Unos días antes de viajar a Brasil para asistir a una reunión de asociación de la Ciencia Cristiana, sufrí una caída en la calle, y me torcí severamente el tobillo.
El dolor era muy intenso y me quedé unos minutos inmovilizada. Luego me arrastré hasta la acera de la calle y me senté. Estaba sola.
Lo primero que pensé fue que Dios estaba conmigo, cuidándome. Declaré con firmeza la presencia de Dios, que Él era mi Padre-Madre que me cuidaba y protegía. También recordé que “los accidentes son desconocidos para Dios, o la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el sentido correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía” (Mary Baker Eddy. Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 424).
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