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Lejos de casa, pero cerca de Dios

Del número de abril de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español
Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 30 de Enero de 2017. 


Estoy en mi último año de la secundaria y vivo en Nicaragua. El año pasado, durante las vacaciones de la escuela, tuve la oportunidad de viajar a Suiza para visitar a mi prima y a su esposo, que tienen dos niños pequeños. Me quedé con la familia de mi prima durante dos meses y todos los días le ayudaba a mi prima con el cuidado de los niños.

Una noche después de cenar, lleve al niño de mi prima que apenas tenía dos años, al baño que está en el segundo piso para ayudarle a cepillarse los dientes.  Después de lavarse los dientes, Marcos no quería caminar y me pidió que lo llevara cargado al bajar las escaleras. Así lo hice, pero yo llevaba puestos unos calcetines y al bajar las escaleras al primer piso, me resbale y pegué la cabeza contra la pared.

De inmediato me preocupé por Marcos y estaba tan pendiente de él, que ni siquiera pensé en mí. El esposo de mi prima vino corriendo y comenzó a revisar a Marcos. Al ver que él estaba bien, se volvió a mí y se asustó mucho de lo que vio. Yo tenía un chichón muy grande en la cabeza y él y mi prima me preguntaron que si quería ir al hospital.

Sin embargo, una de las cosas que más me había alegrado de este viaje, era que para mí era una gran oportunidad para aprender más sobre mi relación con Dios. Así que después que me caí, sentí que debía sentir con todo mi corazón que Dios estaba muy cerca de mí. Sabía que la presencia de Dios es poder, es curación.

Llamé a mi mamá, en Nicaragua y ella muy amorosa habló conmigo. Ella me dijo que me quedara tranquila y que Dios iba a mostrarme lo que tenía que saber. Después que hablamos, oré por algunos momentos, afirmando las verdades que he aprendido a través de mi estudio de la Ciencia Cristiana; que yo era la hija amada de Dios, siempre  protegida y que nunca estaba separada del cuidado amoroso de mi Padre-Madre. De inmediato sentí el efecto de esta oración, ya que mi pensamiento se calmó y el temor se fue disipando.

Antes de irme a dormir pensé en lo que la Señora Eddy escribe acerca de los accidentes en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección” (pág. 424). Pensé sobre el hecho que si Dios no había causado el accidente, entonces yo tampoco podía haber sufrido de uno, porque Dios es la única causa. Dios me ha creado y me conoce como perfecta y ese hecho no puede cambiar. También me sentí muy agradecida por mi viaje a Suiza y sabía que Dios quería que sintiera solamente gozo y salud.

Mejoré rápidamente y no hubo efecto del accidente. Estaba completamente libre. Un par de días más tarde, estaba afuera jugando con los niños de mi prima. El chichón en la cabeza se sanó por completo, y yo me sentí totalmente libre. Me siento muy agradecida con Dios por mostrarme que Él siempre está conmigo.

Original en español
Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 30 de Enero de 2017. 

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