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Mi tobillo sanó

Del número de agosto de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español


Unos días antes de viajar a Brasil para asistir a una reunión de asociación de la Ciencia Cristiana, sufrí una caída en la calle, y me torcí severamente el tobillo. 

El dolor era muy intenso y me quedé unos minutos inmovilizada. Luego me arrastré hasta la acera de la calle y me senté. Estaba sola. 

Lo primero que pensé fue que Dios estaba conmigo, cuidándome. Declaré con firmeza la presencia de Dios, que Él era mi Padre-Madre que me cuidaba y protegía. También recordé que “los accidentes son desconocidos para Dios, o la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el sentido correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía” (Mary Baker Eddy. Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 424).

Pensé en mi viaje y me negué a aceptar la idea de que algo me impediría hacerlo. Después de unos 15 minutos, conseguí ponerme de pie y regresar a casa con dificultad. Empecé a leer Ciencia y Salud y un Heraldo, los cuales me ayudaron a tranquilizarme. Entonces llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me apoyara con su oración. 

Esto sucedió un sábado y el lunes fui a trabajar. Mis compañeros al verme renguear insistieron en que fuera a consultar con el servicio médico que tiene la institución donde trabajo. Así lo hice. Las radiografías que me sacaron no revelaron ninguna quebradura, contrario a la primera opinión del médico al verme. El doctor me sugirió que fuera a una asistencia médica particular para que me pusieran un yeso, que, según su opinión, era fundamental para realizar la curación de los tendones lastimados. No acepté eso y continué orando. 

Mary Baker Eddy escribe: “La razón, bien dirigida, sirve para corregir los errores del sentido corporal; pero el pecado, la enfermedad y la muerte parecerán reales (así como las experiencias del sueño mientras dormimos parecen reales) hasta que la Ciencia de la armonía eterna del hombre quebrante esas ilusiones con la inquebrantable realidad del ser científico” (Ciencia y Salud, pág. 494).

Pude viajar y asistir a la reunión de asociación, aunque me resultaba dificultoso subir escaleras y caminar. Pero persistía en orar y mantener mi pensamiento en Dios, el bien. Al pensar en el cuadro físico oraba con firmeza reclamando mi capacidad innata de percibir mi identidad espiritual y perfecta, la cual yo sabía que ya estaba presente allí mismo, donde parecía haber una dificultad física. 

Me sentí feliz y fortalecida al participar en la reunión y nutrirme con las ideas que se desarrollaron en ella. Sabía que saldría victoriosa.

Desde hacía tiempo, tenía programado realizar algún paseo por esa región de Brasil, luego de la reunión. Ahora no sabía qué hacer. Una amiga me invitó a pasar unos días en su casa. Esta amiga y su esposo, ambos estudiantes de la Ciencia Cristiana me alentaron a que paseara  por la sierra. Ellos estaban viendo en mí a la hija perfecta de Dios, no a una pobre muchacha lastimada. 

Decidí hacer el paseo. El lugar me maravilló. No obstante, de pronto me di cuenta de que todos los paseos que se podían realizar allí eran caminatas de varios kilómetros subiendo y bajando montañas. Entonces me pregunté: ¿Será que estás haciendo lo correcto? ¿Te parece prudente? La Lección Bíblica de esa semana titulada “Son reales la enfermedad, el pecado y la muerte”, me dio las ideas que necesitaba para tomar una decisión. Entre ellas: “En el vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28), me dio la certeza de que no me movía en la materia, sino en el Espíritu. De Salmos leí: “Se levantan testigos malvados” (35:11). Pensé: ¿qué son esos testigos? Comprendí que esos testigos eran los pensamientos basados en las creencias falsas de que la materia era real, que existía un tendón lastimado, inflamación, dolor…

Leí en Ciencia y Salud: “Cuando la ilusión de  enfermedad o de pecado te tiente, aférrate firmemente a Dios y Su idea. No permitas que nada sino Su semejanza more en tu pensamiento. No dejes que ni el temor ni la duda ensombrezcan tu claro sentido y calma confianza de que el reconocimiento de la vida armoniosa — como la Vida es eternamente—  puede destruir cualquier sentido doloroso o cualquier creencia acerca de aquello que no es la Vida. Deja que la Ciencia Cristiana, en vez del sentido corporal, apoye tu comprensión del ser, y esta comprensión sustituirá el error por la Verdad, reemplazará la mortalidad con la inmortalidad y silenciará la discordancia con la armonía” (pág. 495).

Dios jamás exige obediencia a las supuestas leyes materiales, sino a las espirituales. Percibí cada vez más claramente que no podía sufrir ningún castigo por desobedecer una falsa ley material que decía que tenía que estar quieta para sanar. No había inteligencia en respetar las falsas leyes materiales. Había inteligencia en afirmar la Verdad y actuar conforme a ella. Todas estas ideas me venían al pensamiento mientras realizaba caminatas por el lugar.

Después del paseo, regresé a São Paulo donde pasé la noche con otra amiga. Las habitaciones estaban en el piso de arriba. En la mañana, al bajar las escaleras me di cuenta de que mi pie estaba completamente sano. Mi gratitud a Dios fue inmensa y una gran paz me envolvió. Pude comprobar que la curación es posible, no importa cuán adelantados estemos en nuestro progreso espiritual, pues, es suficiente que estemos firmes y no nos desanimemos.

A veces la presión para mantenerse atado a la materia es muy grande, y esta experiencia me mostró que debemos estar alertas, vigilando siempre la puerta de nuestro pensamiento, para no permitir la entrada a la sugestión de que somos vulnerables a un poder material, y así correr el riesgo de perder la libertad que Dios nos ha otorgado.

La Sra. Eddy escribe: “La paz del Amor está proclamada y la espada del Espíritu de-senvainada; y no será envainada hasta que la Verdad reine triunfante sobre la tierra” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 185).

Cristina Medina, Montevideo

Original en español

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