El verano pasado, estaba en el campamento cuando tuve una curación realmente importante.
Mi amiga Rachel y yo fuimos a nadar en una piscina que tenía unos 3 o 4 metros de profundidad. Ella me estaba enseñando a tocar el fondo de la piscina. Cuando por fin toqué el fondo, me sentí tan feliz que lo hice una y otra vez. Pero, de repente, mis oídos empezaron a taparse debido a la presión del agua en el fondo.
Después de salir de la piscina, fui a la plaza y a bailar rock. Pero los oídos me dolían mucho. Así que le pregunté a mi consejera si podía ir a ver al practicista de la Ciencia Cristiana. Ella me llevó, y nos sentamos juntos en silencio y oramos. El practicista me dijo que Dios está siempre conmigo, y que es mi escudo. Esto me ayudó a sentirme segura y tranquila.
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