Muchas personas alrededor del mundo están preocupadas por los recientes reportajes sobre brotes del virus Zika, y su impacto en la salud, especialmente en mujeres embarazadas y sus hijos aún no nacidos. Estos informes tienden a reforzar la creencia común de que no somos otra cosa, más que mortales vulnerables, sometidos a enfermedades, invisibles y desconocidas. Pero la Palabra inspirada de la Biblia nos asegura que esto no es así. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la Biblia trae a luz que Dios, el Espíritu divino, es nuestro creador y sustentador. Somos realmente Su reflejo, eterno, completo y espiritual. La ley de armonía de Dios nos está gobernando a todos ahora mismo. Esta ley es suprema, y mantiene a Su creación a salvo y bien.
El relato bíblico de la inmunidad que tuvo Pablo a los malos efectos de la mordedura de una víbora venenosa, y los numerosos relatos que leemos sobre la protección divina, revelan que Dios está en todas partes. Llena todo el espacio, no tiene igual, opuesto ni oposición. En Isaías leemos: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45:22). Estas ideas nos aseguran que dondequiera que estemos, Dios está presente y es capaz de sanarnos y salvarnos.
Yo tuve una experiencia interesante hace más de diez años, cuando me mudé a Florida, uno de los Estados del Golfo en el sudeste de los Estados Unidos. Cada vez que salía afuera, me atacaban los mosquitos. Me alarmaban las noticias acerca del virus del Nilo Occidental transmitido por mosquitos, que habían llegado recientemente a Florida.
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