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Una consciencia llena de luz

Del número de agosto de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en inglés


Nuestra vida diaria transcurre a un ritmo tan acelerado que puede parecer casi imposible tener un respiro. Siempre está ocurriendo algo que requiere de nuestra atención, y tal vez sintamos que no tenemos el tiempo suficiente siquiera para orar y poner nuestro pensamiento de acuerdo con Dios. No obstante, la experiencia me ha demostrado que la oración no es una opción, sino una prioridad. 

Ya sea que estemos enfrentando desafíos en nuestra vida personal, o nos sintamos preocupados por lo que está ocu-rriendo alrededor del mundo, debido a una enfermedad, seguridad, injusticia, problemas económicos, y otras situaciones, me he dado cuenta de que llenar nuestro pensamiento con la verdad acerca de Dios y el hombre, es precisamente lo que se necesita. La oración puede ayudarnos a entender que todas esas situaciones son, en realidad, creencias mortales erróneas; no son la verdad del existir.

La Ciencia Cristiana enseña que para destruir las creencias mortales necesitamos comenzar nuestra oración con Dios, nuestra única y verdadera fuente. En realidad, Dios, la Mente divina, creó todo en y de Sí Mismo. Todas las ideas en la Mente divina lo expresan a Él. Por lo tanto, toda Su creación, incluso el hombre, es tan perfecta y armoniosa como Dios lo es.

Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia Cristiana, escribe que el hombre es “la compuesta idea del Espíritu infinito; la imagen y semejanza espirituales de Dios; la representación plena de la Mente” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 591). Esto significa que cada uno de nosotros, por ser el reflejo de Dios, es Su hijo amado, heredero de todo el bien. Como vivimos en Dios y Lo expresamos, tenemos dominio sobre todo mal.

El bien, a su vez, es definido como “Dios; Espíritu; omnipotencia; omnisciencia; omnipresencia; omni-acción” (Ciencia y Salud, pág. 587). Al razonar partiendo de este fundamento espiritual, aprendemos y somos capaces de probar cada vez más, que el bien es todopoderoso, y que el mal es, en realidad, una creencia equivocada: no tiene ni causa ni creador, y carece de poder alguno.

Alcanzar la inspirada convicción de que Dios y Su creación son lo único que realmente existe, es lo que elimina la aparente oscuridad de las creencias malignas. Dios es luz, y cuando nos volvemos a Él con receptividad, recibimos discernimiento espiritual; nuestro pensamiento es iluminado. La Sra. Eddy escribe: “…la Ciencia afirma que la oscuridad es sólo un sentido mortal de la ausencia de la luz, a cuya llegada la oscuridad pierde la apariencia de realidad. Así el pecado y el pesar, la enfermedad y la muerte, son la supuesta ausencia de la Vida, Dios, y huyen como fantasmas del error ante la verdad y el amor” (Ciencia y Salud, pág. 215).

Puesto que vivimos en Dios y Lo expresamos, tenemos dominio sobre todo mal.

Hace algunos años, una amiga mía probó cuán importante es permitir que la luz de la Verdad llene nuestra consciencia. Una mañana, de pronto, sintió un dolor muy fuerte en el pecho. Ella comenzó a orar para realmente saber que Dios es en verdad omnipresente y omnipotente. Como el dolor persistía, llamó a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda. La practicista comenzó a orar por ella, y le dijo que mantuviera en mente que solo el Amor divino estaba presente. Mi amiga también continuó orando. Después de un rato, el dolor disminuyó, y más tarde en el día, llamó a la practicista para decirle que el dolor había desaparecido por completo. Sin embargo, dos meses más tarde, el dolor regresó con mucha intensidad. Ella llamó a la practicista nuevamente, quien le habló acerca de la totalidad de la bondad de Dios, y le explicó que el dolor es una sugestión mental de que hay vida en la materia, pero eso no es verdad; Dios ocupa todo el espacio, así que no existe otra cosa más que el bien. Mi amiga empezó a llenar su pensamiento con las verdades espirituales que había estado aprendiendo acerca de su verdadera identidad. El dolor comenzó a disminuir. Horas más tarde, desapareció y jamás regresó.

