que tenemos la capacidad de alcanzar una percepción espiritual más profunda, que nos ayudará a comprender y demostrar que la vida es muy diferente de lo que nos presentan los sentidos materiales.

Jesús instó a sus discípulos a tener anhelos más elevados cuando los llamó a dejar sus redes de pescadores, y a transformarse en “pescadores de hombres” (Mateo 4:19), y dedicar su vida a la curación, a espiritualizar el pensamiento, a predicar la Palabra de Dios.

Mary Baker Eddy se refirió a esto cuando dijo a sus seguidores: “Fiel y humildemente habéis laborado toda la noche; y al rayar el alba, grande ha sido la pesca. A veces, vuestra red demasiado cargada se ha roto: el orgullo humano insinuándose entre su malla, la extendió más allá de lo prudente;… Mas aquellos a quienes Dios hace ‘pescadores de hombres’ no remarán hacia la playa; sino que, al igual que Pedro, se lanzarán en aguas profundas, echarán sus redes a la derecha, compensarán la pérdida, y lograrán un concepto más elevado de la idea verdadera”. (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág.111). 

Aquí la Sra. Eddy se refiere al Cristo, la idea verdadera de Dios, que viene a nuestra consciencia para elevarla y purificarla, profundizando y ampliando nuestro conocimiento de Dios y el hombre.

Patricia del Castillo 

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