Un día, en 2013, empecé a sentir picazón en la planta de los pies, me dolía el cuerpo y me sentía cansado.
En el pasado, había sido sanado físicamente por medio de la oración de acuerdo con las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, por eso recurrí al tratamiento metafísico para poder liberarme de esas sensaciones. Me apoyé en la Biblia, que dice: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos” (Hechos 17:28). Mi esposa me alentó a continuar orando y a confiar incondicionalmente en la Verdad.
Oré de esa forma durante una semana, pero no hubo mejoría. Y tan pronto como esta aparente falta de resultados pretendía hacerme dudar de mi legítima habilidad para demostrar la verdad del ser, recibí un mensaje en mi teléfono de nuestro hijo menor, que en ese momento, vivía a miles de kilómetros de distancia de nuestro hogar familiar. Nos contó que su salud se estaba deteriorando cada día debido a un gran brote de malaria, y que necesitaba tratamiento metafísico.
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