Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

La creación inofensiva de Dios

Del número de agosto de 2016 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 18 de abril de 2016.


Muchas personas alrededor del mundo están preocupadas por los recientes reportajes sobre brotes del virus Zika, y su impacto en la salud, especialmente en mujeres embarazadas y sus hijos aún no nacidos. Estos informes tienden a reforzar la creencia común de que no somos otra cosa, más que mortales vulnerables, sometidos a enfermedades, invisibles y desconocidas. Pero la Palabra inspirada de la Biblia nos asegura que esto no es así.  Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la Biblia trae a luz que Dios, el Espíritu divino, es nuestro creador y sustentador. Somos realmente Su reflejo, eterno, completo y espiritual. La ley de armonía de Dios nos está gobernando a todos ahora mismo. Esta ley es suprema, y mantiene a Su creación a salvo y bien. 

El relato bíblico de la inmunidad que tuvo Pablo a los malos efectos de la mordedura de una víbora venenosa, y los numerosos relatos que leemos sobre la protección divina, revelan que Dios está en todas partes. Llena todo el espacio, no tiene igual, opuesto ni oposición. En Isaías leemos: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45:22). Estas ideas nos aseguran que dondequiera que estemos, Dios está presente y es capaz de sanarnos y salvarnos.

Yo tuve una experiencia interesante hace más de diez años, cuando me mudé a Florida, uno de los Estados del Golfo en el sudeste de los Estados Unidos. Cada vez que salía afuera, me atacaban los mosquitos. Me alarmaban las noticias acerca del virus del Nilo Occidental transmitido por mosquitos, que habían llegado recientemente a Florida.

Antes de aventurarme a salir afuera, me aplicaba en abundancia lociones y atomizadores, pero los mosquitos siempre encontraban el lugar que no estaba suficientemente embadurnado con ungüentos. Sentía como que un pequeño insecto tenía el control total sobre mi vida, inhibiendo mis salidas a caminar y a correr, así como la jardinería y los deportes, actividades que me encantaban hacer normalmente. ¿Es que así iba a ser mi vida de ahora en adelante? Frustrada, temerosa y molesta, le pedí ayuda a Dios.

En ninguna de las ideas del Amor existe algún instinto o propósito dañino o que cause sufrimiento.

Poco después, fui guiada a leer el número de ese mes del Christian Science Journal, donde algo breve llamó mi atención. A un joven militar de los Estados Unidos, nuevo en la Ciencia Cristiana, lo picaban repetidamente unos insectos pequeños en la base. Le preguntó a un capellán de la Ciencia Cristiana si Dios le había dado dominio sobre los insectos. En Génesis 1, la Biblia nos dice que Dios dio al hombre dominio sobre toda cosa viviente que se mueve sobre la tierra (versículo 28), y el capellán lo alentó a ejercer este dominio. Más tarde informó que estuvo libre de las picaduras de los insectos, en las doce semanas que le restaban en la base (“Church—an ‘everyday thing’ at boot camp,” July 2004).

La protección que experimentó este hombre fue tan inmediata que me quedé maravillada. Yo había tenido muchas curaciones físicas en la Ciencia Cristiana —de sordera en un oído, intolerancia a la lactosa, alergia a los gatos, y bultos anormales, para mencionar unos pocos. Pero no se me había ocurrido que podía demostrar dominio sobre los mosquitos. ¿Cómo podría una comprensión de la metafísica divina de la Ciencia Cristiana liberarme de las picaduras de los mosquitos?

Durante las siguientes semanas escuché la guía de Dios. Leía la Lección Bíblica semanal de la Ciencia Cristiana a diario, y reflexioné sobre los versículos de la Biblia y los pasajes de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, que se aplicaban a mi situación. Este período de reflexión y estudio tranquilo, fortaleció mi convicción en la totalidad de Dios, y la naturaleza buena y enteramente espiritual de la creación de Dios, el Espíritu.

En Ciencia y Salud, el capítulo “Génesis” fue útil para dirigir mi pensamiento hacia la inocencia de cada una de las preciosas criaturas de Dios. Encontré esta profunda declaración: “Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles, indestructibles” (pág. 514). El título marginal de este pá-rrafo es “Las criaturas de Dios son útiles”. Y en la parte de arriba de la siguiente página, el título marginal es más específico: “La serpiente es inofensiva” (pág. 515). Aquí leemos que la serpiente de la creación de Dios no es venenosa, sino una idea sabia. Dado que esta criatura de Dios es inofensiva, también lo era el mosquito, porque los dos son, en realidad, ideas espirituales buenas y puras; no son materiales.

