Era la primera nevada de ese invierno, y salí de mi hotel a correr temprano por la mañana. Esto ocurrió hace décadas, pero lo recuerdo muy claramente: el suelo estaba cubierto de una delgada capa blanca, y todo parecía estar más callado que de costumbre. Parecía ser el ambiente perfecto donde debía estar, pues me había despertado preocupada por una importante decisión que debía tomar, y anhelaba tener más claridad y orientación.
Al correr hacia un parque cercano, pasé por una iglesia que tenía un cartel con el tema del sermón que el pastor daría ese domingo: “El gran pero”.
Era un título muy intrigante. Empecé a reflexionar sobre lo que yo diría si me pidieran que compartiera algunas ideas sobre ese tema. De inmediato pensé en lo que el Maestro, Cristo Jesús, oró en el jardín de Getsemaní. Se estaba preparando para sufrir la dura experiencia de un juicio injusto y una crucifixión cruel. Dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa”. Para mí, esto quería decir que él sabía lo que iba a enfrentar y no quería tener que hacerlo. Entonces dijo lo que me pareció que era el ejemplo perfecto de un “gran pero”: “Pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!