En mayo de 2015, por primera vez en años, participé en un prolongado ejercicio de entrenamiento en preparación para un curso de patines en línea. De pronto sentí dolor en la rodilla izquierda. Tuve que detener el entrenamiento y manejar hasta mi casa. Cuando llegué trabajé un poco en la computadora, y cuando me puse de pie para ir a la cama, casi no podía caminar. Durante la noche, el dolor se agudizó tanto, que supe que si no había algún cambio, no podría ir a trabajar al día siguiente.
Empecé a orar, queriendo apoyarme totalmente en la ayuda divina. Sin embargo, al principio no pude hacer esto, y sentí que tenía que ir al hospital, para que me dieran un certificado que me permitiera quedarme en casa.
En el hospital me tomaron una radiografía de la rodilla, pero me dijeron que solo un ortopedista me podía dar el certificado. Al día siguiente, fui a ver al ortopedista quien diagnosticó que tenía un menisco desgarrado, y recomendó una operación. Me dio ayudas para poder moverme, y un certificado recomendando que me quedara en casa dos semanas.
Las ayudas para moverme no me sirvieron de ninguna forma. Me sentí como David que no pudo caminar con la armadura que le habían recomendado que usara cuando fue a luchar contra Goliat (véase 1º Samuel 17:38, 39). Así que esas ayudas terminaron en el paragüero y finalmente en el sótano.
Como yo sabía que quería apoyarme totalmente en la ayuda divina para sanar, comencé entonces mi trabajo en la Ciencia Cristiana. Es tan maravilloso que podamos volvernos siempre a Dios, ¡sin preocuparnos por las citas, el horario de atención o las horas de espera! En la Biblia y en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, encontré maravillosas declaraciones que me demostraron claramente que es el Principio divino el que mantiene al hombre. Esta frase de Ciencia y Salud fue un llamado de atención: “Es nuestra ignorancia de Dios, el Principio divino, lo que produce la aparente discordancia, y el entendimiento correcto de Él restaura la armonía” (pág. 390).
Aunque seguía cojeando y no podía subir escaleras, no perdí ningún servicio religioso y pude realizar mis tareas como ujier, asistente de la Sala de Lectura, y presidente de la comisión directiva de nuestra iglesia. Durante una reunión de testimonios de los miércoles a la que asistí, una mujer relató una curación que había ocurrido aunque al principio había parecido imposible de lograr. Una amiga mía describió la recomendación de que debía ausentarme del trabajo, como una vacación educacional; ¡y de esa manera llegué a considerarlo yo también! Asistí a una transmisión en vivo por Internet de la Asamblea Anual de La Iglesia Madre, abierta al público, aunque tuvo lugar en el tercer piso de nuestro edificio de iglesia. En preparación para el evento, nos pidieron que leyéramos el mensaje de Mary Baker Eddy a su iglesia titulado “‘Escoged’” (véase La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 3–6). Hasta el título de ese mensaje me indicó el camino que debía seguir. Todas estas cosas me alentaron a aferrarme a la curación exclusivamente mediante el poder divino.
Esta frase del Prefacio de Ciencia y Salud me ayudó a resistir la sugestión de que no había suficiente tiempo para tener una curación metafísica: “Para aquellos que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones” (pág. vii). Pude rechazar otros remedios porque la Sra. Eddy también escribe: “El Principio-Dios es omnipresente y omnipotente. Dios está en todas partes, y nada fuera de Él está presente ni tiene poder” (Ciencia y Salud, pág. 473). También me esforcé por seguir la exigencia: “Sintamos la energía divina del Espíritu, que nos lleva a renovación de vida y no reconoce ningún poder mortal ni material como capaz de destruir” (Ciencia y Salud, pág. 249).
Al término de las dos semanas, me hicieron otro examen en el hospital, y les dije que podía caminar sin renguear y subir escaleras (aunque no las podía bajar). El doctor entonces confirmó que la operación no era necesaria.
¡Iba ciertamente por el buen camino! Otra frase de Ciencia y Salud fue muy importante: “Borra las imágenes del pensamiento mortal y sus creencias en la enfermedad y el pecado” (pág. 391). Al igual que en una computadora, yo simplemente podía borrar los archivos de esas imágenes.
La curación fue perfecta. Pude caminar normalmente y subir y bajar escaleras sin renguear. Y no hubo necesidad de extender mi “vacación educacional”.
A mediados de julio, cuando toda la congregación fue invitada a arrodillarse durante el servicio de comunión, pude hacerlo sin problema alguno. Y he vuelto a enseñar clases de patinaje sobre hielo a niños, lo cual incluye demostrar muchos ejercicios y doblar con frecuencia las rodillas.
No puedo expresar suficiente gratitud por esta curación. También estoy agradecida por los numerosos recursos que ofrece la Ciencia Cristiana que nos mantienen en el camino, y nos fortalecen en momentos difíciles, tales como los servicios religiosos, Salas de Lectura, Lecciones Bíblicas y la Clase Primaria.
Carola Graessner, Berlín
Original en alemán