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El poder del perfecto Amor

Del número de mayo de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de enero de 2017.


Esta es una lección acerca de una oreja, un dedo del pie y el poder del Amor que no tiene oposición alguna.

El Amor divino es el impulso que hace que la Verdad divina sea eficaz: universal, imparcial e instantáneamente. El Amor es la fuente y el agente de la curación. El Amor es el “cómo” y el “por qué” del infalible “qué” y “cuándo” de la Verdad. El anhelo sincero de comprender mejor a Dios como Amor elimina la sensación de estar separados de Dios, y nos permite percibir la confianza y el inexpugnable poder espiritual del Amor.

Muchos conocen el versículo, atribuido al discípulo Juan, que se cita a menudo y dice lo siguiente: “Dios es [A]mor” (1 Juan 4:8). A continuación, Juan declara con firmeza la realidad práctica del poder del Amor perfecto para echar fuera el temor (véase 1 Juan 4:18). Y tal vez hayamos escuchado acerca de curaciones, o hayamos experimentado una nosotros mismos, en la cual uno de los elementos claves para sentir y experimentar la influencia regenerativa del Amor fue el perfecto Amor echando fuera el temor.

Dada su eficacia, el perfecto Amor merece que se piense en él, se lo comprenda y demuestre seriamente en nuestra vida. Juan mismo explica: “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio” (1 Juan 4:17). No necesitamos preguntarnos qué es el perfecto Amor. Él nos lo dice; es Dios. Pero entonces, ¿qué quiere decir con “confianza” y el “día del juicio”?

Mary Baker Eddy, la descubridora de la Ciencia Cristiana, escribió en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Ningún juicio final espera a los mortales, pues el día del juicio de la sabiduría viene a toda hora y continuamente, esto es, el juicio por el cual el hombre mortal es despojado de todo error material” (pág. 291). El título marginal del párrafo es “El día del juicio”. De manera que esmerarnos por obtener confianza con respecto al Amor —certeza, ánimo y firme esperanza en Dios— debe ser “a toda hora y continuamente”.

¿Cuál es la naturaleza de esta confianza? El expresar Amor no consiste en actuar con impetuosidad, agresión u “osadamente”. Es, en cambio, nuestro reconocimiento y aplicación de la omnipotencia del Amor divino, que disuelve todo lo que es desemejante al Amor.

Esta confianza significa que el amor espiritual y verdadero no es débil ni vulnerable. No es simplemente expresar dulzura mientras uno se enfrenta a la discordancia o a la enfermedad o sufre debido a ellas, que es el límite de lo que la mente mortal nos permitiría hacer.

Cuando razonamos científicamente en nuestras oraciones partiendo de la causa divina y única, el Amor, hasta alcanzar su efecto divino y seguro, la armonía, lo erróneo se separa naturalmente de lo verdadero en nuestro pensamiento; se separa la paja del trigo en la consciencia humana; la creencia de que Dios, el bien, no es Todo se separa de la realidad espiritual de la presencia omnipotente del Amor. Esta apertura de nuestro pensamiento hacia el Amor elimina el temor y trae curación. 

Podemos aprender más acerca del poder del Amor en el artículo “Amor”, que se encuentra en el libro Escritos Misceláneos 1883−1896 por Mary Baker Eddy, donde ella escribe: “¡Qué palabra ésta! Con asombro reverente me inclino ante ella. ¡Sobre cuántos miles de mundos tiene alcance y es soberana! Aquello que no se deriva de cosa alguna, lo incomparable, el Todo infinito del bien, el Dios único, es Amor.”

Y más adelante en el mismo artículo, ella escribe acerca del amor como cualidad: “El amor no es algo que se coloca sobre un estante para tomarlo en raras ocasiones con tenacillas para azúcar y colocarlo sobre el pétalo de una rosa. Exijo mucho del amor, exijo pruebas eficaces en testimonio de él y, como su resultado, nobles sacrificios y grandes hazañas. A menos que éstos aparezcan, hago a un lado la palabra como algo fingido y como la falsa moneda que no tiene el tañido del metal verdadero. El amor no puede ser una mera abstracción, o bondad sin actividad y poder” (págs. 249–250).