En la vastedad y diversidad de toda la creación espiritual de Dios, no hay pestes molestas ni fastidios opresivos. Su universo, incluido el hombre, no contiene ningún elemento material destructivo o nocivo. Ni uno. En ninguna de las ideas del Amor existe algún instinto o propósito dañino o que cause sufrimiento. Dios no creó, y no podría crear, ninguna forma de vida agresiva o malévola mediante la cual se pueda transportar o transmitir veneno o ponzoña, como probó el Apóstol Pablo cuando la víbora venenosa  “se le prendió en la mano” (Hechos 28:3). Como las ideas de Dios reflejan constantemente al Amor divino, son benignas. Expresan la naturaleza de Dios en gentileza, utilidad, indestructibilidad, y se mueven en armonía unas con otras.

Como muestra claramente el capítulo del Génesis, el relato contradictorio de la creación —el relato basado en la materia que comienza en el segundo capítulo del Génesis— es falso, es un mito. La Sra. Eddy escribe: “El primer registro asigna todo el poder y gobierno a Dios, y dota al hombre de la perfección y el poder de Dios. El segundo registro es la crónica del hombre como mutable y mortal, como habiéndose separado de la Deidad y como girando en una órbita propia. La existencia, separada de la divinidad, es imposible según lo explica la Ciencia” (pág. 522).

Continué realizando mis actividades al aire libre con una completa libertad física y mental.

Cuando leí esto, me di cuenta de lo que necesitaba tratar más específicamente en mis oraciones: la implícita pretensión de la mente mortal, o la mente carnal, de que el hombre está separado de Dios, existe fuera de Su universo armonioso y, por lo tanto, es mortal, vulnerable, sujeto a la enfermedad y al peligro. Mentalmente me elevé en la fortaleza de la Verdad, afirmando la libertad, autoridad y dominio que Dios me ha dado sobre esta creencia. Declaré con firmeza que el hombre es inseparable de Dios y que mi verdadera identidad, como Su inexpugnable idea espiritual, nunca estaba expuesta al error de ninguna forma. Nuestra bondad y pureza innatas como hijos de Dios hace que seamos inmunes al mal, cualquiera sea la forma que asuma.

Poco a poco, estas verdades comenzaron a valer más en mi pensamiento que la suposición de que el mal tiene poder y puede manifestarse en una forma de vida que rapiña a otra. Percibí que la creencia en un poder opuesto a Dios era irreal. Aunque a través de las noticias, la creencia se presentaba de forma muy convincente y parecía ser un hecho, era muy obvio para mí que no seguía siendo otra cosa más que una creencia falsa, sin ningún poder.

A medida que el temor por los mosquitos y el virus del Nilo Occidental, se evaporaba de mi pensamiento, la irritación y la picazón asociada con las picaduras de mosquitos disminuyeron, hasta que desaparecieron por completo. La primera señal de que iba por el camino correcto en mi tratamiento metafísico, me fortaleció y reconfortó. Después de muchas semanas de perpetuo malestar, ¡ahora estaba libre!

La creencia de que debía depender de remedios materiales para protegerme había perdido su influencia en mi pensamiento. Se había producido un cambio en la consciencia. Sentí la sensación de que tenía dominio espiritual y autoridad divina sobre la falsa pretensión. Y sentí tangiblemente que soy una con Dios.

Entonces fue para mí perfectamente natural dejar de usar el repelente de insectos. De hecho, lo tiré a la basura. Me puse únicamente en manos de Dios, bajo Su infalible poder protector y constante cuidado. En realidad, era donde yo siempre había estado, y finalmente percibí que esto era verdad. Con valentía y confianza, continué realizando mis actividades al aire libre con una completa libertad física y mental. Y ese fue el fin de las picaduras de mosquitos.

Hoy, cuando escucho informes del virus del Zika, recuerdo esta experiencia. Me brinda otra oportunidad más de regocijarme por saber que dondequiera que estemos, en una ciudad en los Estados Unidos, o un pueblo en Brasil o México, África o las islas del Pacífico, Dios nos ama y protege a todos, como un Padre cuidaría de Sus propios hijos. Saber esto es la oración cristianamente científica que bendice a toda la humanidad, revelando y demostrando el gobierno armonioso de Dios sobre todas Sus criaturas, grandes y pequeñas.

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 18 de abril de 2016.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / agosto de 2016

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.