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Permitir que la verdad sea más real para nosotros

Del número de agosto de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 15 de febrero de 2016.


A todos nos gustaría liberarnos de los sufrimientos propios de la materia. Cristo Jesús, a quien Dios envió porque “de tal manera amó Dios al mundo”, demostró que es realmente posible demostrar esta liberación. Hoy, la Ciencia Cristiana reitera sus enseñanzas y muestra la curación física, moral y mental que podemos alcanzar, al comprender la supremacía y armonía del Espíritu, Dios.

A lo largo de las décadas, muchos han sido bendecidos con la curación en la Ciencia Cristina, incluido yo. Sin embargo, aun para aquellos que han sido sanados, la materialidad puede parecer tangible y real para los sentidos físicos, una realidad que se opone al reino del Espíritu. Nuestro consentimiento a esta aparente realidad de las condiciones físicas, obstaculiza la curación espiritual. De modo que, aunque nos regocijamos por cada curación en la Ciencia Cristiana, todavía persiste la necesidad de continuar creciendo espiritualmente.

En la Biblia, el Apóstol Pablo dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). La curación es la prueba de la buena y perfecta voluntad de Dios para con nosotros, la armonía del Espíritu expresada eternamente en su descendencia. La transformación espiritual de nuestros pensamientos es el medio por el cual encontramos curación.

En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy tiene este instructivo y alentador pasaje. El título marginal del segundo párrafo es: “Una perspectiva esplendorosa”. Ella escribe: “Los mortales tal vez busquen comprender la Ciencia Cristiana, pero no podrán cosechar de la Ciencia Cristiana las realidades del ser sin luchar por ellas. Esta lucha consiste en el esfuerzo por abandonar el error de toda clase y no poseer otra consciencia que el bien.

“Las saludables reprensiones del Amor nos ayudan a progresar en nuestra jornada hacia la rectitud, la paz y la pureza, que son las señales del camino de la Ciencia. Al contemplar las infinitas tareas de la verdad, hacemos una pausa, esperamos en Dios. Luego avanzamos, hasta que el pensamiento ilimitado se adelanta extasiado, y a la concepción sin confines le son dadas alas para alcanzar la gloria divina” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 322-323).

Considero que es útil y reconfortante ver cuán equilibradas son sus palabras. Muestran la labor que necesitamos hacer —y que todos podemos hacer— pero también nos aseguran el apoyo siempre presente que nos brinda Dios, el Amor divino, quien calladamente nos hace avanzar espiritualmente a medida que abrimos con toda sinceridad nuestros corazones a la verdad espiritual.

El estudio constante de la Biblia y de los escritos de Mary Baker Eddy, es parte esencial de esta labor. Estudiar estos libros con detenimiento corrige los conceptos materiales errados acerca de la vida, llena nuestro pensamiento de ideas espirituales, e indica la manera de superar el temor, la forma de pensar equivocada y la maldad. El estudio es la fuente que nos nutre espiritualmente. 

Pero después las verdades que comprendemos con nuestro estudio tienen que permanecer cada vez más en nuestro pensamiento, tienen que caracterizar e iluminar nuestro pensamiento. Esto ocurre mediante la oración. En ocasiones, me he sorprendido al ver cuán lejos de la verdad espiritual se encuentran mis propios pensamientos. Pero esto no es algo que está fuera de nuestro control. A cada momento tenemos la oportunidad de apartar nuestro pensamiento de lo que nos sugieren los sentidos materiales, y reconocer con más firmeza la realidad espiritual.

Hace muchos años, tuve un cambio significativo en mi habilidad para sanarme a mí mismo y ser sanado en la Ciencia Cristiana, cuando me comprometí a orar más consecuentemente para aceptar que solo la armonía es real. Siempre que veía o escuchaba acerca de algo discordante, me tomaba un momento para corregir lo que estaba viendo o escuchando, y afirmaba la armonía espiritual de Dios y Su creación. Al principio fue difícil, pero se volvió más fácil cuanto más lo hacía.

Como resultado de esta oración constante, no solo la curación se producía más fácilmente, sino que cuando abría Ciencia y Salud otra vez, y comenzaba a leerlo, el libro cobraba vida con un nuevo significado para mí. Esa experiencia me enseñó que las verdades espirituales y la instrucción de Ciencia y Salud se vuelven cada vez más reales para nosotros, a medida que ponemos esas enseñanzas en práctica. Y lo mismo es verdad para la Biblia.

A cada paso de progreso espiritual —incluida toda lucha para elevarse más— el Amor divino siempre está cerca, siempre apoyándonos, aunque en ese momento no podamos verlo. “Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste”, nos asegura nuestro Padre (Isaías 45:5). El Amor es el Principio divino de nuestra existencia, que nos sostiene en alto para siempre como su idea perfecta, o progenie, y cuyo amor por nosotros abraza nuestra humanidad: El Amor seca nuestras lágrimas, recompensa nuestros móviles y nos muestra el camino para seguir adelante. La Verdad divina, o Cristo, y la Ciencia del existir, o Espíritu Santo, están constantemente, amorosamente operando en nuestro pensamiento, impartiendo mayor entendimiento espiritual y destruyendo los males de los cuales queremos liberarnos. Su influencia y acción en nuestro pensamiento manifiestan el poder sanador omnipotente de Dios.

A veces el amor de Dios puede asumir la forma de disciplina, cuando nos apartamos del camino, a fin de hacernos regresar a la forma más armoniosa, segura y feliz de obedecer a Dios. La obediencia nos capacita para ver y sentir mejor la realidad de la verdad. Vivir con honradez, por ejemplo, fortalece nuestra percepción de lo que es espiritualmente cierto. Vivir con obediencia moral nos da más dominio sobre la sensación física, fortaleciendo nuestro entendimiento de la totalidad y armonía del Espíritu. Vivir con generosidad, compasión y afecto apoya nuestra confianza en el poder del Amor divino para sanar.

El progreso espiritual rara vez se manifiesta de repente, no necesita hacerlo. Ciencia y Salud habla de ganar “un poco cada día en la dirección correcta…” (pág. 21). Trabajando sinceramente para crecer, tenemos lo que necesitamos para enfrentar los desafíos que se presentan, porque el Amor, el Espíritu infinito, está sosteniéndonos e impartiéndonos cada idea espiritual que necesitamos.

 La realidad de la verdad espiritual no está oculta de nosotros, porque la Mente nos la está comunicando a cada instante. Al orar para percibir la verdad más claramente comenzamos a sentirla con más profundidad, y esta percepción genuina de la verdad trae curación.

David C. Kennedy 

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 15 de febrero de 2016.

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