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Negros, blancos, y superar los prejuicios

Del número de abril de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


Después de aterrizar en Ginebra, Suiza, tenía que continuar hacia una ciudad diferente donde me estaban esperando unos amigos. Tuve una hermosa experiencia en este viaje que estaba haciendo por primera vez. Ya me había subido en el tren cuando me di cuenta de que la conversación telefónica con mi amigo se iba a interrumpir por la falta de minutos. Era difícil para mí comprar más minutos de inmediato, y tenía miedo de perderme sin las instrucciones de mi amigo.

En el tren, había africanos negros un poco distantes a mi izquierda y blancos cercanos a mi lado derecho. Parecía obvio que tendría que pedir ayuda a alguien. Cuando estaba a punto de pedirle a la persona sentada junto a mí su ayuda, un pensamiento muy negativo con respecto a mí mismo, al concepto de raza, y a la ayuda que necesitaba, cruzó repentinamente mi mente: Pensé que sería inútil pedir ayuda a la persona que estaba a mi lado, simplemente porque su piel era blanca. Sin ninguna buena razón, me imaginaba una escena en la que empezaría a denigrarme, viéndome como un “pequeño niño negro” perdido en medio de Suiza. Me sentí completamente incapaz de comunicarme con ella. ¡Era como si una pared mental sin ningún fundamento se hubiera puesto de repente frente a mí y me hubiera impedido hacer algo!

Después de unos minutos de confusión, me reorganicé y comencé a hacerme muchas preguntas: ¿Quién soy yo? ¿Quiénes son los blancos? ¿Quiénes son los negros? ¿Es nuestro color de piel lo que realmente nos impide expresarnos? ¿Soy simplemente un mortal definido por mi raza? Comencé a orar, como la Ciencia Cristiana me ha enseñado, para encontrar respuestas a estas preguntas.

Vi caer la máscara del prejuicio ante la alegría y la libertad de apreciar al hombre, no como un mortal, sino como un reflejo de Dios.

Me volví consciente de mi identidad espiritual como hijo de Dios, creado a imagen y semejanza de Dios. Usando el término genérico de hombre, que se refiere a cada hombre, mujer y niño, Mary Baker Eddy dice en su libro, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales(... )Es la compuesta idea de Dios, incluyendo todas las ideas correctas; el término genérico para todo lo que refleja la imagen y semejanza de Dios; la consciente identidad del ser como se encuentra en la Ciencia, en la cual el hombre es el reflejo de Dios, o la Mente, y por tanto, es eterno,...” (pág. 475). Esto definió lo que yo era, y lo que todos somos, ni más, ni menos. ¡Este hombre no pertenece a una raza material limitada! Él es libre, feliz y siempre consciente de su identidad espiritual, porque está constituido por Dios, el Espíritu, a quien refleja.

El color de la piel no es la sustancia del hombre; no lo define. En el mejor de los casos, es un símbolo humano de la belleza espiritual que se origina en Dios. Entonces es fácil aceptar la idea de que la piel no puede en ningún momento convertirse en un obstáculo y evitar que expresemos cualidades espirituales.

Muy naturalmente, después de corregir con oración esta sugestión maligna respecto a mí mismo, y por lo tanto, mi prójimo, me sentí completamente libre para explicar mi situación a la joven blanca sentada a mi lado. Le dije que me gustaría usar su teléfono celular para llamar de nuevo a mi amigo. No sé cómo describir el entusiasmo y la compasión con que la joven me prestó su teléfono. Sólo quería hacer una llamada por unos segundos o enviar un texto, pero ella insistió en que utilizara su teléfono tantas veces como fuera necesario. Para mí, esto fue una verdadera curación. Vi caer la máscara del prejuicio ante la alegría y la libertad de apreciar al hombre, no como un mortal, sino como un reflejo de Dios.

La joven llevaba en sus manos un libro que trataba de la conexión mente-cuerpo. Mencionaba a Dios, también. Me habló de lo que entendía de Dios, para mi gran deleite. Al ver su interés, compartí con ella algunos puntos fundamentales con respecto a la Ciencia Cristiana y le di a conocer El Heraldo de la Ciencia Cristiana, edición francesa, y la traducción en francés de Ciencia y Salud. De inmediato, dijo que le gustaría tener su propia copia. Le mostré dónde encontrar las salas de lectura de Ciencia Cristiana en el directorio del Heraldo, así como la tienda en línea. Un mes más tarde, ella me envió un correo electrónico para hacerme saber que acababa de comprar su primer libro.

Estoy muy agradecido por esta experiencia que demuestra cuán importante es identificarse correctamente para vencer los prejuicios y las creencias de todo tipo que pretenden limitar la actividad del Cristo en la consciencia humana. En consecuencia, nos vemos unos a otros no como “pecadores miserables”, sino como hijos amados de Dios, y tenemos una mejor apreciación de nuestro prójimo. Creo que esta forma de ver espiritualmente es una base sólida para establecer la paz en la tierra. Prestamos demasiada atención a lo que se dice acerca de los demás y a las etiquetas de ciertos grupos de personas. El estudio de la Ciencia Cristiana nos ayuda a entender que todo esto no tiene nada que ver con el hombre creado por Dios.

A veces reflexiono cuidadosamente sobre lo que Mary Baker Eddy escribió en Ciencia y Salud, en la página 563: “Bien puede el sentido humano maravillarse ante la discordancia, mientras que, para un sentido más divino, la armonía es lo real y la discordancia lo irreal. Bien podemos asombrarnos ante el pecado, la enfermedad y la muerte. Bien podemos estar perplejos ante el temor humano; y aún más consternados ante el odio, que levanta su cabeza de hidra, mostrando sus cuernos en los muchos engaños del mal. Pero, ¿por qué quedarnos horrorizados ante la nada?”. No hay necesidad de permanecer horrorizados ante los prejuicios y otros montajes mentales construidos contra naciones, pueblos o grupos particulares.

Mi trabajo diario consiste en afirmar las verdades que ya conozco de Dios, su naturaleza y su relación con cada uno de nosotros. Entonces estoy dispuesto a establecer en mi pensamiento el reino o gobierno supremo de la Verdad divina, la Vida y el Amor, que derriba la máscara de los prejuicios y trae la curación.

Tuve una estadía maravillosa durante mi estancia en Suiza y construí nuevas amistades que se han desarrollado durante los años.

Original en francés

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