En mayo de 2015, por primera vez en años, participé en un prolongado ejercicio de entrenamiento en preparación para un curso de patines en línea. De pronto sentí dolor en la rodilla izquierda. Tuve que detener el entrenamiento y manejar hasta mi casa. Cuando llegué trabajé un poco en la computadora, y cuando me puse de pie para ir a la cama, casi no podía caminar. Durante la noche, el dolor se agudizó tanto, que supe que si no había algún cambio, no podría ir a trabajar al día siguiente.
Empecé a orar, queriendo apoyarme totalmente en la ayuda divina. Sin embargo, al principio no pude hacer esto, y sentí que tenía que ir al hospital, para que me dieran un certificado que me permitiera quedarme en casa.
En el hospital me tomaron una radiografía de la rodilla, pero me dijeron que solo un ortopedista me podía dar el certificado. Al día siguiente, fui a ver al ortopedista quien diagnosticó que tenía un menisco desgarrado, y recomendó una operación. Me dio ayudas para poder moverme, y un certificado recomendando que me quedara en casa dos semanas.
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