Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

La Rosa del desierto floreció

Del número de mayo de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en JSH-Online, el 4 de septiembre de 2016.


Antes de conocer la Ciencia Cristiana, yo hacía lo mejor que podía con mi vida. Tenía una familia: esposo y tres hijos mayores. Todo parecía normal. Sin embargo, tenía mucho estrés, estaba lidiando con varias enfermedades (migrañas, una enfermedad en la tiroides, cirugías en las dos rodillas, más otros achaques), y mucha desarmonía en mi hogar. 

Las relaciones familiares eran difíciles y muy tensas; tanto con mi esposo, como con mis hijos, así como con mi familia. Para colmo, nuestra aparente estabilidad económica se derrumbó. Mi esposo y yo teníamos serios problemas en el trabajo debido asuntos políticos en la universidad, donde habíamos estado trabajando durante 30 años. De modo que, él perdió su trabajo, y a mí me bajaron mi sueldo a la tercera parte. Trataron de hacer lo mismo a nuestros amigos que también trabajaban en la universidad, y no tuvimos más opción que dejar nuestros trabajos. Así que mi esposo y yo estábamos ahora en casa, sin tener empleo. La situación por momentos era muy difícil, ya que nunca antes habíamos estado en casa, sin trabajar.

Estaba enfrentando tantos problemas, que llamé a uno de mis hermanos, que hacía muchos años que estudiaba la Ciencia Cristiana. Mi hermano empezó a orar por nosotros. Yo también estaba orando porque conocía la bondad de Dios. Así que empecé a leer Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, bajo la guía de mi hermano.

Él también me regaló el Christian Science Monitor, El Heraldo (que era mi favorito, pues lo podía entender, en especial los testimonios), así como otros escritos de la Sra. Eddy.

Me sentía muy sorprendida de que, aunque no comprendía mucho de la lectura, las bendiciones continuaban: las cosas se iban arreglando una tras otra. Dejé de tomar mis medicamentos y puse mi fe sólo en Dios. En poco tiempo me sané por completo de todas las enfermedades y desde entonces no tomo ningún medicamento.

Al regresar a casa de un viaje, había una gran noticia. La Asamblea Universitaria desconoció al Rector con el que mi esposo tuvo problemas políticos y nombró uno nuevo. Esta era una situación por demás extraordinaria. Un rector de la universidad jamás había sido destituido de esa forma.

Todos los problemas empezaron a resolverse. Hasta las dos demandas legales que mi esposo había interpuesto y que ya había ganado, ahora se veía en puerta la solución, después de tres años en espera.  Me sentía tan agradecida a Dios.

Sin embargo, ¡yo todavía no estaba consciente de las grandes y maravillosas bendiciones! Tiempo después, un amigo muy querido enfermó gravemente. Le pedí permiso para que mi hermano orara por él en la Ciencia Cristiana, y él aceptó con mucha gratitud. Dos meses después mi amigo estaba completamente sano. Los pronósticos médicos eran muy desfavorables, pero el poder de Dios es supremo.

Mi deseo de ver sanar a mi amigo mediante la oración, me dieron el deseo de aprender más acerca de esta Ciencia para ayudar a otras personas. Comencé a vivir más en paz con mi entorno. Mi relación con mi esposo comenzó a mejorar; los problemas de trabajo se solucionaron, pudimos pagar nuestras deudas económicas; las relaciones familiares se fortalecieron y mejoraron en todos los aspectos. Y comencé a divulgar entre mis amigos y familiares el mensaje sanador de la Ciencia Cristiana y a estudiar con más ahínco.

El nuevo rector me pidió que regresara y me ofreció un nuevo puesto. Pero yo no quería regresar a esa vida de estrés y política, así que no acepté.

Me di cuenta de que dedicar mi vida a la práctica de la Ciencia Cristiana sería trabajar para Dios, que sería mi jefe, mi empleador y tendría que hacer Su voluntad. Así que tomé instrucción de clase Primaria en Ciencia Cristiana, y con mi familia comenzamos un grupo informal para estudiar la Ciencia Cristiana, el cual es hoy una Sociedad.

La situación laboral se arregló por completo. Mi esposo se reintegró a la universidad, y estaba muy contento. Empezó a valorar el tiempo que pasa en la casa y con sus hijos. Tenemos una relación feliz. A los dos nos gusta mucho la jardinería, así que ahora realizamos juntos esta actividad.

Al inicio de esta experiencia, un amigo me había obsequiado una planta de “Rosa del desierto”, que  no había floreado. Pero al final, mostró todo su esplendor; todas sus ramitas estaban llenas de flores. Sentí como si Dios me estuviera dando a probar el esplendor de Su creación, y me mostraba lo bella que es la vida, cuando nos dejamos conducir por el Amor divino.

María Cristina Canales Reyna

Publicado originalmente en JSH-Online, el 4 de septiembre de 2016.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / mayo de 2017

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.