La Biblia dice: “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1º Juan 1:5). La luz y la oscuridad no luchan entre sí. La oscuridad es simplemente la ausencia de luz, y cuando encendemos la luz —cuando llenamos nuestra consciencia de verdades espirituales— la oscuridad, o mal, se desvanece. Yo he descubierto que orar y mantener nuestro pensamiento lleno de la Verdad es como encender la luz en nuestra consciencia. Como resultado, la oscuridad  —los pensamientos malévolos, temores y creencias erradas—  se disuelve.

Es un hecho que, cuando entramos en un cuarto oscuro y encendemos la luz, la oscuridad desaparece. Pero si entramos en un cuarto lleno de luz, ninguna oscuridad puede entrar en ese cuarto para librarse de la luz, a menos que, por supuesto, apaguemos el interruptor.

He aquí un instructivo ejemplo de la Biblia. Jesús les pidió a sus discípulos que entraran en la barca y que fueran delante de él al otro lado del mar, mientras él despedía a la multitud (véase Mateo 14:22–32). Luego subió al monte a orar. Muy tarde por la noche, cuando la barca estaba en medio del viento y las olas, Jesús fue a ellos andando sobre el mar. Pero cuando los discípulos lo vieron, se sintieron aterrados y dijeron: “¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo”. Pero de inmediato Jesús les habló diciendo: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas”. 

Y Jesús no le dijo: “Bueno, Pedro, tienes que tener más comprensión espiritual. Tienes que seguir mejor mis enseñanzas para poder hacer esto”. Jesús simplemente dijo: “Ven”. Jesús nunca dudó. Jesús sabía que Pedro podía caminar sobre el agua. ¡Y Pedro caminó sobre el agua!

Pero entonces Pedro empezó a prestar más atención a lo que estaba ocurriendo a su alrededor —el viento, las olas— en lugar de mantener su pensamiento en su objetivo de caminar hacia Jesús, como había estado haciendo. Pedro era pescador, así que sabía por experiencia lo que esas condiciones del tiempo significaban, y tuvo miedo, y comenzó a hundirse. El temor de Pedro cerró la puerta de su consciencia a la luz de la Verdad. Pero él clamó pidiendo ayuda, y Jesús lo tomó y lo puso sobre la superficie del agua, y le dijo a Pedro: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento”.

 Pedro tenía un conocimiento humano de las condiciones del mar y del viento, y este conocimiento humano le dio temor. No lo ayudó de ninguna manera. Y a mí me resulta útil aplicar esta historia a nuestra propia vida. A veces tal vez enfrentemos un desafío, y al principio, comenzamos a orar por él con mucha fe y persistencia. Pero si escuchamos los comentarios de otra gente, o el conocimiento humano o pensamientos de duda y temor empiezan a entrar furtivamente en nuestro pensar, nuestras oraciones puede que ya no sean tan firmes o persistentes. Estamos orando, sí, pero a veces, estamos prestando más atención a esas sugestiones mentales agresivas que a la verdad del existir. Para mí es muy reconfortante y fortalecedor recordar que Dios ha dado al hombre dominio sobre todas las cosas, lo que significa que podemos liberarnos del temor al comprender a Dios y nuestra identidad espiritual, y mantener nuestro pensamiento receptivo a esta verdad.

No importa lo que el mundo pueda presentarnos en contra, la verdad es que el bien es omnipresente. La Biblia ofrece muchos ejemplos del triunfo del bien sobre el mal. En cualquier momento, nosotros podemos orar para superar las creencias en el mal, por más tenaces y desagradables que puedan parecer. Nuestra creciente comprensión de que Dios es Todo-en-todo es esencial para probar más y más la nada del mal.

Es bueno tomarse el tiempo para orar, y ser persistentes en reemplazar las creencias mortales erróneas por verdades espirituales, encendiendo así la luz en nuestra consciencia.

Original en inglés

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