¿Exigimos “mucho” del amor, y anhelamos saber que su alcance infinito y la totalidad de su poder son la evidencia del Amor divino mismo? ¿Nos esforzamos por expresarlo, y esperamos que su expresión traiga curación? El Amor incluye ternura, pero esa ternura no es tímida, sino, más bien, segura y benévola al defender la verdad. 

Es poderoso, fuerte al eliminar el temor, el cual siempre se basa en una mentira, en la creencia mortal de que la realidad está en la materia, no en Dios, produciendo así indecisión y duda. No seamos engañados por la limitada noción que tienen los sentidos materiales acerca del amor. El amor de Dios es infinito, porque Dios es el Amor mismo.

Un ejemplo claro del poder inexpugnable del Amor es lo que hizo Jesús después que su discípulo Pedro le cortó la oreja a Malco, siervo del sumo sacerdote, en el jardín de Getsemaní. Como sabemos, Jesús sanó de inmediato la oreja del siervo. También reprendió la impulsiva expresión de ira de Pedro al decirle que guardara su espada, indicando efectivamente que no había necesidad de vengar su arresto (véase Juan 18:10, 11; Lucas 22:50, 51). La comprensión que tenía Jesús de su filiación con el Padre, el Amor divino, y el hecho de que entendiera, incluso en el momento de ser traicionado, que todos tenían esa misma relación con Dios, le trajo paz y restauración.

Un caso más simple de amor decisivo y confiado para eliminar el temor y sus supuestas consecuencias físicas, ocurrió cuando yo era jovencito y una resbalosa botella de vidrio, que contenía más de casi cuatro litros de leche, se me cayó sobre un dedo del pie. Mi padre se levantó de inmediato de su asiento en la mesa de la cocina, y cubrió mi pie con su mano mientras me explicaba que no había nada que ver o aprender al mirar la evidencia física. 

Su rápida expresión del amor del Cristo con calma afirmó la verdad de mi naturaleza espiritual, mi integridad y paz. Mi temprano aprendizaje en la Escuela Dominical sobre la seguridad que reina en presencia del Amor me capacitó para sentir esa presencia del Cristo, y confiar en Dios, confiar en el poder sanador del Amor en ese momento, como Daniel en el foso de los leones.

Se requiere de un gran amor —del amor que proviene de Dios— para desafiar la falsa evidencia de que un dedo está lastimado, y un amor aún más grande para prevenir que se desarrolle algún temor y, por lo tanto, que haya algún dolor en el pensamiento. Como señala Ciencia y Salud: “No hay dolor en la Verdad, y no hay verdad en el dolor; …” (pág. 113).

El impulso del Amor divino expresado en ese momento por todos en la habitación afirmó solamente la verdad de Dios, la realidad de mi inocencia e integridad sin dolor. La sugestión de dolor fue reemplazada por la actividad normal de ese día. No hubo nada más en el pensamiento o en el efecto, y la curación fue completa.

Cuando nos ponemos rápida y valientemente del lado del Amor divino, aun en circunstancias difíciles, ¿no abre esto la puerta a la curación en nuestra experiencia y eleva incluso el pensamiento y las acciones de aquellos que nos rodean? Cuán inmensurable será el crecimiento en nuestra experiencia de paz a medida que, recurriendo al Amor divino, comencemos a eliminar la vacilación del temor y la actitud impulsiva de la ira, y elevemos, en cambio, la norma del Amor divino en nuestra consciencia, hasta alcanzar el poder y la perfección que son su propósito, como lo ejemplificó Jesús, lo expuso Juan y lo explicó la Sra. Eddy.

Nuestra comprensión y demostración del Amor no debería ser tímida; podemos apoyarnos confiadamente en el Amor divino, ya que es la fuente de nuestra existencia misma, y reconocer esta declaración del libro de texto de la Ciencia Cristiana: “El poder de la Ciencia Cristiana y del Amor divino es omnipotente. Es de veras adecuado para liberar de la sujeción de la enfermedad, del pecado y de la muerte y destruirlos” (Ciencia y Salud, pág. 412).

Liberémonos de las limitaciones sobre el amor impuestas por las “tenacillas para azúcar” y el “pétalo de una rosa” —la minimización humana de la realidad del amor— y desechemos la sugestión del temor en todas sus formas. Expresemos la ternura de nuestro Padre-Madre, Dios, y mantengámonos con confianza en el Amor divino, el perfecto Amor.

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de enero de 2017.

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